Capítulo 18 

Nicolás levantó la mirada y por un instante creyó ver a Diana frente a él: 

-¡Diana! ¡Has vuelto! ¡Por fin has regresado! Te he buscade tanto tiempo, por todo Belamar, sin encontrarte… 

La atrajo de manera violenta hacia él, dejando caer lágrimas calientes sobre la ropa de la chica, haciéndola temblar por completo. Pero en un segundo recuperó la lucidez y note que algo no estaba del todo bien: su aroma no se parecía en nada al de Diana. ¡No era su Diana! 

Empujó a la joven y la inmovilizó contra la mesa, su mano apretando con tanta fuerza que el rostro de ella se tornó rojo de inmediato, y casi bloqueando los ojos, quedando sin respiración. La chica luchaba desesperada por liberarse de su firme agarre. 

-¡Nicolás! ¡Detente, la vas a matar! 

Sus amigos corrieron a sujetarlo, frenando su locura. Solo en ese momento volvió en sí, retirando la mano con desprecio mientras recorría la sala con una mirada aterradora, memorizando cada rostro. 

–Parece que mi advertencia no fue suficiente. Ya que no pueden contenerse, nuestra amistad termina aquí. De ahora en adelante seremos rivales, no amigos. Si no fuera por ustedes, tal vez nunca habría traicionado a Diana. 

Sus palabras cayeron como un rayo sobre los que se encontraban en el lugar. En Belamar, los Paredes tenían el control absoluto; ¿qué futuro les esperaba después enemistarse con Nicolás? 

Se miraron aterrados. Uno se abofeteó, maldiciendo su estupidez, y los demás lo imitaron. Se arrepentían amargamente: si solo hubieran acompañado a Nicolás a beber en absoluto silencio, si nunca le hubieran alentado a buscar otras mujeres… Pero las palabras “si hubiera” ya no servían de nada. 

Nicolás regresó ebrio a su casa desolada. Algunas fotos que Diana había destruido tenían copias de respaldo, que imprimió y colocó en sus originales lugares. Otras se habían perdido para siempre. A pesar de sus esfuerzos por restaurar la casa, ya nada era igual. Sin Diana, el hogar había perdido todo su brillo. 

De pie junto a la ventana, se dio cuenta de que desde allí se veía perfectamente todo el jardín. Así que el día que se fue, Diana había presenciado su beso con Mariana. El dolor le atravesó el pecho como una fuerte daga, obligándole a respirar profundo mientras se aferraba a su corazón. Este sufrimiento solo lo hacía más consciente. 

-Samuel, ¿hay noticias de Diana? 

-Lo siento, señor Paredes, no hemos encontrado nada. 

Colgó el teléfono: el mismo resultado de siempre. Había enviado a mucha gente a buscarla, pero ella había cancelado su identidad y había usado documentos alternos para volar ese día. Además, había comprado varios boletos a diferentes destinos del mundo. 

Aunque los Paredes eran poderosos, su influencia en el extranjero era limitada. Encontrar a Diana parecía ser casi imposible. Al cancelar su verdadera identidad, era como si hubiera desaparecido del mundo. Y con ella, su matrimonio también se desvanecía, acabando todo rastro de ella.