Capítulo 406
Si no la estuviese siguiendo, ¿cómo habría sabido dónde estaba ella?
Rubén no respondió directamente, sino que dijo: “Baja en cinco minutos o subiré a buscarte yo mismo.”
Esa amenaza tan clara enfureció a Cecilia, quien respondió: “¡Atrévete a venir a buscarme, pero no me culpes si me pongo ruda contigo!”
“Jeje, quiero ver cómo te pones ruda conmigo.”
La actitud de Rubén era tan desagradable que Cecilia, enfadada, lo llamó “idiota“, luego colgó el teléfono de inmediato.
La discusión entre los dos se escuchó claramente a través del teléfono, Adriana lo había oído todo, así que preguntó: “¿Rubén está abajo? Si quieres, puedo ir a hacer que se vaya.”
“Está bien, ve y échalo.”
Cecilia no quería lidiar con Rubén en ese momento, así que dejar que Adriana se encargara le pareció una buena idea, especialmente porque Rodrigo tenía interés en ella, por lo que Rubén probablemente no se atrevería a hacerle nada a su amiga.
Adriana bajó y vio un auto de lujo negro estacionado al costado de la calle. Rubén estaba recostado contra la puerta del auto, con una expresión seria, claramente molesto.
Adriana se acercó y dijo: “Ceci no quiere verte. Tampoco quiere volver a casa. Será mejor que te vayas.”
Como si no la hubiera escuchado, Rubén respondió directamente: “Que baje a verme.”
Apretando los puños con una expresión un tanto feroz, agregó: “Ella es mi esposa.”
La palabra “esposa” la pronunció con énfasis, lo cual le pareció muy gracioso a Adriana: “Puedes no amar a Cecilia, pero no la trates como una tonta, ¿quieres? Después de todos estos años juntos, tú sabes la diferencia en cómo has tratado a Cecilia y a Dolores. Lo sabes muy bien, así que, si piensas que después de todo lo que has hecho, Cecilia aún querría estar contigo, no sé qué decirte.”
Rubén no era tonto. Sabía perfectamente lo que le había hecho a Cecilia, simplemente había estado aprovechándose de que ella lo amaba, derrochando su amor sin medida. Un rastro de distorsión apareció en sus ojos y por un momento no dijo nada.
Adriana lo miró de reojo y comentó: “Vuelve a casa y piensa bien qué es lo que realmente quieres. Si quieres a Cecilia, no puedes tratarla como lo has estado haciendo, y todo el daño que le causaste debe ser compensado con creces. Si no estás dispuesto a dar nada y esperas que Cecilia te trate como antes, entonces, mejor vete y ahorranos el mal rato.”
Después de decir eso, Adriana se dio la vuelta y se fue. Rubén no la llamó de regreso, pero tampoco subió al auto. Simplemente miró hacia la ventana del piso superior, perdido en sus
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pensamientos.
Al regresar arriba, Adriana miró por la ventana y notó que el auto de Rubén ya no estaba, así que comentó: “Parece que se fue, y probablemente no volverá a molestarte, Ceci. ¿Qué piensas hacer ahora?”
“No lo sé.” Cecilia se acercó y la abrazó. “Me siento tan cansada.”
El cansancio de Cecilia no era físico, sino emocional, y Adriana lo entendía bien, por lo que le dio unas palmaditas en la espalda, sin decir nada.
En ese momento, el teléfono de Cecilia sonó de nuevo. Ella lo revisó y dijo: “Noé me escribió, quiere que salgamos a tomar algo.”
Adriana miró de reojo y preguntó: “¿Quieres ir?”
Sabía que Cecilia y Noé estaban en una etapa de coqueteo. Decían que eran amigos, pero ya habían cruzado ciertos límites en el pasado. No eran solo amigos, aunque aparentemente no habían llegado a ser amantes por completo.
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