Capítulo 10
La puerta temblaba ligeramente. Andrea, parada en la entrada, tenía el rostro tan rojo que parecia que iba a explotar, y sentía como si le saliera humo de la cabeza. No podía pensar con claridad.
Dentro y fuera de la habitación reinaba un silencio absoluto.
Después de un momento, la voz calmada de un hombre rompió el silencio:
-Solo fue un accidente, se me cayó el gel de baño.
-Ah… yo, yo lo vi -respondió Andrea, tartamudeando.
-¿Y viniste a hacer qué?
-¡Oh! Yo, yo solo quería decirte algo. Es que, si mi papá te pide ayuda…
Dentro del cuarto, Bruno hizo una pausa. Sus labios se tensaron ligeramente hacia abajo, sintiendo una inesperada decepción. La pequeña chispa de emoción que había sentido desapareció por completo.
Allá afuera, todos decían que él estaba al borde de la muerte, que era un loco de carácter violento y frío. En tales circunstancias, no era sorprendente que alguien quisiera casarse con él por interés.
Pero lo que le decepcionó fue que esto ocurriera en el primer día…
-…No le hagas caso!
-¿Eh?
Pensando que no la había escuchado bien, Andrea se apresuró a aclarar:
-Si él intenta usarme como excusa para pedirte ayuda, como por ejemplo, que inviertas en nuestra empresa, no le hagas caso.
Bruno se tomó dos segundos para asegurarse de que no había oído mal.
-¿Por qué?
¿Por qué?
Andrea, con los ojos brillando, contestó:
-Porque me casé contigo, no me vendí. Estoy aquí para estar contigo y puedo usar tu dinero, pero nuestra familia no debería gastar tu dinero.
Bruno no esperaba que la chica dijera algo así. Después de un largo silencio, respondió lentamente:
-Está bien.
Por alguna razón, al escuchar ese tono bajo y magnético, Andrea se sintió un poco nerviosa,
especialmente al recordar la escena que acababa de presenciar…
Su rostro se sonrojó nuevamente.
-Bueno, me voy. Descansa temprano, ¡buenas noches!
Dicho esto, se fue corriendo, sin escuchar el suave “buenas noches” que resonó en el baño justo cuando cerró la puerta.
De regreso en su habitación, las mejillas de Andrea ardían como si se estuvieran quemando.
En su vida pasada, aunque se había casado con él y había estado con Mateo, nunca había tenido un momento tan intimo. La escena de hace un momento la había impactado demasiado…
Al día siguiente, Andrea se levantó temprano.
Con la esperanza de desayunar con Bruno, bajó las escaleras con ilusión.
Pero en la mesa del desayuno, solo estaba ella.
-¿Dónde está el Sr. Bruno? -preguntó, incapaz de contenerse.
¿Acaso ya había salido tan temprano?
Renata respondió con indiferencia:
-El Sr. Bruno no suele desayunar con otras personas.
Andrea se quedó paralizada.
¿Tenía realmente ese hábito?
En su vida pasada, había querido mantenerse lo más lejos posible de él, así que no lo sabía.
No pudo evitar sentir una pequeña punzada de decepción.
¿No había sido lo suficientemente buena esta vez? Él ni siquiera quería desayunar con ella…
Sin ganas, apenas comió algo antes de levantarse.
-¿Dónde está el Sr. Bruno?
-El Sr. Bruno está muy ocupado y le gusta estar solo -dijo Renata con el rostro serio-. Si no tiene nada importante, no lo moleste.
Andrea se detuvo en seco.
-Renata, ¿cómo me llamaste?
-Señora.
Andrea sonrió, aunque sus ojos no reflejaron alegría.
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-Así que sabes que soy la señora de Bruno, la dueña de esta casa. Entonces, ¿necesito que alguien más me diga lo que debo hacer? Si al Sr. Bruno no le gusta que lo molesten, él mismo
me lo dirá. No es necesario que otros se preocupen por eso. ¿No crees, Renata?
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