Capítulo 173
La rabia corría por las venas de Roberto como un veneno ardiente, alimentando su obsesión por desenmascarar a Efraín. Sus dedos se crispaban con solo pensar en exponerlo, pero el estridente timbre de su celular lo arrancó de sus cavilaciones: era hora de probarse el traje para su boda con Bárbara.
El exclusivo traje, confeccionado en una prestigiosa sastrería europea, había atravesado continentes para llegar a tiempo. Todo estaba dispuesto con meticulosa precisión: desde la majestuosa recepción en el hotel más exclusivo de la ciudad hasta las elegantes invitaciones. que ahora adornaban las residencias más distinguidas de San Fernando del Sol. La noticia del enlace entre Roberto y Bárbara era el tema de conversación en cada rincón de la alta sociedad. “Maldita sea“, masculló entre dientes mientras observaba el Mercedes de Anaís perderse entre el tráfico vespertino. Desde que tenía uso de razón, Efraín había sido su némesis, esa sombra que lo perseguía en cada paso, recordándole sus propias inseguridades. La idea de que Anaís pudiera caer en las garras de semejante manipulador le revolvía el estómago.
Sus ojos se perdieron en el horizonte urbano mientras una punzada de arrepentimiento le atravesaba el pecho. Anaís se había transformado en una mujer deslumbrante, segura de sí misma, tan diferente de aquella chica que él solía menospreciar. Y ahora, la posibilidad de que otro la conquistara, especialmente Efraín, lo consumía por dentro como un fuego lento.
“No permitiré que estén juntos“, murmuró para sí mismo. Que Efraín se conformara con admirarla desde lejos, pues Anaís aún no comprendía el peligro que representaba.
El rugido del motor del Mercedes se mezclaba con los pensamientos de Anaís cuando su celular vibró con un mensaje.
[¿Has logrado algún avance?]
La pregunta de Efraín le recordó su promesa incumplida de impresionar al director. Se mordió el labio, consciente de que su prioridad ahora era descubrir la verdad sobre Bruno y su conexión con su pasado olvidado. Sin embargo, antes de poder sumergirse en esa investigación, la llamada de Héctor interrumpió sus planes.
-¿Tampoco vendrás esta noche?
“Debería decirle que ya no tengo ningún vínculo con los Villagra“, pensó Anaís, pero entonces él agregó:
-Hoy cumplo cincuenta y nueve años.
Aquellas palabras tan simples despertaron en ella una nostalgia inexplicable, como si agitaran recuerdos sepultados en lo más profundo de su ser.
-Anaís, acompáñanos aunque sea hoy. La familia preparó algo especial.
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Las palabras de rechazo se atoraron en su garganta, transformándose en un nudo de emociones contradictorias.
-Mm -fue todo lo que logró articular.
Al llegar a la residencia Villagra, la voz de Bárbara atravesó las paredes como un dulce veneno.
-¿Mi hermana aún no llega? ¿Le habrá pasado algo?
La falsa preocupación en su voz provocó en Anaís una oleada de repugnancia. Mientras se quitaba los zapatos en el recibidor, respondió con voz cortante:
-Ya estoy aquí.
Depositó el regalo en la mesa más cercana con estudiada indiferencia, como quien deja un objeto sin valor.
De pronto, Raúl apareció corriendo hacia ella con el entusiasmo de un cachorro.
-¡Anaís! ¿Por qué tardaste tanto? ¿Te quedarás a dormir? Encontré un juego increíble para dos personas, podríamos probarlo más tarde.
Se acercó con paso cauteloso y añadió:
-¿Recuerdas que prometí compensarte? Sé que te hice pasar un mal momento… vendí mi auto favorito para comprarte un bolso.
Lo dijo con orgullo mal disimulado, sin apartar la mirada de su rostro, ansioso por detectar cualquier reacción.
Una sonrisa involuntaria se dibujó en los labios de Anaís mientras despeinaba el cabello de Raúl con ternura.
-¿Cuánto costó el bolso?
Raúl resopló divertido, pero su sonrisa brillaba con satisfacción; al menos ella había aceptado el regalo.
-Algo más de dos millones. Es una edición limitada, aunque no entiendo mucho de esas cosas. Te lo daré cuando nadie nos vea, para que Bárbara no se sienta mal.
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