Capítulo 194
El paso de los días había sido un bálsamo para el cuerpo maltrecho de Anaís. Después de una semana de reposo obligado, finalmente podía moverse con libertad. Durante ese tiempo, se había convertido en la guardiana involuntaria del sueño de Efraín, permaneciendo inmóvil en la cama para no perturbar su descanso.
La mañana despuntaba con una suavidad particular cuando Anaís, después de darse un baño reconfortante, anunció su partida de Bahía de las Palmeras. El aroma del café recién hecho impregnaba la estancia mientras Efraín, sentado en el sofá con el periódico matutino entre las manos, permanecía impasible ante su declaración.
-Respecto al Hospital Miramar, en las afueras… -Anaís se apresuró a explicar, su voz suave pero decidida-. Te comenté que convencería al director de mudarse. No he podido avanzar por la lesión, pero me dedicaré a eso en los próximos días -hizo una pausa, estudiando el rostro de su interlocutor-. Presidente Lobos, ¿puedo confirmar que no tiene intención de prescindir
de mis servicios?
Efraín detuvo su lectura. Las noches de sueño reparador habían suavizado las líneas de tensión en su rostro, dotándolo de un aire renovado.
-¿Quién mencionó algo sobre despedirte?
El rostro de Anaís se iluminó como un amanecer, dejando escapar un suspiro de alivio.
-¡Perfecto! En ese caso, me dirigiré al hospital para cumplir con mi encomienda.
Era momento de visitar a Gisela después de una semana de ausencia, además de investigar los verdaderos acontecimientos detrás del accidente automovilístico. Al tomar el volante, Anaís conectó su celular, que llevaba días apagado, al cargador. Para su sorpresa, a pesar de su prolongada ausencia, solo encontró mensajes de Irene preguntando por su paradero.
El mensaje tenía tres días de antigüedad, volviendo inútil cualquier respuesta. Sin embargo, mientras se disponía a conducir hacia el hospital, un nuevo mensaje de Irene hizo vibrar su teléfono.
[¿Cómo es eso de que la familia Villagra anda diciendo que estás muerta?]
Anaís arqueó una ceja y respondió con un simple signo de interrogación.
[¡Qué alivio que estés viva! No es fácil encontrar amigas que me caigan tan bien como tú. Dicen que los Villagra ya están buscando quién haga tu monumento. Tu hermana Bárbara está al frente del proyecto, muy entusiasmada por cierto.]
Una mueca de disgusto cruzó el rostro de Anaís. Conociendo a Bárbara, no le sorprendía en absoluto. Sin duda, la noticia de su muerte la habría convertido en la persona más dichosa del mundo, ansiosa por verla descansar en paz cuanto antes.
A petición suya, Irene rastreó los movimientos bancarios recientes de Bárbara, descubriendo una sustanciosa transferencia a una cuenta en Bogotá. La capital colombiana, conocida por
1/2
Capitulo 194
su inestabilidad, era un territorio que las empresas nacionales evitaban.
Al contactar con la policía local, Anais confirmó que los responsables del atentado habían huido precisamente a Bogotá. Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar.
Sosteniendo su celular, indagó sobre el estado de Leopoldo. Las noticias eran desalentadoras: permanecía inconsciente. La crueldad de Bárbara había quedado patente en aquella puñalada certera, destinada a acabar con su vida. Ni siquiera la rápida intervención de la familia Moratalla había logrado revertir el daño.
Bárbara, favorita indiscutible de la familia Villagra, había perfeccionado su arte dramático hasta tal punto que resultaba casi imposible detectar fisuras en su fachada. La única esperanza de exponer la verdad residía en investigar a sus padres adoptivos, para verificar si, como creían los Villagra, Bárbara realmente había crecido en un ambiente hostil.
Mientras Anais se dirigía al Hospital Miramar, Bárbara enviaba una propuesta al Grupo Lobos. El documento, bajo la apariencia de una colaboración para un proyecto de desarrollo, no era más que un elaborado intento de adulación hacia el conglomerado empresarial.
15.050
