Capítulo 457
Así que, aprovechaba cada oportunidad para dejarle claro que ya no sentía nada por él, intentando recuperar un poco de su dignidad.
Lo que ella no sabía era que esas palabras golpearon el corazón de Rodrigo como un martillo, destrozándolo por completo. El dolor abrumador lo torturaba; aquel hombre, siempre tan fuerte como el acero, dejó que una lágrima rodara por su rostro mientras sus ojos se enrojecían.
Adriana miró a Rodrigo sorprendida. ¿Él estaba llorando?
“Tú…”
Por instinto, extendió la mano, pero sin saber qué hacer, la retiró rápidamente.
Con los ojos profundamente rojos, Rodrigo dejó caer lágrima tras lágrima. Apretó fuertemente los dientes, con una tormenta de emociones en sus ojos, como si quisiera decir miles de palabras, pero sin poder pronunciar ninguna. De repente, se levantó, se dio la vuelta, limpió sus lágrimas y se marchó.
Después de que Rodrigo se fue, Adriana se quedó en el sofá, sin poder reaccionar. ¿De verdad había llorado delante de ella? ¿Estaba tan dolido por no ser correspondido? ¡Era difícil de creer! Como si compartieran un mismo corazón, un sentimiento de tristeza empezó a envolver a Adriana. Se llevó una mano al pecho y mordió sus labios con fuerza, tratando de contener las lágrimas, luego se levantó para regresar a la cama. No comprendía lo que estaba sucediendo con Rodrigo, solo sabía que ella también se sentía mal, pero no quería llorar por algo así, así que se contuvo.
Mientras estaba sentada en la habitación, otra visita inesperada llegó. Para su sorpresa, esta vez eran Vicente, Camila y Bárbara quienes entraron juntos, como una familia unida.
Al verlos entrar así, Adriana esbozó una sonrisa sarcástica, pero rápidamente la disimuló, diciendo: “Papá, viniste.”
Después de que Bárbara intentara atentar contra su vida y todo saliera a la luz, Adriana y Camila ya no se soportaban. Vicente había protegido a Bárbara, por lo que sentía cierta culpa hacia Adriana y al notar su actitud fría hacia Camila, decidió no mostrar desagrado.
Camila estaba furiosa. ¿Cómo se atrevía Adriana a ignorarla y no saludarla siquiera?
Pero no podía demostrarlo, tenía que mantener su imagen de mujer amable y bondadosa frente a Vicente.
“Sí, escuché que tuviste un accidente ayer. ¿Cómo estás?” Vicente tomó una silla y se sentó junto a la cama, hablando con un tono grave.
Adriana sonrió levemente, sabía que Vicente valoraba la calma y compostura, así que mantuvo esa actitud al responder:
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“Fue un momento bastante peligroso, pero al final no pasó nada grave. Mi amigo ya está investigando quién fue el culpable, y pronto tendremos resultados.”
Al ver que Adriana no se había derrumbado tras pasar por una experiencia tan grave, Vicente se sintió orgulloso y asintió con satisfacción.
Bárbara y Camila, que observaban la escena, estaban furiosas.
En ese momento, Vicente recibió una llamada de un director de la empresa, así que salió para atenderla.
En la habitación solo quedaron Adriana, Bárbara y Camila, por lo que esas dos mujeres no tardaron en mostrar su verdadera naturaleza.
Bárbara señaló a Adriana y dijo: “Mira, nunca has tenido suerte en la vida. Primero, te deformaron la cara y te ridiculizaron, ahora, aunque te curaste, te secuestraron y te dejaron coja. Realmente, das pena.”
La mirada de Bárbara estaba cargada de desprecio, pero Adriana la miró fríamente y preguntó: “¿Eso es todo lo que sabes decir? Tratas de ridiculizarme sin motivo, sin una pizca de empatía ni educación. Es obvio, desde pequeña has tenido la cabeza llena de paja, así que, eso es todo lo que puedes lograr.”