Capítulo 57
Adriana recordó aquellos momentos del pasado, y una cálida sensación de nostalgia le invadió el corazón. Con cariño, cogió los utensilios y sirvió a Iván un trozo de su platillo favorito.
En ese instante, el teléfono de Iván sonó. Era su agente, quien le informó sobre un evento urgente al cual debía asistir de inmediato. Después de colgar la llamada, Iván suspiró, se preparó rápidamente y se marchó, dejando a Adriana cenando sola.
Pocos minutos después, el timbre de la puerta resonó. Adriana pensó que Iván había regresado. Se asomó por la mirilla, pero para su sorpresa, vio a Rodrigo afuera.
Adriana quedó atónita.
¿Cómo era posible que Rodrigo estuviera allí? ¿Cómo sabía él dónde vivía?
“Toc, toc, toc.”
“Adriana, abre la puerta.”
Al acercarse a la mirilla, la luz desde el interior se bloqueaba, revelando la presencia de alguien en el interior. Rodrigo lo sabía bien y por eso habló.
Adriana se enderezó rápidamente, pidió un momento, se puso una mascarilla y fue a abrirle la puerta a Rodrigo.
“¿Estabas cenando?”
Rodrigo entró y vio el burbujeante guiso sobre la mesa, junto a dos platos y dos juegos de cubiertos. Su expresión se volvió seria, y preguntó: “¿Con quién estabas cenando?”
“Cecilia.”
Respondió Adriana sin pensarlo, casi de manera instintiva.
Rodrigo echó un vistazo alrededor. Adriana vivía en un apartamento de una habitación, y desde donde estaba podía ver claramente que el dormitorio estaba vacío. La cocina y el baño
tampoco daban signos de estar ocupados.
Se volvió hacia ella: “¿Dónde está Cecilia?”
“Se fue,” respondió Adriana. “Mientras cenábamos, le surgió algo y se tuvo que ir.”
Rodrigo asintió, y en ese momento su teléfono empezó a sonar. Vio el nombre de Rubén en la pantalla y contestó: “¿Qué pasa?”
“Rodrigo,” la voz de Rubén se escuchó al otro lado.
El ambiente era tan silencioso que Adriana también pudo escuchar con claridad.
“Estoy con Cecilia en el centro comercial. Este mes lanzaron nuevos modelos del reloj que te gusta. Te enviaré fotos para que elijas uno.”
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Capitulo 57
Rodrigo lanzó una mirada fría y fugaz a Adriana. A pesar de su mascarilla, ella no pudo ocultar
su sorpresa.
Al notar la mirada de Rodrigo, la sorpresa de la mujer se transformó en vergüenza.
Inclinó la cabeza, deseando desaparecer.
Rodrigo volvió su atención al teléfono y preguntó: “¿A qué hora saliste con Cecilia?”
“Llevamos fuera desde el mediodía,” respondió Rubén. “¿Por qué?”
Rodrigo le echó otra mirada a Adriana, quien ahora tenía la cabeza tan baja que casi tocaba su pecho, su rostro ardía de vergüenza.
Rodrigo dijo “nada“, y colgó la llamada.
Luego, se volvió hacia Adriana.
Adriana entrelazó nerviosamente sus diez dedos, su corazón latía con fuerza, sin saber cómo explicarse ante Rodrigo.
No solía mentir, y esta vez que lo hizo, había sido descubierta al instante. Era terriblemente incómodo.
“¿Por qué me mentiste?”
La voz de Rodrigo sonó por encima de ella, serena pero con una sutil amenaza
Adriana pensó que aunque Rodrigo no se preocupaba por ella, alguien en su posición debia detestar ser engañado. Ahora que había sido engañado, su reacción no podria ser buena.