Capítulo 117
La voz de la mucama quedó suspendida en el aire cuando, al girar la cabeza, descubrió la silueta de Efraín al pie de la escalera. Un silencio denso invadió la cocina mientras las gotas de agua resbalaban por su cabello oscuro, cayendo sobre sus hombros. La empleada, consciente de haber cruzado alguna línea invisible, cerró los labios y se retiró presurosa, sus pasos resonando contra el piso mientras desaparecía en la penumbra del pasillo.
Anaís subió los escalones con premura, sosteniendo la taza humeante entre sus manos. Al acercarse, notó la humedad que aún persistía sobre la piel de Efraín, las diminutas gotas de agua resbalando por su cuello.
-Presidente Lobos, se puede resfriar si no se seca bien -murmuró, la preocupación tiñendo su
VOZ.
Sin responder, Efraín se giró y avanzó con pasos medidos hacia su habitación. Al alcanzar el umbral, sus dedos se aferraron al marco de la puerta, buscando apoyo.
Anaís depositó la taza sobre la mesa de noche y regresó rápidamente a su lado. Con delicadeza, lo ayudó a entrar en la habitación, sintiendo bajo sus dedos la tensión en sus
músculos.
Justo cuando Efraín extendía la mano hacia la taza de leche, el timbre del celular de Anaís rompió la quietud de la noche. Era Roberto.
“No puede dormir desde que salió esta mañana del Grupo Lobos“, pensó ella, recordando la extraña actitud que había mostrado su primo.
Sin percatarse, Anaís activó el altavoz, y la voz de Roberto inundó la habitación:
-Si no me caso con Barbi, Anaís, ¿tú…?
Un escalofrío recorrió su espalda. ¿Qué disparates estaba diciendo Roberto? Bárbara esperaba un hijo suyo, ¿y él consideraba no casarse?
“¡Dios mío, no!“, pensó, mientras el pánico se apoderaba de ella.
Con dedos temblorosos, tomó el celular y salió precipitadamente de la habitación.
-¿Qué estás diciendo? -susurró cuando estuvo lo suficientemente lejos.
Efraín permaneció inmóvil, sus dedos apenas rozando la superficie tibia de la taza, su mirada fija en la puerta por donde Anaís había desaparecido.
Una vez en el pasillo, asegurándose de estar fuera del alcance de oídos ajenos, Anaís dejó escapar su indignación:
-¿Te volviste loco? ¡Bárbara está esperando un hijo tuyo y sales con que no te vas a casar!
Roberto, con el aliento entremezclado con el aroma del alcohol y la mente nublada por la actitud de su primo, luchaba contra sus propios demonios internos. Necesitaba una respuesta, aunque supiera que estaba mal buscarla.
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Capítulo 117
-Anaís, dime la verdad, ¿todavía sientes algo por mí? Te noto diferente últimamente. No me siento bien, tomé un poco… ¿Dónde andas?
Anaís apretó los dientes, el miedo creciendo en su interior ante la posibilidad de que Roberto realmente abandonara a Bárbara. Sin pensarlo dos veces, cortó la llamada y desbloqueó el
número de Bárbara.
-Bárbara, Roberto se emborrachó. Ve por él.
Las palabras apenas habían abandonado sus labios cuando la voz de Bárbara, afilada como cristal roto, la interrumpió:
-¿Y tú cómo sabes que está borracho, Anaís? ¿Sigues arrastrándote detrás de Rober? ¿No te da vergüenza?
La furia hacía temblar la voz de Bárbara, sus labios temblando mientras hablaba. El repentino interés de Raúl por Anaís ya la tenía inquieta, y ahora parecía que Roberto también comenzaba a mostrar señales de atención hacia ella.
El pánico se apoderó de Bárbara. La verdad era que no existía ningún embarazo; todo formaba parte de su plan para atrapar a Roberto. Una vez casados, pensaba entregar a Anaís a Víctor, completando así su venganza personal.
Sin embargo, el comportamiento errático de Roberto en los últimos días la tenía al borde del colapso. Durante sus encuentros, ambos parecían perdidos en sus propios pensamientos. Bárbara observó su reflejo en el espejo, una sonrisa amarga deformando sus facciones.
“Todo esto es por culpa de Anaís“, pensó mientras su rostro se contorsionaba en una mueca
siniestra.
Tomó aire y continuó:
-Tú fuiste la responsable de la lesión de Efraín hace años. ¿Tienes idea de cuánto te desprecia la familia Lobos? Entiéndelo de una vez, Anaís: no importa lo que hagas, la familia Lobos jamás te aceptará. ¡Aunque Rober no se case conmigo, tú nunca serás una opción!
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