Capítulo 87
“Ceci.”
Adriana no miró a nadie más y fue directamente al lado de Cecilia, susurrándole: “No hables con ellos, vámonos.”
Quería llevarse a Cecilia de allí.
Rodrigo se interpuso en su camino y frunció ligeramente el ceño: “¿Tú también viniste?”
Era comprensible que Cecilia, con sus muchos contactos, hubiera averiguado que estaban allí, pero ¿cómo es que Adriana también había llegado?
“Fue ella quien me lo dijo.” Adriana echó un vistazo frío a Fabiana que estaba detrás de él.
Rodrigo se dio la vuelta y preguntó: “¿Le enviaste un mensaje?”
“Así es.”
Fabiana se acomodó el cabello con un gesto perezoso y seductor.
“Vi que la amiga de la Srta. Noriega había llegado, y parecía que había venido a escondidas de la Srta. Noriega, así que le envié un mensaje.”
“No tenía ninguna mala intención, solo quería informarla.”
Rodrigo no dijo nada, la tenue luz de la caja caía sobre su cabello, haciendo que sus ojos se vieran aún más oscuros, sin dejar entrever sus emociones.
Adriana no quería enredarse con ellos; cuando Fabiana le envió el mensaje, ella estaba saliendo a comprar algo, pero entonces se apresuró a llegar allí.
No esperaba que al entrar, no solo vería a Rodrigo, sino que también Rubén y Dolores estaban presentes.
Sabía muy bien cuál era la influencia que Rubén tenía sobre Cecilia, y verla a ellos juntos sin duda la haría sentir mal; solo quería llevarse a Cecilia de allí.
Apretó la mano de esta, intentando nuevamente llevársela.
Pero esta vez, quien la detuvo fue Rubén.
“Adriana.”
La voz de Rubén era fría, y sus ojos mostraban cierto descontento.
Siempre había tenido a Adriana atravesada, y ahora con este nuevo incidente, su disgusto se incrementó.
“Tu matrimonio con Rodrigo es solo un acuerdo, ¿por qué te importa con quién tenga hijos Rodrigo? ¿Acaso tienes ilusiones con él?”
“Si es así,” sus ojos mostraban una pizca de burla, “eres demasiado ingenua y, además, muy
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patética.”
El comentario hizo que la mente de Adriana casi estallara.
¿Rubén decía que ella era ingenua y patética?
A su lado, Dolores apoyó que la burlase diciendo: “Sí, ¿no crees que hay algo mal con el rostro de la Srta. Noriega? De ser así, tú y el Sr. Suárez no son una buena pareja, la Srta. Martínez, alguien de su calibre, es quien encaja con el Sr. Suárez.”
Estas personas la ridiculizaban sin piedad, y Adriana estaba llena de indignación, pero no sabía
cómo defenderse.
Todos creían que ella se aferraba a Rodrigo, pero ya le había entregado un documento de garantía, ¿tenia que exhibirlo para demostrar que no quería seducirlo?
No, eso sería demasiado humillante.
Adriana mordió su labio, sintiéndose impotente y enojada consigo misma.
Fue entonces cuando Rodrigo habló de forma repentina.
Su apuesto rostro estaba cubierto por una capa de hielo delgado, y dijo con voz fría: “Adriana no es así, no la malinterpreten.”
Ante estas palabras, Fabiana, Rubén y los demás se quedaron atónitos.
Rodrigo no solía inmiscuirse en asuntos ajenos; si hablaba, era porque algo o alguien le importaba mucho. ¿Le importaba Adriana?
Eso era imposible.
Adriana, esa mujer poco agraciada, ¿qué hombre en su sano juicio se preocuparía por ella?
Rubén no podía entenderlo, solo estaba atónito, pero Fabiana encendió todas las alarmas en su
mente.
No era la primera vez; Rodrigo ya había mostrado interés por Adriana en otras ocasiones, y ya había perdido la cuenta de cuántas veces había sucedido. ¿Qué debía hacer ahora?
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