Capítulo 315
“¡Tiene que ser él!” Esteban insistía con todas sus fuerzas frente a Irene, tratando de dejar una buena impresión de Romeo.
Señalaba dos coches de carreras en el cobertizo, “En un rato dejaré que Daniel conduzca, yo iré de copiloto. ¿Sabes para qué es esto?”
Irene no comprendía, no entendía por qué tenían que estar ahí para correr, ni por qué necesitaban dos coches.
Mucho menos entendía por qué tenía que ser precisamente Romeo.
“En un rato lo sabrás,” Esteban no le explicó más, y la apuró, “Vístelo rápido, que voy a calentar el coche.”
Dicho esto, se dirigió hacia Romeo.
Romeo no había llegado aún, y Esteban lo interceptó a medio camino, llevándolo hacia el cobertizo con un casco en la mano.
“No le digas que vine a ayudar a propósito.”
Esteban estaba a punto de presumir: “…”
“Además, ¿no dijiste que ella no estaría aquí?” Romeo, con el ceño fruncido, presionaba el con el ceño fruncido, presionaba el casco contra el auto, y sus ojos, como de halcón, se clavaban en Esteban.
Esteban no entendía, “¿Hacer el bien sin que te vean? ¿Ahora juegas al amor en secreto? ¡Eso no es de tu estilo!”
Romeo frunció el ceño, “¿Quién te dijo que me gusta?”
“Ja,” Esteban sacó dos llaves del bolsillo y le entregó una, “¿Que no te gusta? Si no te gusta, me como un sombrero.”
“No me gusta.” Romeo apenas abrió los labios para soltar esas tres palabras.
Con firmeza y seguridad.
Pero al instante de decirlo, sintió un dolor inexplicable en el pecho, y su expresión se volvió rígida sin poder evitarlo.
Esteban soltó una carcajada pero se contuvo de hacer ruido. Le dio unos golpecitos al vidrio del coche, sintiéndose algo triunfante, “Eso de perseguir a una mujer, aunque no tengo experiencia, he visto cómo se hace. No puedes ir con amores secretos, menos cuando hay competencia. Si te tardas, cuando te decidas, la chica ya estará casada.”
Romeo: “…”
Molesto, Romeo le lanzó una mirada afilada, “Despeja el lugar.”
“Pero,” Esteban dejó de reír, viendo que Romeo se ponía serio, suspiró resignado, “¿crees que
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Capítulo 315
ella confiaría la vida de su hermano a nosotros?”
Le había prometido a Romeo que Irene no estaría presente, y por eso Romeo había accedido a
cooperar.
Pero la verdad era que nunca había planeado pedirle a Irene que se fuera, solo había usado eso para atraer a Romeo.
Romeo reflexionó un momento, se dio la vuelta frunciendo el ceño mientras ajustaba la muñequera.
Se culpaba a sí mismo por ser tan confiado.
Viendo que Romeo no decía nada, Esteban, con una sonrisa pícara, salió del cobertizo y llamó a Irene con un gesto, “Vístelo y tráelo aquí.”
“Ya voy.” Irene ajustaba el casco y las protecciones de Daniel, sintiéndose sorprendentemente tranquila.
Mientras viviera en Puerto del Oeste, los encuentros con Romeo serían inevitables.
Así
calma.
que
tenía que acostumbrarse a esos encuentros inesperados y aprender a mantener la
Si no deseaba verlo, bastaba con ignorarlo.
Llevó a Daniel hasta donde estaba Esteban, “¿Segura que no hay nada en lo que pueda ayudar?”
“No, ve a observar desde arriba, primero dejaré que Daniel se acostumbre.” Esteban acomodó a Daniel en el asiento del copiloto, asegurándole el cinturón, y le explicó cómo funcionaban el
freno y el acelerador.
¿De verdad iban a dejar que Daniel condujera?
Aunque Daniel había conducido antes, eso había sido hace tiempo, ahora…
La mirada de Irene se llenó de preocupación, observando a Daniel a través de la ventana.
“Antes de venir, Esteban no me dijo que te vería aquí.”
La voz de Romeo llegó desde detrás de ella, temeroso de que no entendiera, añadió, “Si lo hubiera sabido, no habría venido.”
Irene lo miró un instante antes de volver su atención a Daniel, “Puedes fingir que no me viste.”
Así que él tampoco quería verla, y ella se movió a un lado.
‘¿Qué pasa?” Romeo se sintió molesto por su movimiento, “¿Te decepciona verme? ¿A quién esperabas ver?”
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