Capítulo 456
Adriana sabía cómo hacer vendajes. Hace un momento, había vendado a Iván con mucha destreza, pero ahora se negaba a ayudarlo a él. ¿No quería ayudarlo? ¿Cuántas personas ocupaban un lugar más importante que él en el corazón de Adriana?
Rodrigo ni siquiera se atrevía a pensar en esas cosas, porque solo de pensarlo, le dolía el alma. Adriana estaba a punto de rechazar nuevamente, ya que para ella, hacer vendajes era algo que solo se hacía entre familiares, amigos o parejas; que dos personas sin relación cercana hicieran eso le parecía demasiado íntimo.
Pero justo cuando estaba a punto de hablar, Rodrigo se acercó a ella y le dijo: “Ayer te salvé, ¿no querías agradecerme por haberte salvado la vida? Entonces, devuélveme el favor ayudándome con el vendaje.”
Con una simple frase, Rodrigo la dejó sin palabras. Era cierto, él le había salvado la vida el día anterior, y ahora solo le estaba pidiendo que lo ayudara con un vendaje. No era un pedido exagerado, ¿cómo podría negarse?
Adriana se levantó de la cama con cuidado y apoyándose en una muleta, se acercó a él: “Te haré el vendaje.”
Se sentó en el mismo lugar de antes, y Rodrigo se sentó a su lado. Adriana vertió un poco de alcohol en un algodón y lo aplicó suavemente sobre la herida en el rostro de Rodrigo. Luego, con un hisopo, sacó un poco de pomada y la extendió con delicadeza.
Mientras Adriana hacía todo eso, él no dejaba de mirarla fijamente a los ojos. Su mirada era tan intensa que ella sintió su rostro enrojecer y no se atrevía a levantar la vista para mirarlo.
Finalmente, cuando terminó el vendaje, Adriana suspiró aliviada. No había manera de evitarlo; cada vez que estaba cerca de Rodrigo, se ponía nerviosa, especialmente ahora que él sabía que estaba embarazada.
Aunque Rodrigo no sabía que el bebé que esperaba era suyo, ella no podía evitar sentir como si estuvieran juntos como una familia y esa sensación la ponía aún más nerviosa, solo cuando terminó con el vendaje pudo sentirse un poco más tranquila.
“Ya está listo.” Le informó Adriana.
Aunque no lo dijo directamente, en realidad estaba insinuando que quería que Rodrigo se marchara. Sin embargo, él no se movió, e incluso le tomó la muñeca.
“Adriana, ¿de quién es el bebé que estás esperando?” Rodrigo finalmente no pudo contenerse y le hizo la pregunta que tanto lo atormentaba. “¿Con quién has estado?”
Adriana apretó los labios con fuerza, cada vez que Rodrigo hacía esa pregunta, le parecía absurda porque el bebé que esperaba era suyo. Claro que Rodrigo no lo sabía, así que no lo culpaba, pero era una pregunta que simplemente no podía responder.
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“No puedo decirtelo, dijo Adriana bajando la cabeza, incapaz de mirarlo a los ojos. “Es un asunto personal, tengo derecho a no decirtelo.”
Adriana tenia razón, asi que Rodrigo guardó silencio y no insistió más, aunque sentía como si su corazón estuviera siendo atravesado por un cuchillo; ella había estado con alguien más, y ni siquiera quería decirle el nombre de ese hombre. En su mente, esas palabras se repetían una y otra vez, causándole un dolor insoportable.
“¿Cuántos meses tiene el bebé?” Preguntó Rodrigo, con los ojos enrojecidos.
Adriana se quedó en silencio un momento antes de responder: “Tres meses.”
Tres meses.
Esa respuesta hizo que el corazón de Rodrigo doliera hasta el extremo. En ese entonces aún no se habían divorciado, y resulta que ella ya estaba embarazada.
“Cuando estabas con ese hombre, ¿todavía pensabas en mí?” Rodrigo levantó la cabeza, sin saber siquiera cómo había conseguido pronunciar esas palabras.
Al escuchar esa pregunta, el corazón de Adriana dio un vuelco. Mordiendo sus labios, respondió: “No, hace mucho que dejé de quererte.”
Desde que Rodrigo había descubierto que ella lo amaba, Adriana había sentido temor, aunque no sabía exactamente a qué, quizás temía perder su dignidad ante él.