Capítulo 199
La fragancia persistente de Chanel N°5 envolvía el interior del elevador, un rastro inequívoco del paso de Bárbara. Anaís aspiró el aroma mientras las puertas se cerraban, notando los matices. dulces y almizclados que delataban el esmero con que su hermanastra se había arreglado aquel día.
La ausencia de Roberto en la oficina durante los últimos días resultaba intrigante. A solo diez días de su boda con Bárbara, ambos parecían extrañamente despreocupados, como si el inminente enlace fuera un evento menor en sus agendas.
Sus tacones repiquetearon contra el suelo mientras se dirigía directamente hacia la oficina de Efraín, la urgencia de informarle sobre la situación acelerando sus pasos. El espacio vacío la recibió en silencio. Con movimientos sigilosos, se aproximó a la sala de descanso adyacente, pero se detuvo antes de tocar, al escuchar la voz de Efraín filtrándose a través de la puerta.
-Esta cuestión la tengo bajo control, no hagan nada precipitado. Ella ahora no me detesta tanto como antes, no quiero arruinarlo.
Una pausa, y luego:
-Por ella, nunca he tenido opciones.
Su voz transmitía una mezcla singular de agotamiento y afecto que erizó la piel de Anaís. “¿Quién será ella?“, se preguntó. “¿Sofía, tal vez? ¿Habrá decidido finalmente dejar ir a la señorita Córdoba?”
“Quizás sea mejor no interrumpir“, pensó, retrocediendo en silencio hasta el sofá de la oficina principal, donde el murmullo de la conversación se perdía entre las paredes.
Diez minutos después, Efraín emergió de la sala. La sorpresa destelló en sus ojos por un
instante al verla.
-Presidente Lobos -se apresuró a decir Anaís-, creo que tengo una manera de convencer al viejo director para que se mude, pero necesitaré una semana.
-Está bien.
Sus dedos hojeaban distraídamente los documentos que sostenía, con una indiferencia que sugería que el proyecto había perdido prioridad en su mente.
El silencio incómodo que siguió fue interrumpido por el estruendo de la puerta al abrirse. Roberto apareció en el umbral, y al verla, sus ojos se ensancharon con incredulidad. En dos zancadas llegó hasta ella, envolviéndola en un abrazo asfixiante.
Anais, sintiendo la presión contra sus costillas, intentó propinarle un rodillazo en su punto más vulnerable. Roberto, veterano de experiencias similares, esquivó el ataque con agilidad mientras gruesas lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas.
-¡Anaís! ¡Estás bien, estás viva! -su voz se quebraba entre sollozos-. ¡Me diste un susto de muerte! Si estabas viva, ¿por qué no llamaste? ¿Por qué no avisaste a la familia Villagra? Barbi
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Capitulo 199
ya andaba escogiendo el mármol para tu lápida.
La angustia en su llanto era genuina, una vulnerabilidad que Anaís jamás había presenciado en él. Mientras lo observaba, un rostro similar destelló en su memoria, una imagen fugaz que se resistía a tomar forma concreta.
Los ojos de Roberto se iluminaron al notar su expresión concentrada. Tomó su rostro entre sus manos, la emoción vibrando en su voz:
-¿Recordaste algo? ¡Anaís, me mirabas exactamente así antes!
Su respiración se había vuelto errática por la emoción. Anaís, recuperando la compostura, se apartó con suavidad.
-Roberto -pronunció con una calma que contrastaba con su propia confusión-, ¿tienes hermanos o primos que se te parezcan?
El sonido de cristal haciéndose añicos resonó en la oficina. Anaís dirigió su mirada hacia Efraín, quien mantenía la vista clavada en el suelo. Su semblante, habitualmente sereno, se había transformado en una máscara rígida que apenas contenía una tormenta de emociones.
Roberto, aún radiante de alegría, pareció no percibir la tensión.
-Mi tío segundo no tuvo hijos -respondió sin vacilación-, pero mi tío tercero tiene dos y mi tía uno. Se me parecen un poco, aunque ninguno tan guapo como yo, ¿por qué? ¿Al fin te diste cuenta de que no soy tan feo? -soltó una risita-. Ya es tarde; últimamente has estado muy
fría conmigo.
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