Capítulo 188
+25 BONOS
-Por tanto, este tribunal falla: se concede el divorcio entre la demandante María Navarro y el demandado Antonio Martínez.
Las costas del juicio correrán a cargo del demandado Antonio.
La sentencia se entregará en diez días hábiles. Ambas partes, estén atentos a su recepción.
¡Se levanta la sesión!
Con el golpe final del mazo, ¡casi lloro de alegría en el banquillo!
¡Por fin! ¡Por fin el divorcio!
En completo contraste con mi júbilo, Antonio permaneció inmóvil en su asiento, como si hubiera perdido el alma.
Lo miré sin la menor intención de consolarlo y salí directamente con mi abogado.
Las señoras aún no se habían ido y corrieron a preguntarme el resultado.
-Gracias
gracias!
por su apoyo, lo conseguimos, ¡me divorcié! Es en parte gracias a ustedes, ¡muchas
Las señoras estallaron en vítores: —¡Señorita Navarro, felicidades por volver a estar soltera! Mi sobrino tiene veintiocho, graduado de Stanford, ejecutivo en una empresa cotizada, gana 500.000 dólares al año, mire su foto…
-¡Señorita Navarro, veintiocho es muy mayor! Ahora están de moda las parejas donde ella es mayor. ¡Mi hijo tiene veintitrés, está haciendo un máster, es guapo y alegre, perfecto para usted!
-¡Señorita Navarro…!
Nunca imaginé tener un momento tan glorioso.
¡Apenas salía de una tumba matrimonial y ya había tanta gente queriendo enterrarme en otra!
¡Nunca había sido tan popular!
-Gracias por su consideración, pero no pienso en volver a casarme por ahora.
Mientras me rodeaban las señoras, Antonio salió del juzgado.
Tenía mal aspecto, parecía agotado y abatido, como si cada paso le pesara toneladas.
Apenas le eché un vistazo antes de forzarme a apartar la mirada.
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Capítulo 188
+25 BONO:
¡Pero al segundo siguiente, se desplomó!
Seguido por los gritos de Marta: ¡Ayuda! ¡Que alguien ayude! ¡Socorro!
Todos corrieron hacia él, comentando:
-¿Qué le pasó al señor Martínez? ¿El divorcio lo afectó tanto?
-Ay, qué desgracia…
Me quedé a distancia sin moverme. Mi abogado preguntó: -¿No vas a ver qué le pasa?
-No hace falta -rechacé con calma mientras llamaba a emergencias.
No soy médica, no podría ayudar. Llamar a una ambulancia era mi último gesto de consideración después de años de matrimonio.
Bajando las escaleras del tribunal, sentí el cálido sol y noté que las nubes oscuras que me habían oprimido durante meses finalmente se disipaban.
El abogado, notando mi alegría, suspiró: -No quiero aguarte la fiesta.
Sonreí y pregunté: -¿Por qué?
Mientras bajábamos, explicó: -En divorcios resueltos en primera instancia, la sentencia no es firme hasta quince días después de su notificación, si ninguna parte apela. Es decir, el señor Martínez aún podría arrepentirse y apelar.
-¿Qué? —me detuve y lo miré—. ¿Existe esa norma?
-Recuerdo habérselo mencionado.
Me quedé perpleja, sin recordar cuándo lo había dicho.
-Por tanto, aunque el tribunal haya dictado el divorcio, no puede volver a casarse inmediatamente o sería bigamia. Si fuera una sentencia de segunda instancia, no habría período de apelación y el divorcio sería definitivo.
Escuchando al abogado, empecé a preocuparme.
Antonio no apelaría, ¿verdad?
Marta se arrodilló públicamente hoy, ¿acaso los Martínez no tienen dignidad?
Si apelaba y se retractaba, ¿no le daría un infarto a Marta?
