Capítulo 15
Andrea sabía que a Elena le molestaba profundamente que hablaran sobre sus orígenes. Fuera de su círculo íntimo, nunca mencionaba que era hija de una empleada doméstica, lo que hacía que muchos asumieran que era una señorita de la familia Pérez. Por eso, Andrea decidió mencionar el tema a propósito, y como esperaba, el rostro de Elena se tornó sombrío.
Ignorando su expresión, Andrea lanzó una mirada fría a las dos empleadas y ordenó:
-Antes de que el señor Bruno regrese, quiero que mi habitación esté como antes. Esta es la única oportunidad que les doy, así que espero que la aprovechen.
Dicho esto, se dio la vuelta y se fue.
Los presentes quedaron impactados por la autoridad que Andrea mostró por un instante, y el silencio se apoderó de la habitación por unos segundos.
Las dos empleadas se miraron entre sí, nerviosas, y luego dirigieron su mirada a Elena.
-Elena, ¿qué hacemos ahora? -preguntó una de ellas.
Elena, conteniendo su enojo, replicó:
-¿Qué hacer? ¿Acaso piensan seguir sus órdenes? Continúen, traigan mis cosas.
-Pero, ¿y si se queja con el Sr. Bruno…?
-Que se queje -respondió Elena con una sonrisa sarcástica. ¿Creen que el Sr. Bruno la apoyará a ella o a mí?
Las dos empleadas recordaron que Elena había usado este tipo de tácticas contra otras señoras antes, y el Sr. Bruno nunca se había involucrado. Elena siempre salía bien librada.
Ambas se tranquilizaron al instante.
En los Jardines de la Luna, hacerle la pelota a la señora no daba tantos frutos, pero con Elena
era otra historia…
Abajo, Andrea observaba el piso superior y notó que el ruido en la habitación de invitados. continuaba. Sonrió fríamente, sin intención de intervenir.
Dos horas después, Bruno regresó.
Al escuchar la puerta, los ojos de Andrea brillaron y se apresuró a recibirlo con alegría.
Bruno entró acompañado de Francisco y otros empleados.
-¡Ya estás de vuelta!
Al ver a la joven correr hacia él con una sonrisa radiante, los ojos de Bruno, usualmente profundos y fríos, se suavizaron brevemente.
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-Si–respondió, notando de reojo las maletas que Andrea había traído de la familia Gómez, aun junto al sofá. ¿Acabas de llegar?
Andrea negó con la cabeza, y en tono juguetón, dijo:
Te he estado esperando más de dos horas!
Sus palabras endulzaron el ambiente, pero la mirada de Bruno se volvió seria al posar sus ojos en las maletas.
¿Por qué no has subido tus cosas? ¿Los empleados no te hacen caso?
La molestia en su tono revelaba un ligero aire amenazante, lo que alarmó a una de las empleadas, que pálida, imploró:
Señora…
Miró a Andrea en busca de ayuda, esperando que explicara la situación.
No era que no quisiera llevar las cosas, sino que Elena había ocupado la habitación de invitados y no sabia dónde ponerlas.
Andrea miró a la empleada, recordando que era una persona honesta y que no se juntaba con el grupo de Elena, por lo que dijo:
-No fue culpa de ella…
Antes de que pudiera terminar, Elena bajó las escaleras con una maleta, como si estuviera a punto de irse.
Sorprendentemente, se acercó rápidamente a Bruno con una sonrisa forzada:
-¡St. Bruno!
Pero al ver a Andrea junto a él, sus ojos se enrojecieron y su sonrisa se volvió tensa.
Andrea entrecerró los ojos, pensando, ¿qué estará tramando ahora?
-¿Elena, has vuelto? -preguntó Francisco, quien la conocía bien-. ¿Qué sucede?
-Yo… -Elena respondió con aire de victima, lanzando una mirada fugaz a Andrea—. Aquí alguien no me quiere, Sr. Bruno. Mejor me voy a vivir a otro lado.
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