Capítulo 296
Anaís apretó los dientes y colocó su mano sobre el pecho de Efraín. La temperatura de su cuerpo era alarmante, especialmente en las áreas enrojecidas donde la piel ardía tanto que hizo temblar sus dedos. De repente, la mano de Efraín cubrió la suya con firmeza, provocando que los dedos de Anaís se encogieran mientras apartaba rápidamente cualquier pensamiento inapropiado que comenzaba a formarse en su mente.
-Quita tu mano, déjame rascarte un poco.
La mirada de Efraín permaneció fija en su rostro, notando cómo ella evitaba encontrarse con sus ojos y la incomodidad que reflejaba su lenguaje corporal. Sus labios se curvaron lentamente en una sonrisa apenas perceptible.
-Mmm.
Él retiró la mano permitiendo que los dedos de Anaís comenzaran a rascar suavemente su piel enrojecida. Después de algunas caricias circulares sobre la irritación, ella habló con voz queda. -¿Te sientes mejor?
Su respiración se volvió más pesada y entrecortada mientras Anaís percibía cómo el cuerpo bajo su mano aumentaba en temperatura y tensión. Efraín permaneció en silencio, con los labios fuertemente apretados como conteniendo alguna reacción. Ella interpretó que el alivio estaba funcionando y continuó rascando su pecho con movimientos delicados durante un
buen rato.
Transcurridos unos diez minutos, las pestañas de Efraín temblaron ligeramente antes de que atrapara su pequeña mano entre la suya.
-Ya no rasques más.
Anaís suspiró aliviada, a punto de preguntar si se sentía mejor, cuando su rodilla accidentalmente rozó algo duro y caliente bajo las sábanas. De inmediato se quedó completamente inmóvil, su rostro enrojeciéndose intensamente antes de girarse con rapidez para darle la espalda a Efraín.
“Efraín solo tiene las piernas afectadas, no significa que no funcione como hombre. En esta situación, es totalmente normal que reaccione así.”
De pronto, una mano ardiente se deslizó con suavidad sobre la curva de su cintura. A pesar la delgada sábana que cubría su cuerpo, el calor que emanaba de esa mano resultaba inusualmente intenso. Su cuerpo se tensó por completo mientras se alejaba discretamente, hablando en un tono apenas audible.
-Si ya te sientes mejor, intenta dormir. Cuando pase la tormenta, seguro vendrá alguien a buscarnos.
de
Pero esa mano volvió a posarse lentamente sobre su cintura, que era tan estrecha que parecía encajar perfectamente entre sus dedos. Tomó una respiración profunda antes de incorporarse
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Capítulo 296
con determinación para ajustar la sábana sobre él.
-Mira, de verdad no tengo ninguna otra intención contigo. No sé si esto es pura reacción de hombre o qué, pero si de plano necesitas una mujer, cuando regresemos a San Fernando puedo ayudarte a encontrar a alguien que te guste, hasta podría ser tu secretaria.
La mirada penetrante de Efraín se posó en su rostro, consciente de que ella realmente no escondía ninguna intención oculta. Sin decir palabra, se giró dándole la espalda completamente.
Anaís se sintió repentinamente incómoda, preguntándose si había malinterpretado por completo la situación o si había dicho algo inapropiado. Ajustó la sábana alrededor de su cuerpo considerando seriamente la opción de dormir en el sofá, cuando lo escuchó hablar con voz áspera.
-Duerme aquí, fui yo quien se pasó.
Por alguna razón inexplicable, aquellas palabras le sonaron cargadas con un toque de desdén o quizás decepción. Fue como si algo invisible la estrangulara, dejándola incapaz de rechazar su petición o alejarse más.
Después de volver a acostarse, se acercó un poco más hacia su espalda.
-No duermas tan lejos, todavía tienes fiebre y el aire acondicionado no es suficiente. Lo que pasó fue una reacción normal de hombre, lo entiendo perfectamente.
Dicho esto, cerró los ojos y se sumergió rápidamente en un sueño profundo.
Efraín nunca había conocido a una mujer tan genuinamente despreocupada como ella. Escuchando su respiración tranquila y acompasada, se giró lentamente para observarla en silencio desde su lado de la cama. Sus ojos, antes serenos, ahora se tornaron tormentosos
que como un cielo antes de la tempestad. Finalmente, asegurándose meticulosamente de no despertara, se inclinó con extrema lentitud hacia su rostro, sujetando con suavidad su barbilla antes de depositar un beso en sus labios.
Anaís, sumida en un sueño profundo, no mostró señal alguna de despertar.
ella
Efraín continuó besándola, cada vez más absorto en la sensación, apretando su barbilla con mayor firmeza mientras su lengua jugueteaba con la de ella, reacio a separarse de aquellos labios. No fue hasta que notó un ligero fruncimiento en su ceño que recobró abruptamente la consciencia y se apartó con brusquedad. Pasó delicadamente su pulgar sobre los ahora enrojecidos labios de ella, acariciándolos un momento más, y luego, con la mirada encendida por un fuego interior, continuó observando en silencio cada detalle de su rostro dormido.
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