Capítulo 170
Un silencio espeso envolvió la oficina mientras Efraín depositaba los documentos sobre el escritorio con un movimiento medido y preciso. La tensión vibraba en el aire como el eco de una cuerda rota.
-¿Necesito recordártelo? Soy tu mayor–su voz resonó con una autoridad que no admitía réplica.
-¿Así que todavía te acuerdas de eso? -espetó Roberto con amargura-. ¿También te acuerdas de lo que dijiste anoche? Porque eso no sonaba a algo que un mayor le diría a un joven. Y por si lo dudas, tengo la grabación.
Efraín se reclinó en su silla ejecutiva, su rostro impasible como una máscara tallada en piedra.
-Tu regalo de bodas con Bárbara ya está en camino. Deja de hacer tonterías.
Con esa última palabra, “tonterías“, Efraín desdeñó todas las acusaciones de Roberto,
reduciéndolas a berrinches infantiles. La mandíbula de Roberto se tensó mientras sus dientes
se clavaban en su labio inferior, conteniendo la frustración que amenazaba con desbordarse.
-Efraín, desde el principio la querías, ¿verdad? Siempre fue Anaís.
Por toda respuesta, Efraín llamó a Lucas para que lo escoltara fuera.
En el vestíbulo del Grupo Lobos, Roberto se encontró con Bárbara, quien había venido a buscarlo. Su rostro reflejaba el tormento de las últimas noches, cuando él había desaparecido
sin contestar sus llamadas.
-¡Rober! -su voz se quebró mientras se acercaba presurosa-. ¿Por qué no contestas el teléfono?
Al verla llorar, Roberto solo sintió una creciente irritación. Sus ojos escudriñaban ansiosamente el lugar, buscando algún rastro de Anaís. Su obvia distracción golpeó a Bárbara como una bofetada. El peso de sus preocupaciones la abrumaba: la supervivencia incierta de Leopoldo, el temor de que Roberto volviera a caer en las redes de Anaís. Un deseo oscuro se arraigó en su corazón: que Anaís simplemente se esfumara del mundo.
-Rober…
Apenas había pronunciado su nombre cuando los ojos de Roberto se iluminaron al distinguir el auto de Anaís.
-Barbi, hablamos después, tengo algo urgente.
“Si recupera la memoria“, pensó Roberto, “volverá a odiarlo como antes“. La necesidad de desenmascarar los planes de Efraín lo consumía.
Se dio la vuelta para marcharse, pero Bárbara lo sujetó.
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Capítulo 170
-¿Vas a buscar a mi hermana?
-Barbi, de verdad tengo prisa. Regresa a casa -la irritación teñía cada palabra-. Además, tu embarazo es falso, no estás débil para nada. No sé para quién actúas tan frágil. ¿Qué no puedes caminar bien?
El rostro de Bárbara perdió todo color mientras sus dedos soltaban lentamente la tela del saco de Roberto.
La silueta de él se alejó rápidamente, persiguiendo la sombra de Anaís. Bárbara permaneció inmóvil, sintiéndose como una payasa tras su patética actuación.
“¿Por qué?“, se preguntaba. “¿En qué soy menos que Anaís?”
Sus uñas se clavaron en las palmas de sus manos hasta casi perforar la piel. Con dedos temblorosos, marcó un número en su celular.
-Colaboremos.
Una voz femenina respondió con cautela. -No sé a qué se refiere, señorita Villagra.
-¡No te hagas la tonta! -la impaciencia desbordaba su voz-. Sé perfectamente lo que piensas. Unámonos para deshacernos de Anaís. Mientras esa desgraciada respire, no tendré paz. Y tranquila, si todo sale bien, tendrás lo que quieras.
Un silencio denso se extendió por la línea, como si la otra persona sopesara cada implicación de la propuesta.
-¿Qué pasa? ¿No te atreves? -el tono de Bárbara destilaba veneno-. Con razón vives como rata en la oscuridad, envidiando a quienes brillan bajo el sol. Tienes la oportunidad frente a ti y no sabes aprovecharla. Quédate en tu alcantarilla toda la vida.
Las palabras se clavaron como agujas en el orgullo de su interlocutora, cuya respiración se volvió pesada antes de responder.
-Despacio.
Una sonrisa de satisfacción se dibujó en los labios de Bárbara.
-Por supuesto, despacio. Desde que perdió la memoria, se ha vuelto más astuta. Ya no es la ingenua de antes.
