Capítulo 400
Diciendo eso, abrió la puerta para entrar, pero Rodrigo la detuvo agarrándole la muñeca y levantó la mirada para preguntarle: “¿A dónde vas?”
Su voz fue tan ronca al hablar que Adriana se llevó un buen susto. Se dio la vuelta y bajo la luz de la luna que entraba por la ventana del pasillo, vio que los ojos de Rodrigo estaban extremadamente rojos, como los de una criatura oculta en la oscuridad, lista para devorar. Se frotó los brazos, ahora cubiertos de piel erizada, sintiendo un poco de miedo.
“Aún no he decidido a dónde ir exactamente, solo quiero salir de viaje, ¿por qué lo preguntas?”
Como estaba mintiendo, se sintió algo insegura y bajó la cabeza, evitando mirar los ojos del hombre.
Pero Rodrigo levantó su barbilla, obligándola a mirarlo: “¿Por qué quieres salir de viaje? Eres una chica, y piensas viajar varios meses sola, eso no es seguro.”
Eso enfureció a Adriana un poco: “¿Y qué si soy una chica? Hay muchas mujeres que viajan solas, mientras no vayan a lugares peligrosos, no debería pasar nada.”
Rodrigo sabía que lo que decía Adriana tenía sentido, pero con solo pensar en ella yéndose por varios meses, sin poder verla, le resultó insoportable.
Desde hace tiempo sabía que le gustaba Adriana, pero no se imaginó que sus sentimientos llegarían a ser tan profundos, al punto de sentirse atrapado.
“¿Puedes quedarte?” Rodrigo le agarró el brazo, su voz era baja y si se escuchaba con atención, se notaba el ruego en su tono.
Adriana sintió una oleada de tristeza. Él quería que se quedara, ¿por qué lo hacía? ¿Con qué derecho? Ya tenía a Fabiana, ¿por qué le importaba si ella se iba o no?
Adriana apartó la mano de Rodrigo, respondiendo con firmeza. “No puedo.”
“¿Por qué?”
Él seguía frente a ella, sin querer dejarla ir.
Adriana levantó la vista y mirándolo a los ojos, repuso: “No tengo razones para quedarme.”
Incluso sin el bebé que llevaba en su vientre, no podía encontrar razones para quedarse en Solara. Aunque fue el lugar donde creció, allí había acumulado muchos momentos dolorosos, que al recordarlos, solo le traían tristeza. Salir y viajar no solo le permitiría dar a luz, sino también despejarse y olvidar las malas experiencias, por lo que no se arrepentía de su decisión.
Adriana apartó la mano de Rodrigo y dijo con determinación: “Por favor, vuelve a casa, no hace falta que digas nada más, porque no me quedaré.”
Después de decir eso, Adriana entró a su casa y cerró la puerta en la cara de Rodrigo.
1/2
16:18
Capítulo 400
Se apoyó en la puerta, recordando las palabras del hombre rogándole que no se fuera, por lo que una lágrima rodó por su mejilla, que rápidamente limpió con la mano.
Rodrigo dejó el apartamento de Adriana y desolado, volvió a su casa, como una marioneta controlada por alguien más, siguió la rutina de asearse y se acostó. Luego, miró el techo oscuro, sin poder dormir. Se cubrió el pecho con la mano, y aunque su corazón aún latía con fuerza, sentía como si hubiera perdido la vitalidad, completamente entumecido.
Sí, antes había sentido un dolor intenso, pero ahora parecía que el dolor había llegado a su límite, dejando solo la insensibilidad.
A la mañana siguiente, se levantó antes de las cinco, condujo hasta el edificio de Rubén y en lugar de subir de inmediato, se quedó esperando en el coche. A las ocho y media, cuando calculó que Rubén ya estaría despierto, subió a tocar la puerta.
2/2
