Capítulo 32
En ese momento, ella lo miró, sus ojos eran grandes y brillantes, pero llenos de tristeza. Luego, rápidamente bajó la cabeza.
Fue un gesto bastante común, pero en el camino de regreso, esa imagen seguía repitiéndose en la mente de Rodrigo, como si alguien hubiera presionado el botón de repetición automática,
por
lo que cerró los ojos, intentando alejar esos pensamientos desordenados.
En ese instante, sonó su teléfono y contestó la llamada: “¿Aló? ¿Qué pasa?”
“Rodrigo“, la suave voz de Fabiana llegó a través del auricular. “¿Tienes tiempo esta noche? Vamos a cenar juntos.”
“No, no tengo hambre“. Respondió él con voz calmada..
“¿Y mañana? ¿Podemos cenar juntos? Tengo ganas de verte“. Dijo Fabiana con un tono juguetón.
Rodrigo aflojó su corbata y respondió con indiferencia: “Mañana vemos.”
Colgó el teléfono y se dispuso a trabajar, pero entonces sintió el vacío en su estómago, recordó que había comido poco al mediodía y ya era la hora de cenar, así que debería tener hambre. Inconscientemente, miró el calendario; era viernes, y según la costumbre, Adriana solía llevarle pechuga de pollo a la plancha con quinoa y vegetales al vapor, ya que los viernes solía preparar ese platillo. Rodrigo recordó el sabor del pollo y frunció el ceño sin querer, sintiéndose cada vez más irritado.
Por otro lado, después de salir de la agencia inmobiliaria, Adriana fue directamente a un apartamento frente al set de filmación con las llaves en la mano. Aunque la villa de Villa Mar Azul le había sido asignada, Rodrigo y ella aún no se habían divorciado de forma oficial, así que legalmente seguía siendo la casa de ambos, por lo que no quería volver a vivir allí.
Además, Villa Mar Azul estaba un poco lejos del set, lo que resultaba incómodo para ir y venir. Por eso, alquiló rápidamente un apartamento justo frente al set, un lugar amueblado donde podía instalarse de inmediato.
Al llegar al apartamento, verificó el estado del lugar, firmó el contrato electrónico con el propietario y una vez resuelto todo, salió a comprar alimentos. Al regresar del mercado, sintió que alguien la seguía. La sensación fue sutil, pero innegablemente real.
Había alquilado en un barrio antiguo, cuya apariencia estaba algo deteriorada, la seguridad no era muy buena, y ahora que había oscurecido, Adriana sintió escalofríos por ende apuró el
paso.
Con dificultad llegó al edificio, pero los pasos detrás de ella no se detuvieron. Además, cuando ella aceleraba, la otra persona también lo hacía, y cuando reducía la velocidad, la otra persona la imitaba. Realmente se sentía como si alguien estuviera pegado a ella, los vellos de su nuca se erizaron.
19:29
Capitulo
Miró hacia el piso superior. Su apartamento estaba en el segundo piso, el pasillo era estrecho y según el dueño, el departamento de enfrente estaba vacío. Si algo le sucedía en el camino, aunque gritara, nadie la escucharía. Entonces, cambió de rumbo y se escondió al costado.
Justo en ese momento, una figura con gorra, mascarilla y gafas de sol entró al pasillo. Al ver que no había nadie arriba, se detuvo y comenzó a mirar a su alrededor.
Adriana lo observaba desde las sombras, con el corazón latiéndole en la garganta. En un principio, había planeado que si la persona subía directamente, ella saldría del pasillo en silencio, luego decidiría si irse sin ser vista o hacer un escándalo para atraer la atención de los transeuntes. Pero como esa persona empezó a mirar a su alrededor y estaba a punto de descubrirla, sin pensarlo, levantó su bolso y lo lanzó hacia él. Cuando el individuo quedó aturdido, salió corriendo.
“¡Adriana!” Una voz llena de frustración sonó detrás de ella, seguida de pasos apresurados.
