Capítulo 306
-¿Qué?
¡Me quedé atónita!
¿Claudia embarazada?
Me paralicé, procesando con dificultad esta impactante noticia.
Después de un momento, recuperé el sentido y miré a Antonio:
-¿Y ella… sabe quién es el padre?
Apenas pronuncié estas palabras, el rostro de Antonio se volvió más terrorífico que un fantasma.
Me estremecí, dándome cuenta de lo inapropiada que era esa pregunta.
Me disculpé inmediatamente:
-Lo siento, no fue mi intención…
Es que mi cerebro simplemente soltó esa pregunta sin pensar.
Claudia fue violada en grupo, obviamente no sabría quién es el padre, a menos que esperara a que naciera el bebé para hacer una prueba de paternidad..
¡Pero cómo podría llevar el hijo de un violador!
Sería una pesadilla y una vergüenza que la perseguiría toda la vida.
Realmente se había destruido a sí misma.
Incluso si abortaba, además del doble golpe físico y mental, el solo recordarlo la seguiría lastimando en el futuro.
Este castigo y sus consecuencias eran mucho peores que la cárcel.
Seguramente estaba arrepentida y me odiaba profundamente.
Miré a Antonio.
Me observaba con ojos llenos de rencor, claramente culpándome por lo que le había pasado a
su hermana.
Si no fuera porque tengo temple y el corazón duro, me sentiría culpable en este momento. —Antonio, lamento lo que le pasó, pero todo esto lo provocó ella. Si no hubiera tenido suerte,
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Capítulo 306
la que estaría sufriendo todo esto sería yo.
-¡Pero cuando lo descubriste, pudiste haber tirado esa bebida! ¿Por qué tuviste que incriminarla?
La repentina pregunta incisiva de Antonio hizo sonar las alarmas en mi cabeza.
Se había vuelto cada vez más astuto, esta conversación aparentemente casual estaba llena de trampas.
Después de haber estado enamorados, después de haberle salvado la vida, ¿cómo podía ser tan cruel?
Realmente era del tipo “si no puedo tenerte, te destruiré“.
-Antonio, no intentes manipular mis palabras. Si tienes quejas, guárdalas para el tribunal. Siento lo que le pasó a tu hermana, pero no fui yo quien lo causó. Tu chantaje moral no funcionará conmigo.
Dicho esto, me fui sin mirar atrás.
Al llegar a casa de Sofía, me abrió la puerta entre toses.
Entré, dejé las cosas que traía y mirando a mi amiga, que se había vuelto a acurrucar en el sofá, pregunté preocupada:
-¿Te sientes mejor hoy? ¿Te pusieron otra inyección?
Sofía negó con la cabeza y dijo con voz ronca:
-Agua, agua caliente.
Rápidamente le serví un vaso de agua caliente.
Después de beber, suspiró y se quejó:
-Estar enferma es horrible…
-¿Por qué no vuelves a casa? Es mejor que alguien te cuide a que aguantes sola -le aconsejé con cariño.
-Ayer estuve un rato allí, pero mi madre no paraba: que si bebe agua, que si toma la medicina, que si un caldo reconstituyente… ¡demasiado agobiante!
-No sabes la suerte que tienes.
Pensé en mí misma, que ya ni recordaba cómo se sentía el cariño y cuidado de una madre.
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Sofía me miró de reojo:
-¿Tu señor Montero aún no ha vuelto del viaje? Por eso tienes tiempo de visitarme…
Acaba de volver, nos vimos abajo en mi oficina.
Sofía se sorprendió:
-¿Y no te fuiste con él?
-¿Me crees capaz de abandonar a una amiga por un hombre?
Sofía sonrió feliz inmediatamente.
Al enterarme de que aún no había cenado, fui a su cocina y después de revisar, le preparé un risotto y una sopa.
Ella, envuelta en una manta, se apoyó en el marco de la puerta de la cocina mientras charlábamos:
-¿El juicio con Claudia es pasado mañana, verdad?
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