Capítulo 277
En ese instante, el corazón de Cecilia saltó hasta su garganta.
“¡Adri, ¿qué te pasa?!”
Sin pensarlo dos veces, se precipitó hacia el baño y abrió la puerta de un tirón. Dentro, el humo denso y oscuro la envolvió de inmediato, haciéndola toser mientras cerraba los ojos por el escozor. Se apoyó contra el gabinete, tosiendo varias veces antes de poder recuperar el aliento. Alzó la vista hacia el baño y vio llamas danzando entre el humo, luego divisó una figura sollozante acurrucada en una esquina, gritando desesperada. Las pupilas de Cecilia se contrajeron de golpe. ¿Cómo era posible que hubiera un incendio tan grande en un lugar tan húmedo como el baño? Eso parecía un acto deliberado.
Sin embargo, la puerta había estado cerrada desde que Adriana entró y nadie más había pasado por allí. ¿Cómo había sucedido?
Su mente era un torbellino de pensamientos, pero tenía una cosa clara: ¡Adriana estaba en peligro!
Miró a su alrededor buscando algo que pudiera protegerla de las llamas. Vio un chal grueso y lo envolvió alrededor de su cuerpo, mirando el baño lleno de humo con determinación, antes de lanzarse hacia adelante.
“¡Srta. Lández, ¿qué está haciendo?!”
El alboroto había alertado a los sirvientes, por lo que una mujer de unos cuarenta años corrió hacia ella y la sujetó para impedirle avanzar.
“¡Déjame ir!” Gritó Cecilia. “¡Adri está adentro!”
“No se preocupe, llamaré al 911 de inmediato, la señorita estará bien.”
“Llamar al 911 no es suficiente, no sabemos cuánto más puede aguantar Adri.”
El humo era cada vez más denso, las llamas ardían con furia y era imposible ver lo que sucedía dentro. No sabía si Adriana había encontrado un lugar seguro o si estaba sufriendo en medio de las llamas.
Con los ojos enrojecidos, Cecilia se preparó para lanzarse al interior de nuevo, cuando unos brazos la rodearon por detrás: “¿Estás loca? ¡No te muevas!”
Era Rubén, que llegó y la sujetó firmemente, para evitar que se moviera.
Cecilia estaba fuera de sí, deseando abofetear a Rubén: “¿Qué haces? ¡Suéltame…!”
“¡Rodrigo!”
Rubén seguía sujetando a Cecilia cuando notó que una figura se lanzó al fuego con algo cubriéndole el cuerpo. Reconoció la espalda de esa figura y sus ojos se abrieron con sorpresa.
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Capítulo 277
¡Era su amigo!
“¡Detente!”
El humo era muy denso y las llamas intensas, pero Rodrigo había entrado de todos modos. Rubén lo miró con ojos desorbitados, intentando detenerlo por reflejo. Pero ya era demasiado tarde, él había entrado sin mirar atrás.
Ante esa escena, tanto Cecilia en los brazos de Rubén como los sirvientes que observaban, se quedaron boquiabiertos.
El humo era espeso, las chispas volaban, y el calor abrasador aumentaba rápidamente. Adriana sintió que iba a morir de calor, asfixia, o quizá por inhalar tanto humo. Acurrucada en la esquina, intentaba proteger su piel de las chispas, pero el espacio seguro se reducía cada vez más. ¿Realmente iba a morir allí?
“Adriana, Adriana.”
De repente, sintió que alguien la llamaba, levantó la cabeza y vislumbró una figura alta y familiar. ¿Era él?
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