Capítulo 188
Gloria estaba a punto de perder la paciencia con Isabella. En un arrebato de frustración, le pisó el pie y bajo la mirada helada de Rodrigo, esbozó una sonrisa forzada antes de alejarse con su hija, quien estaba visiblemente enfurecida.
Adriana observó ese espectáculo, sintiéndose agotada. Sabía que cuando Isabella la insultaba, también estaba insultando a Rodrigo. Después de todo, ellos aún no se habían divorciado, por lo que no le sorprendió que Rodrigo la defendiera. Por esa razón, no tenía intención de agradecerle, ni quería quedarse allí para soportar las miradas curiosas de todos. Le dijo a la enfermera que le avisara si había algún problema y se dirigió a la azotea, sola.
Era tarde y la azotea estaba vacía, solo con el viento nocturno soplando con fuerza, lo cual no era precisamente agradable.
Adriana se quedó allí un momento, pensando en cambiar de lugar, cuando de repente, la puerta de la azotea se abrió y una figura alta entró.
“¿Te has escondido aquí?”
Era Joel Suárez quien había llegado.
Se acercó a Adriana con pasos firmes y con tono sarcástico, le dijo: “Has conseguido que mi abuelo termine en el hospital y encima, Isabella ha recibido una paliza por tu culpa. Adriana, realmente te superas. No descansarás hasta destruir a mi familia, ¿verdad?”
“¡Dilo de nuevo!” Replicó con un tono cortante, “¿Quieres que te de una paliza otra vez?”
Joel se quedó paralizado por un momento, recordando el incidente anterior cuando Adriana lo abofeteó, la ira brilló en sus ojos.
“¡Todavía te atreves a mencionar eso!” Exclamó enfurecido, “Aún no hemos ajustado cuentas por lo que hiciste aquella vez“.
Aquel día, en la fiesta de cumpleaños del Sr. Vívez, en la azotea del hotel, su primo había besado a Adriana. Cuando todos lo vieron, él admitió públicamente su relación con ella, lo que hizo llorar a Fabiana. Por lo que, Joel fue a buscar a Adriana para reclamarle, pero ella terminó abofeteándolo. Ese recuerdo aún lo mantenía despierto por las noches.
“¿Qué, quieres ajustar cuentas?” Ella lo miró fríamente. “Adelante, inténtalo, y veremos si Rodrigo no te golpea.”
Adriana había entendido que, aunque Rodrigo no se preocupara por ella a nivel personal, sí le importaba su relación matrimonial. Así que, si Joel intentaba hacerle algo, Rodrigo no se quedaría de brazos cruzados.
Joel también sabía eso, por lo que miró a Adriana con furia en sus ojos y fue en ese momento cuando notó una marca rojiza en el cuello de Adriana. Por experiencia, supo de inmediato que era un chupetón reciente. Sus ojos se agrandaron y lleno de ira, inquirió: “¿Te estabas revolcando con otro hombre antes de venir a ver a mi abuelo? ¡Adriana, qué desvergonzada
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eres!”
Aunque ya sabía de lo que era capaz esa mujer, su comportamiento había superado todos los límites, por ende, la insultó sin pensarlo.
Adriana temblaba por la ira: “¿Qué acabas de decir? ¿Te atreviste a insultarme?”
Siguiendo la dirección de la mirada de Joel, vio su reflejo en una de las ventanas y notó la llamativa marca roja en su cuello, supo que él había malinterpretado la situación, pero ese tipo de cosas eran difíciles de explicar, lo que la llenó de rabia y frustración.
Al ver que Adriana se quedaba callada, Joel pensó que se había quedado sin argumentos, y con una sonrisa burlona, le preguntó: “¿Te has quedado sin palabras? Admítelo, eres una mujer desvergonzada…
“¡Cállate!”
Una voz helada resonó, ambos se volvieron para ver a una figura alta y esbelta acercándose con pasos firmes. Su rostro apuesto estaba lleno de una furia contenida.
Rodrigo se detuvo frente a Joel y con voz firme, le dijo: “Retira lo que dijiste y disculpate con Adriana.”
“¿Primo, quieres que me disculpe?” Joel lo miró con incredulidad.