Capítulo 404
Adriana soltó una risa sarcástica al escuchar aquello: “¿Qué es eso de que yo lo perseguía? Nunca en mi vida he estado detrás de Rodrigo.”
Claro, excepto por esos tres años de matrimonio, pensó Adriana en silencio.
“Siempre ha sido tu hijo el que no me deja en paz. Si alguien ha estado persiguiendo a otro, ha sido él detrás de mí, ¿de dónde sacas que fui yo?”
“¡Bien dicho, muy bien dicho!”
Para su sorpresa, Basilio no se enojó, sino que la aplaudió con entusiasmo. Le encantaba la franqueza de Adriana y, además, ella no solo era directa, sino también muy hermosa, lo cual hizo que sus ojos brillaran.
Sin embargo, Adriana estaba harta y no tenía ganas de seguir hablando con él. Se dio la vuelta para irse, pero Basilio la siguió, caminando a su lado mientras decía: “Pero eres mil veces mejor que esa tal Fabiana, realmente creo que es una lástima.”
Basilio sacudió la cabeza, como si realmente sintiera pena por Adriana.
Ella no entendía de qué estaba lamentándose y volvió a soltar una risa sarcástica, dispuesta a
marcharse.
Justo entonces, la puerta frente a ellos se abrió y apareció Celeste con un bolso en mano. Al ver a Adriana y Basilio saliendo juntos, se detuvo de golpe, con los ojos abiertos de par en par: “¿Qué hacen ustedes dos juntos?”
Su voz era tan aguda que casi podía levantar el techo. Luego, señalando a Adriana, exclamó: “No te bastó con intentar seducir a Rodrigo y Joel, ¿ahora quieres seducir a mi marido? ¡Qué descarada eres!”
Adriana había sido insultada por Celeste muchas veces antes, así que esta vez no se sintió tan ofendida, solo le pareció ridículo y respondió: “Hablas de descaro, pero yo creo que la descarada eres tú.”
“¿Qué dijiste?”
Celeste quedó atónita. Después de todo, ella era la suegra de Adriana, la madre de su exmarido, ¿cómo se atrevía a hablarle así?
Estaba tan furiosa que quiso golpear a Adriana, pero Basilio la detuvo: “¿Qué te pasa? ¡Detente!”
Al ver que Celeste y Basilio estaban a punto de enzarzarse en una pelea, Adriana le dijo con desdén: “Cada vez que ves a una mujer con tu marido, crees que es su amante. ¿Cuánta inseguridad sientes para hacer algo así? Además, insultas a todos tan fácilmente, ¿eso no es ser descarara? Yo diría que no solo eres descarada, sino que ni siquiera te das cuenta.”
Las palabras de Adriana casi hicieron que Celeste escupiera sangre de la rabia. Intentó
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responder, pero sus labios temblaban tanto que no pudo articular palabra.
Al ver que esa loca se había quedado muda, Adriana la miró con desdén y se fue, abriendo la
puerta.
“¡Esa maldita es verdaderamente detestable! ¿Cómo pudieron tus padres elegir a una mujer así para casarse con nuestro hijo? ¡Eso fue una desgracia para nosotros!”
Celeste ya no podía ver a Adriana, pero aún temblaba por la ira acumulada, lanzando insultos furiosos.
Basilio soltó una risa fría: “¿Aún tienes el descaro de insultarla? Yo creo que ella es cien veces mejor que tú. Casarme con alguien como tú, eso sí fue una maldición.”
“¿Qué dijiste?”
Basilio se puso del lado de esa mujer, por lo que Celeste sintió que quería desgarrar a Adriana.
“Lo que dije fue literal, si no lo entiendes, ese es tu problema.”
Basilio estaba tan harto de ella que decidió no discutir más, la rodeó y se fue.
Fue entonces cuando Celeste recordó por qué estaba allí y gritó: “¡Espera!”
Se acercó a Basilio, tratando de controlar su enojo: “Vine a buscarte por un asunto importante.”
Basilio se detuvo y la miró fríamente, como si dijera “Veamos qué asunto importante puedes
tener.”
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