Capítulo 9 Encontró a la Sanadora Milagrosa
Isabel lanzó una rápida mirada a Javier, sus ojos fríos e ilegibles.
-Gracias, pero no hace falta.
Luego abrió la puerta y salió a toda prisa. Javier se quedó allí de pie, mirando la puerta cerrada durante un par de segundos antes de sacar el teléfono y hacer una llamada.
-Averigua qué pasa con los Zárate.
-Sí, jefe.
Una vez que Samuel se recompuso, se volvió hacia Javier.
-¿Por qué estás investigando esto?
-¿No crees que estaba actuando de forma extraña hace un momento? -preguntó Javier.
Samuel pensó en el comportamiento de Isabel. Sinceramente, era bastante espeluznante. Además, la vibración intensa y aterradora que desprendía se parecía mucho a cómo se ponía Javier cuando estaba enfadado. Pero, ¿por qué iba a importarle a Javier el extraño comportamiento de Isabel?
Mientras Samuel seguía preguntándoselo, Javier recibió una llamada de su ayudante.
-¿Encontraste algo?
«Eso fue rápido», pensó.
-No se trata de los Zárate. Hemos encontrado al conductor que atropelló al señor Samuel hace unos años.
La expresión de Javier se volvió seria.
-iTráiganlos aquí!
-Entendido.
Mientras tanto, Isabel entró corriendo en el hospital. Irrumpió en la habitación y vio a su hermano, Rogelio, tumbado en la cama, con aspecto pálido y débil. Colin le había dicho por teléfono que su hermano tenía las costillas rotas, pero viéndolo ahora, era obvio que las cosas estaban peor de lo que ella pensaba.
-Isa, ¿qué haces aquí? -Rogelio parecía asustado y preocupado al ver a Isabel.
No quería que Isabel lo viera así, temía que se preocupara y se culpara. Isabel podía leer todas esas emociones encontradas en la cara de Rogelio. Incluso en ese estado, seguía pensando en ella.
Sintiéndose abrumada, los ojos de Isabel se llenaron de lágrimas. Corrió al lado de Rogelio y le dijo:
-Rogelio, lo siento mucho. Es culpa mía que estés así.
En su vida pasada. era huérfana v nunca conoció el calor de la familia. Esta vez. sentía que el destino la
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Capítulo 9 Encontró a la Sanadora Milagrosa
compensaba dándole un hermano tan increíble.
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-Isa, no llores. Estoy bien. Estaré bien después de unos días de descanso le dijo Rogelio con dulzura, hablándole como lo haría con un niño, mientras le acariciaba suavemente la espalda.
Cuanto más la consolaba, más le costaba a Isabel contener las lágrimas. Dijo que estaba bien, pero con las costillas rotas, no era algo que se curaría en pocos días. Aunque ella misma se ocupara de él, no sería tan rápido recuperarse del todo. Por lo general, las heridas de este tipo tardaban al menos cien días en curarse.
Isabel miró lentamente a Rogelio y, al ver las graves quemaduras de su rostro, frunció el ceño de inmediato. Las quemaduras de Rogelio en la cara eran de cuando la salvó de niña. La secuestraron y quedó atrapada en un incendio, y Rogelio se lanzó a las llamas para rescatarla, lo que le produjo las cicatrices que aún conserva.
Más de una década después, las quemaduras de su cara seguían siendo graves. Por aquel entonces, Rogelio era el rompecorazones de la escuela desde la primaria hasta la universidad, pero fue por culpa de ella por lo
que acabó con estas inquietantes cicatrices.
Ella tomó una decisión. Iba a curarle la cara.
Decidida, Isabel cogió la mano de Rogelio y le tomó el pulso.
—Isa, ¿qué estás haciendo? —Rogelio la miró, desconcertado.
-Tomándote el pulso.
-¿Me tomas el pulso? ¿Cuándo aprendiste medicina? -Rogelio la miró sorprendida.
-Lo aprendí por mi cuenta y no se lo he dicho a nadie -respondió Isabel. No creía que fuera necesario mentir, pero hablar de haberse reencarnado sonaría demasiado increíble. Algunos incluso pensarían que se había vuelto loca por el estrés de Conrado. Pero la verdad era que se había convertido por completo en Isabel. No era solo la Isabel la Sanadora Milagrosa, sino también la Isabel de los Zárate.
Isabel bajó la mano de Rogelio y miró el informe del examen que colgaba junto a la cama. Tenía dos costillas rotas y varias lesiones en los tejidos blandos. Solo podía imaginar cuántos puñetazos debió de recibir su hermano y cuánto había sufrido aquel día.
Sus dedos se cerraron en un puño. «Conrado, Eva, iesperen! Me aseguraré de que paguen por esto», pensó.
Después de calmarse un poco, Isabel volvió al lado de Rogelio, se inclinó hacia él y estudió su rostro con detenimiento.
-Isa, no mires tan de cerca. Es feo y solo te asustará -Rogelio volvió la cabeza, bajando los ojos para ocultar la tristeza.
-Rogelio, no eres feo en absoluto. No das miedo. Eres el tipo más guapo que hay.
