Capítulo 435
La mujer que estaba comunicándose con el hombre de gafas de sol era precisamente Celeste. Ella se encontraba junto a la ventana, sujetando su teléfono y con una mirada sombría. Pensaba que, al llevar a Adriana a esa fábrica abandonada, esta se despertaría llorando y gritando. Así, el hombre podría aprovechar su desesperación y enojo para darle una lección contundente. Sin embargo, Adriana se mostró bastante tranquila, lo que hacía que todo el plan careciera de diversión. Esa pequeña desgraciada realmente era frustrante. Celeste entornó los ojos, oscureciéndose su mirada.
Una criada se acercó a llamarla, informándole que alguien la buscaba afuera, así que asintió rápidamente y fingiendo estar de buen humor, regresó al salón de la fiesta.
En efecto, la casa principal de la familia Suárez estaba celebrando una fiesta: era el cumpleaños de Celeste.
que ella se Eric nunca había simpatizado con Celeste, pero tampoco tenía intención de divorciara de Basilio. Después de todo, para él, Celeste y Basilio eran tal para cual, y si se separaban, podrían causarles problemas a otras personas, lo cual no era deseable.
Dado eso, Celeste seguía siendo la señora Suárez y, en un evento tan importante como su cumpleaños, Eric decidió mostrarle un poco de respeto, permitiéndole celebrar una fiesta en grande en la casa principal.
Para esa fiesta de cumpleaños, Celeste había invitado a mucha gente, incluso había llamado a Fabiana, quien la acompañó durante un rato en la fiesta, pero al mirar alrededor y no ver a Rodrigo, le preguntó a una criada por su paradero y se dirigió hacia el piso superior.
En la ventana del segundo piso, Rodrigo, vestido con un traje gris, se apoyaba en el marco, observando una pintura en la pared con una expresión indiferente, perdido en sus pensamientos.
“Rodrigo,” lo llamó Fabiana al acercarse a él, levantando la mirada para verlo. “¿Qué haces?”
“Nada,” respondió él fríamente y sin mirarla. “¿No están celebrando la fiesta abajo? Deberías ir.”
Era una clara insinuación para que se marchara, por lo que Fabiana mordió sus labios, sintiéndose muy herida.
Llevaba días notando que Rodrigo estaba actuando de forma extraña. Se decía que últimamente, como un adicto al trabajo, ni siquiera regresaba a su apartamento, descansando en la oficina del presidente.
Dormía un poco y comenzaba a trabajar muy temprano, continuando hasta altas horas de la noche antes de volver a dormir. Se había convertido en un obsesivo del trabajo, lo cual no era propio de él. Claramente, estaba usando el trabajo para anestesiarse y evitar enfrentar algunas cuestiones. ¿Estaba huyendo de la partida de Adriana?
Solo pensar en eso hacía que Fabiana se llenara de celos. Sin embargo, sabía que Adriana ya
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se había ido y no era apropiado hablar mal de ella frente a Rodrigo, así que solo pudo tragarse su enojo y decir: “Pues, me voy. No has comido nada esta noche, deberías bajar a comer algo.”
Rodrigo asintió, sin prestarle más atención.
Mientras tanto, Adriana estaba encerrada en esa fábrica abandonada. Como el hombre de las gafas de sol se había llevado su bolso y maleta, su teléfono y otras pertenencias estaban allí, al estar atada, no podía ver la hora, así que no tenía idea de qué hora era.
Sin embargo, la luz que se filtraba por las altas ventanas de la fábrica iba disminuyendo poco a poco, indicando que estaba oscureciendo, lo que hacía que el enorme lugar se volviera aún más sombrío y escalofriante.
Adriana estaba sentada, con las manos atadas a la espalda y las piernas atadas a las patas de la silla. Era una postura muy incómoda, así que permanecía inmóvil, con los ojos cerrados, tratando de conservar su energía.
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