Capítulo 46
Cecilia, con su habitual eficiencia, no tardó en contactar a un abogado. Después de añadir a Adriana a la conversación, intercambiaron unas palabras con él.
Por la noche, cuando regresó a casa, Adriana se sentó frente a su computadora y redactó una declaración.
En la declaración, dejaba claro que renunciaba voluntariamente a su matrimonio con Rodrigo y que estaba conforme con todos los términos del acuerdo de divorcio.
Además, se comprometía a no acosar a Rodrigo en el futuro ni intentar anular el acuerdo de divorcio. Si incumplía esta promesa, tendría que pagarle a Rodrigo una indemnización
exorbitante.
A la mañana siguiente, Adriana fue a la oficina del abogado para oficializar la declaración mediante una certificación notarial, dándole así validez legal.
Con la declaración firmemente sujeta entre sus manos, se dirigió a la sala de descanso de Fabiana y tocó la puerta con determinación.
Desde adentro, se escuchó una voz diciendo “adelante“, y Adriana entró con una presencia imponente. Dejó la copia de la declaración frente a Fabiana, quien la observaba con asombro, y declaró con firmeza, pronunciando cada palabra con claridad:
“Fabiana, escucha bien. Nunca, en ningún momento, he querido salvar mi matrimonio con Rodrigo.”
“Estuvimos tres años casados y en todo ese tiempo él nunca regresó a casa ni una sola vez. ¿De qué serviría tratar de salvar ese matrimonio? No sé si tienes un problema en la cabeza o sufres una paranoia desmedida, pero no logras entender esto.”
“Ya que no lo entiendes, te voy a ayudar a resolverlo.”
“He escrito una declaración en la que afirmo que Rodrigo y yo nos divorciamos por mutuo acuerdo y que no volveré a buscarlo ni a interferir en su vida de ninguna manera. Así que te pido que, de ahora en adelante, dejes de molestarme.”
“¿Sabes qué? Cada vez que vienes a advertirme que no me acerque a Rodrigo, me resulta realmente ridículo. ¿Cuándo he hecho eso?”
“Esta declaración ha sido certificado por un abogado y tiene validez legal. Así que puedes estar tranquila. Si no me crees, puedes buscar a un abogado para que la revise.”
“Eso es todo lo que tengo que decir. No te voy a reclamar por la vez que provocaste que me acosaran en línea con tus artículos. Lo dejaré pasar como un acto de buena voluntad de mi parte.”
“Pero ahora que te he entregado la declaración, no vuelvas a molestarme por lo de Rodrigo.”
“Y si sucede de nuevo, Fabiana, te advierto, no soy alguien fácil de intimidar.”
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Después de sus palabras, la sala de descanso quedó en silencio. Adriana mantenía una mirada decidida, mientras que el rostro de Fabiana mostraba un claro disgusto.
En ese momento, Rodrigo, quien había estado sentado en el sofá, se levantó de repente y con el rostro serio, se dirigió hacia Adriana con pasos firmes.
Desde la puerta, el sofá quedaba en un punto ciego, por lo que no era posible que Adriana se percatara de la presencia de Rodrigo.
Cuando él se detuvo frente a ella con el rostro serio, Adriana se mostró sorprendida.
Aunque esa sorpresa duró solo un instante, y rápidamente bajó la mirada.
Rodrigo había estado en la sala de descanso todo el tiempo, lo que significaba que había escuchado todo lo que le dijo a Fabiana. Quizás era lo mejor.
De esta manera, el hombre entendería que realmente quería divorciarse de él y dejaría de recriminarle por aquella grabación.
Una vez que Adriana comprendió esto, aunque se sintió triste, también experimentó un ligero alivio. Se dio la vuelta, dispuesta a irse.
Rodrigo la sujetó del brazo con determinación. Su enojo era palpable, reflejada en su expresión endurecida por la ira. Luego, le preguntó: “¿Qué significa esto?”
“¿A qué te refieres?”
Adriana alzó la mirada hacia él, con una claridad en sus ojos.
Rodrigo, bajo la mirada preocupada de Fabiana, recogió la declaración y la revisó rápidamente.
Después de leerla, las venas en su sien comenzaron a latir con fuerza.
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