Capítulo 209
“Antes, cuando alguien te molestaba y yo salía a defenderte, decías que era lo que debía hacer, porque éramos esposos, éramos uno solo.”
Esas palabras tenían un aire de ambigüedad que Adriana intentó sacar de su mente,
recordando situaciones del pasado. Parece que, efectivamente, ella había dicho eso, y pensaba que no estaba equivocada.
“En ese momento, cuando otros me criticaban frente a ti, era como si te estuvieran faltando el respeto a ti también. Así que no estaba equivocada.” Dijo con seriedad.
La actitud de Adriana era tan meticulosa que Rodrigo la encontraba adorable de alguna
manera.
“Sí, sí, tienes razón, nunca dije que estuvieras equivocada.” Respondió con una sonrisa apacible.
La conversación entre ambos era ligera, y el ambiente se tornó un poco más relajado.
Adriana miró los labios curvados de Rodrigo, sintiéndose algo incómoda; ese hombre rara vez sonreía y cuando lo hacía, era demasiado encantador. Mejor no mirarlo, pensó. Al fin y al cabo, nunca había sido suyo. Adriana desechó esos pensamientos confusos de su mente y echó un vistazo más a Rodrigo.
Rodrigo había estado observándola desde hace un rato y decidió preguntar. “¿En qué piensas?”
Adriana negó con la cabeza: “Nada, ¿sales del hospital pasado mañana?”
Con esta pregunta, Rodrigo guardó silencio por unos segundos antes de responder: “Sí.”
Adriana asintió.
“¿Podemos divorciarnos lo antes posible después de que salgas del hospital?”
Su tono tenía un toque de incertidumbre.
Cuando no había conflictos, Adriana siempre se sentía en desventaja frente a Rodrigo, algo que se debía a sus personalidades y a la desigualdad de sus posiciones.
Él se levantó, ya podía mover normalmente su brazo derecho, aunque todavía llevaba el vendaje, lo cual era un poco incómodo. Se acercó a Adriana: “¿De verdad deseas tanto el divorcio?”
No sabía si era su imaginación, pero su voz sonaba profunda, con una leve ambigüedad.
Adriana miró por la ventana: “Sí, quiero divorciarme. Han pasado demasiadas cosas últimamente.”
Aunque no era una persona a la que le gustara quedarse atrapada en el pasado, las recientes injusticias, insultos y heridas le habían afectado mucho. Ella también era humana, y pensar en todo eso, claro que la entristecía.
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Rodrigo había sido testigo de lo que ella había pasado y al escucharla, guardó silencio.
Sí, era hora de dejarla ir. Después de tanto tiempo de complicaciones, era momento de soltarla. Miró por la ventana y su mirada se oscureció.
***
Fabiana salió de la última casa de los Suárez, mordiendo sus labios con fuerza. Una vez que la ira en su corazón se calmó un poco, entró al auto.
“¿Todo aclarado?” Preguntó Lucas desde el asiento del conductor. “¿Podemos ir a casa ahora?” “Sí, a casa.”
Fabiana se sentó en el asiento trasero, con la mano en la frente, recordando cómo había tenido que aclarar repetidamente a los Suárez que Adriana no había sido infiel, y pedirles que se disculparan con ella. Sus ojos reflejaban un creciente resentimiento.
Adriana, una mujer que al principio no consideraba una rival, le había causado demasiados problemas.
Y no solo problemas; pensar en cómo un asunto relacionado con una mujer que había perdido su belleza le causaba tanto malestar, la llenaba de frustración.
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