Los ojos de Rogelio parpadearon ante sus palabras, su pecho subía y bajaba un poco irregularmente, Al ver su reacción, Isabel supo que aunque él siempre decía que no le importaba su aspecto, en el fondo, ¿quién no querría verse bien si pudiera?
-Rogelio, sé cómo arreglarte la cara.
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Capitulo 9 Encontró a la Sanadora Milagrosa
-¿Qué has dicho? -Rogelio se volvió hacia ella, totalmente sorprendido.
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-Siento haberte ocultado tantas cosas. La verdad es que… conozco a la Sanadora Milagrosa. De hecho, es mi mentora.
En cuanto Isabel dijo esto, vio la sorpresa en los ojos de Rogelio. Justo cuando iba a decir algo más, una voz molesta los interrumpió de repente.
-Isabel, ¿cómo tienes siquiera el valor de enfrentarte a tu hermano? Si no fuera por ti, ¿estaría así? -Colin irrumpió desde fuera, gritándole enfadado a Isabel.
En cuanto apareció Colin, Rogelio escudó inmediatamente a Isabel detrás de él.
-Papá, esto no es culpa de Isa. No te desquites con ella.
-¿No es culpa suya? Si no fuera por ella, ¿estarías en este lío? Y eso ni siquiera es lo peor. ¡Por su culpa, los Jara se están echando atrás en el trato que acabamos de firmar! ¿Tienes idea de cuánto tiempo, dinero y esfuerzo he puesto en este proyecto? Si se echan atrás, ¿sabes cuánto perderá nuestra familia?
Cuanto más pensaba Colin en ello, más se enfadaba con solo mirar a Isabel.
-Isabel, acaso me has escuchado por teléfono? ¡Ve a la residencia Jara y disculpate ahora mismo! Si Conrado no te perdona, no te molestes en volver.
Isabel se quedó allí, con la cara desencajada, mientras Colin seguía gritando, sintiéndose completamente entumecida por dentro.
—Papá, no puedes hacer que Isa se vaya, ella…
-¡Cállate! -interrumpió Colin, furioso, y se volvió hacia Isabel-. ¿Qué haces ahí parada? ¡Muévete!
Colin alargó la mano y agarró a Isabel bruscamente, sin mostrar ninguna contención. Pero en cuanto su mano tocó su ropa, ella la apartó de un manotazo. Colin retrocedió varios pasos, con los ojos desorbitados mientras miraba a Isabel. Rogelio acababa de levantarse de la cama y lo que vio le dejó atónito.
-¿Te atreves a defenderte de mí? -Colin fulminó a Isabel con la mirada, furioso.
Isabel realmente se resistió. En el pasado, no importaba lo mal que la tratara su padre, ella se quedaba ahí parada como una estatua,
-¿Y si no? ¿Solo quedarme aquí y aguantarlo mientras me pegas y me gritas? Sí, soy tu hija, pero también soy una persona independiente. Nadie puede obligarme a hacer algo que no quiero los ojos de Isabel eran fieros, mostrando una mezcla de rebeldía y terquedad.
-¡Esto es increíble! —La cara de Colin adquirió un tono morado de enfado.
Justo entonces entraron Amelia y su hija, Lillian.
-Cariño, los niños son unos ignorantes. No dejes que te alteren y empeoren tu salud -dijo Amelia, dándole una palmadita suave en la espalda a Colin.
-Sí, Isa, papá no está bien. ¿Por qué le haces enfadar tanto? -dijo Lillian, tendiéndole una taza de agua
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Capítulo 9 Encontró a la Sanadora Milagrosa
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Colin miró a Amelia y a Lillian. Aunque no estaban emparentadas por la sangre, una era su solidaria csposa y la otra era su orgullo y alegría. Para él, cran las personas más cercanas de su vida. Luego miró a su propia hija, Isabel, que no parecía más que un problema.
-¿Cómo he acabado teniendo una hija como tú?-se burló Colin, señalando a Isabel-. Si fueras siquiera una fracción de lo buena que es Lili, me despertaría feliz en mitad de la noche.
Después de que Colin dijera eso, Isabel notó que Lillian le dirigía una mirada petulante y burlona. Entonces recordó de repente algo que Lillian le había dicho una vez: «¿Y qué si eres una joven rica? Voy a pisotearte. No te soporto, así que te lo quitaré todo. Tu padre será mío, y tu hermano también».
Rogelio se puso delante de Isabel, agarrándose el pecho.
-Papá, solo haces daño a Isabel con lo que dices. Después de todo, es tu hija biológica.
-¿Mi hija biológica? ¡Hmph! ¿Y eso qué importa? Preferiría que Lili fuera mi verdadera hija —dijo Colin con frialdad, fulminando con la mirada a Rogelio-. Y tú, ¿sigues defendiéndola después de todo lo que te ha hecho? No se merece ser tu hermana. Lili es mucho mejor. ¿Sabes que Lili hizo todo lo posible por encontrar a la Sanadora Milagrosa para arreglarte la cara? Después de todo su duro trabajo, ¡por fin lo consiguió!
Isabel se volvió inmediatamente para mirar a Lillian.
«¿Ha encontrado a la Sanadora Milagrosa? ¿Me ha encontrado?–, pensó mientras la observaba con atención.
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