Capítulo 161
Iván estaba muy atento a Adriana, y al ver que alguien se acercaba, extendió la mano para protegerla, inclinando la cabeza para preguntarle si tenía frío o calor, demostrando claramente su preocupación por ella. ¿Qué estaba pasando allí?
Adriana, esforzándose por ignorar las miradas incómodas que la rodeaban, se acercó con confianza a Faustino y le entregó una tarjeta.
“Sr. Vivez, buenos días. Soy Adriana, la hija de Vicente Noriega. Dado que mi padre no se encuentra bien de salud, no pudo asistir a su fiesta de cumpleaños y estoy aquí para felicitarlo en su nombre. Este es un pequeño presente, por favor, acéptelo.”
Cuando terminó, Iván rápidamente le pasó una caja de regalo, sonriendo: “Sr. Vivez, ¿cómo está? ¿Me recuerda? Soy Iván Ramos, cuando era niño, solía cargarme en brazos. Este es un regalo que Adri y yo preparamos juntos, pero no se equivoque, son dos regalos separados, por favor acéptelos.”
Faustino soltó una carcajada, bromeando sobre la verborrea de Iván, luego le pidió a un asistente que tomara los regalos, invitándolos a entrar calurosamente.
Aunque Faustino no lo mostró, estaba bastante intrigado. ¿Adriana se había presentado como la hija del Sr. Noriega? ¿Por qué estaba tan cercana a Iván? ¿Qué estaba sucediendo?
Adriana entró del brazo de Iván, cruzándose con Rodrigo y Fabiana. Notó dos miradas fijas en ella: una fría y otra sorprendida y sintió un escalofrío recorrer su piel, pero mantuvo una expresión serena mientras caminaba con Iván hacia el salón de la fiesta.
Adriana no esperaba enfrentarse a Fabiana tan pronto, pero ésta se les acercó. Con Rodrigo a su lado, se dirigió hacia ellos, con una sonrisa en los labios, formulando una pregunta. “Srta. Noriega, ¿por qué vienes con Iván?”
Adriana se volvió, respondiendo fríamente: “Con quién venga es mi decisión, ¿tiene alguna objeción, Srta. Martínez?”
Los labios rojos de Fabiana se curvaron ligeramente. “Srta. Noriega, la libertad tiene límites. Tienes un esposo en papel, pero vienes a un evento formal con otro hombre. ¿Te parece apropiado?”
Adriana replicó sin dudar. “Sabes bien que es mi esposo. Entonces, ¿por qué sigues pegada a él? ¿Estás intentando robármelo?”
Fabiana se quedó paralizada, sin palabras. La lengua de Adriana se había vuelto más afilada. ¿Qué le había pasado últimamente?
A un lado, Rodrigo no apartaba la vista de Adriana.
Desde que entró en el salón con Iván, su expresión había sido sombría, y su mirada no se había desviado de ella. La tensión a su alrededor era tan intensa que nadie se atrevía a acercarse.
“Sí, Adri tiene razón,” intervino Iván. “Fabiana, si sabes que Rodrigo es el esposo de Adri,
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deberías soltarlo, pero andas con él y luego vienes a criticar a Adri. ¿No es hipócrita? De todas formas, no importa si lo sueltas o no, porque Adri ya no lo quiere.”
Después de escuchar esas palabras, la hostilidad de Rodrigo se intensificó.
Adriana sintió un escalofrío y temiendo que la situación se saliera de control, tiró de Iván diciendo: “Tengo hambre, vamos a comer algo.”
“De acuerdo.”
Los Vivez organizaron un banquete bufé; dentro del salón había un comedor con diez largas mesas llenas de una amplia variedad de platos.
Adriana e Iván se acercaron, e él preguntó: “¿Qué te gustaría comer? ¿Sushi? Sé que te encanta.”
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