Capítulo 300
Raúl soltó a Anaís y de inmediato notó la herida en su boca, alarmándose al instante pues nunca la había visto lastimada de esa manera. Los labios de su hermana estaban ligeramente hinchados con una herida visible que parecía dolerle cada vez que articulaba palabra.
-¿Qué te pasó en la boca? -preguntó con genuina preocupación.
Anaís se llevó la mano instintivamente a los labios y caminó hacia la mesa de bebidas, evitando responder directamente a la pregunta de su hermano.
-¿Valerio te ha estado molestando otra vez? -cambió hábilmente de tema.
-Sí, vino con varios ejecutivos de la compañía diciendo que soy demasiado joven e inexperto para dirigir el negocio -respondió Raúl con frustración.evidente en su voz.
Valerio era una persona de ambición desmedida que no conocía límites cuando se trataba de conseguir lo que quería. Anaís tomó asiento en el amplio sofá y observó los documentos dispersos sobre la mesa, todos llenos de anotaciones meticulosamente escritas por Raúl. Una ligera sonrisa se dibujó en su rostro mientras repasaba los papeles durante varios minutos, confirmando que su hermano definitivamente tenía potencial para el mundo empresarial.
Justo cuando estaba a punto de compartir sus observaciones, el timbre de la puerta resonó desde el exterior de la sala. Valerio había regresado. Mientras Raúl no cediera sus acciones, aquel hombre no les daría tregua. Además, Valerio ya había conseguido hacerse con el diez por ciento de las acciones de Bárbara, convirtiéndose así en el segundo mayor accionista de la
empresa.
La mitad de los altos ejecutivos confiaban en él, mientras que Raúl, quien había sido colocado en la posición de presidente prácticamente a la fuerza, era menospreciado por todos. La reputación de Raúl como alguien a quien solo le interesaba divertirse era bien conocida en los círculos empresariales.
Raúl respiró profundamente y ordenó que abrieran la puerta. Cuando Valerio y su séquito ingresaron a la sala, vieron a Anaís sentada tranquilamente en el sofá. Ninguno le prestó la más mínima atención, pues todos sabían que Anaís no poseía acciones en la compañía.
-Raúl, ¿ya lo pensaste bien? Si aceptas, podemos firmar ahora mismo y te damos tres millones. Entrega tus acciones. No quieres que la empresa que tu padre construyó con tanto esfuerzo se venga abajo en tus manos, ¿verdad? -dijo Valerio con una sonrisa condescendiente mientras daba una palmada al hombro de Raúl.
Raúl estaba hirviendo de rabia y estuvo a punto de estallar en insultos, pero al mirar de reojo a Anaís, logró contenerse y mantener la compostura.
-Valerio, ya te lo dije, no voy a vender mis acciones -contestó con firmeza.
Valerio soltó una risa fría y calculadora antes de dirigirse directamente hacia Anaís.
-Anaís, perdón por cómo te hablé la última vez en la empresa. Te pido una disculpa. Tienes la
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Capitulo 300
misma edad que mi hijo, no hay necesidad de llevarnos mal. Puedo presentártelo, y así todos trabajamos juntos por el bien de la empresa -propuso con falsa cordialidad.
Valerio tenía un plan perfectamente trazado. Era de conocimiento general que Raúl protegía celosamente a su hermana. Si lograba manipular a Anaís, tendría control sobre Raúl. Con un aplauso llamó la atención de todos, y un joven que permanecía en segundo plano tras el grupo dio un paso al frente.
Se trataba de Emilio Madariaga, un recién debutado en el mundo del espectáculo que comenzaba a ganar fama. Se rumoreaba que su familia poseía una considerable fortuna, y ahora quedaba claro que era hijo de Valerio.
Cuando Raúl observó el rostro de Emilio, su expresión cambió drásticamente. No era para menos, el joven poseía un atractivo indiscutible. “¿Podría Anaís sentirse atraída por él?“, se preguntó con preocupación. Anteriormente, ella había sido capaz de perder la cabeza por amor, haciendo cualquier cosa por seguir a Rober. Aunque ahora parecía más centrada, ¿quién podía asegurar que no caería rendida ante la apariencia de Emilio?
La mirada analítica de Anaís se detuvo en Emilio por unos instantes mientras fruncía levemente el ceño. Por alguna razón que no lograba identificar, aquel rostro le resultaba extrañamente familiar. Entonces lo comprendió con claridad: este chico guardaba un parecido asombroso con Roberto.
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