Capítulo 136
El impacto de la bofetada resonó en el interior del vehículo. Anaís sintió el ardor expandirse por su mejilla como una llamarada, mientras el eco del golpe reverberaba en sus oídos. Sus dedos rozaron la piel enrojecida, registrando cada pulsación de dolor.
El guardaespaldas la miraba con desprecio, sus pupilas dilatadas por la rabia contenida.
-Bárbara vale mil veces más que tú -escupió las palabras con veneno-. Cuando trabajábamos para la familia, nos tratabas como basura. Si no hubiera sido por la señorita Bárbara, hace mucho que nos habríamos largado de ahí.
El otro guardia observaba la escena con una sonrisa apenas disimulada, saboreando una venganza largamente esperada. Para ellos, Anaís no era más que una criatura despreciable, alguien que merecía ser tratada como una paria.
“¿De verdad fui tan cruel?“, se preguntó Anaís, mientras una sonrisa enigmática se dibujaba en sus labios. Guardó el recuerdo de esa bofetada en su memoria, como quien archiva una deuda pendiente.
El automóvil se detuvo frente al hospital psiquiátrico, un edificio de arquitectura moderna que se alzaba contra el cielo vespertino. Al descender, Anaís se encontró con dos figuras que la esperaban: Héctor Villagra y el director del hospital. Su padre, ese hombre que siempre había preferido mantener su distancia de los asuntos familiares, escudándose tras su papel de magnate empresarial.
Héctor exhaló un suspiro al verla.
-Es mejor que te quedes aquí a reflexionar. Ya está todo arreglado. Podrás salir cuando te
recuperes.
Un dolor agudo atravesó el pecho de Anaís, pero una risa amarga burbujeaba en su interior.
-Señor Villagra -pronunció cada palabra con deliberada precisión-, espero que cuando salga, anuncie públicamente que yo, Anaís, he roto definitivamente con la familia Villagra.
La expresión de Héctor se ensombreció, sus rasgos severos endureciéndose aún más.
-¿Todavía sigues con tus locuras? ¡Ni siquiera ahora puedes reconocer tus errores! -Su voz resonó con frustración mientras se pasaba una mano por el rostro-. Anaís, no entiendo en qué momento te convertiste en esto. En fin, después de la boda de Barbi vendré por ti. Te llevaré a la casa de campo, el ambiente ahí es más agradable que aquí. Pero esta vez causaste que perdiera a su bebé, tiene que haber consecuencias.
Anaís respondió con silencio, girándose para darle la espalda.
Ya en el auto, Héctor se masajeó las sienes, agobiado por el peso de la situación. Sabía que no podía ignorar lo del bebé de Barbi.
-Señor, no se mortifique tanto -sugirió uno de sus acompañantes-. Deje que la señora maneje los asuntos familiares.
14.57
Capítulo 136
En casa, Héctor solía mantenerse al margen, sumándose ocasionalmente a los reproches hacia Anaís. Pero nunca había sentido tal aversión como para confinarla en un hospital psiquiátrico. La mirada distante en los ojos de su hija le provocó una punzada inesperada de dolor.
-Tienes razón, que Victoria se encargue.
-La señora sabrá manejar todo. Además, usted mismo verificó las instalaciones del hospital, la señorita Anaís estará bien atendida.
A pesar de su agenda apretada, Héctor había insistido en visitar el hospital para asegurarse de las condiciones. Victoria había elegido el lugar, pero algo en su interior lo inquietaba.
No quería admitirlo, pero su esposa siempre había favorecido a Bárbara, relegando a Anaís a un segundo plano.
“Aunque, ¿cómo no mostrar preferencia cuando la hija mayor es rebelde y la menor es complaciente?”
-¿Tú crees que he cometido un error al favorecer tanto a Barbi todos estos años? -preguntó a su acompañante.
-No es su culpa, señor. La señorita Anaís ha cometido muchos errores. La señorita Bárbara ha sufrido bastante, y como hermana mayor, la señorita Anaís debería protegerla, pero siempre la
ha maltratado.
-Sí, no sé cuándo aprenderá esta niña.
Decidió dejar de pensar en ello. Ya habría tiempo para reflexionar más tarde.
