Capítulo 175
Sus dedos se crispaban suavemente contra la tela de su vestido, mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa que no alcanzaba a iluminar la oscuridad de su mirada.
-No, no es nada, de verdad. Esta vez, realmente debo disculparme contigo, hermana -la voz de Bárbara temblaba casi imperceptiblemente.
El bolso que sostenía Anaís era una pieza exquisita, con líneas limpias y un diseño que hablaba de elegancia sin ostentación. Sus dedos acariciaron la suave piel, apreciando la calidad del regalo.
-Gracias -dijo, revolviendo con afecto el cabello de Raúl.
El rostro de su hermano se tiñó de un leve rubor. El peso de su anterior complicidad en el engaño contra Anaís se disipó al ver la genuina alegría en el rostro de su hermana.
La presencia de Bárbara en la habitación desconcertó a Anaís. Su hermana menor, usualmente volátil, mostraba una serenidad inquietante.
-Mañana voy a probarme el vestido de novia. ¿Te gustaría acompañarme?
-Lo siento, tengo que trabajar.
Un destello de satisfacción cruzó el rostro de Bárbara. En su mente, imaginaba a Anaís ahogando sus penas en alcohol esa noche, devastada por perder al hombre que amaba.
-Rober me pidió que te dijera que todo lo anterior ya quedó atrás y que espera que puedas dejarlo ir.
Una risa sarcástica brotó de los labios de Anaís mientras clavaba su mirada en Bárbara.
-Espero que él cumpla su palabra. Pero claramente soy yo quien lo ha superado, él sigue persiguiéndome todo el día. No hay manera de librarme de él. ¿No deberías hablar con tu futuro esposo?
El color abandonó el rostro de Bárbara, quien retrocedió un paso, desestabilizada por la respuesta.
La calma en la voz de Anaís contrastaba con la tensión del momento.
-Si no tienen más asuntos, por favor, salgan. Necesito empacar unas cosas.
Raúl, anticipando un posible enfrentamiento, tomó a Bárbara del brazo y la condujo hacia la
salida.
Al cerrar la puerta, Anaís estudió la habitación que alguna vez fue suya. La decoración austera revelaba poco de su antigua ocupante: solo algunos muebles básicos y cajoneras dispuestas con precisión militar.
El armario guardaba un secreto: un pequeño cajón oculto bajo llave. Sus dedos encontraron la Ilave entre los pliegues de un abrigo olvidado.
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Capitt 175
“Si quiero resolver este rompecabezas, necesito conocer a la Anaís que fui“, pensó mientras giraba la llave.
El cajón solo contenía un delgado cuaderno con una única frase escrita.
-No confíes en Efraín.
Sus dedos se tensaron sobre el papel, mientras su respiración se volvía más superficial. La caligrafía, ¿era suya?
Las páginas restantes permanecían en blanco, mudos testigos de secretos no escritos.
La casa guardaba pocos rastros de su existencia, como si nunca hubiera echado raíces en ese lugar.
Masajeó sus sienes, frustrada por la escasez de pistas. Guardó el cuaderno en su bolso y se dispuso a partir cuando voces alteradas ascendieron desde la planta baja.
-Ese hombre, ¿qué se cree? Le dimos tanto dinero, pero sigue molestando. A veces hay que usar métodos más… extremos la voz de Victoria vibraba con rabia contenida, sugiriendo la posibilidad de contratar servicios siniestros.
Los sollozos de Bárbara se entremezclaban con súplicas desesperadas para evitar la intervención policial.
Anaís descendió con cautela. En la sala, cuatro rostros sombríos la recibieron.
-¿Qué sucede?
Bárbara, con los ojos enrojecidos, contuvo su llanto.
-Nada, es solo que unos parientes raros de mis padres adoptivos se enteraron de mi boda y están exigiendo dinero. Durante años mamá les ha dado dinero, pero ahora piden treinta
millones.
Anaís, indiferente ante los dramas familiares ajenos, se dirigió hacia la salida.
Al abrir la puerta, una voz masculina cargada de veneno penetró en la sala.
-¡Vengan! ¡Vengan! Les digo, cuando llegué ya había llamado a la policía. Si no quieren encontrarme muerto en la puerta de su casa, mejor ni se acerquen a mí.
Un hombre sostenía un cuchillo de cocina contra su cuello. Sus ojos desorbitados revelaban una mente fracturada, pero al ver a Bárbara, un destello de júbilo malsano iluminó su rostro.
-Barbi, al fin te veo. Te lo suplico, dame un poco más de dinero, treinta millones de pesos no es mucho. Esta será la última vez que apueste. Si no me das el dinero, publicaré todas las fotos de cuando te golpearon. Ya verás, aunque ahora seas una señorita de sociedad, todos conocerán tu vergonzoso pasado y te despreciarán, ja, ja, ja.
Bárbara se desplomó sobre sus rodillas, vencida por el peso de las amenazas.
-Por favor, no hagas esto. ¿No te basta con todo el dinero que te he dado estos años?
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Capitulo 175
La piel del hombre se tensaba alrededor del filo del cuchillo, mientras su rostro se contraía en una mueca que delataba años de deterioro mental.
-Je, je, no es suficiente. Treinta millones de pesos para ustedes no es nada. Si en tres minutos no transfieres el dinero a mi cuenta, enviaré las fotos de inmediato,
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