Capítulo 322
Cuando Irene terminó de explicarle la situación, Iván bajó las pestañas mientras una leve sonrisa se dibujaba fugazmente en sus labios.
-Para mí no es problema, pero dime, ¿cómo piensas pagarme el favor?
Irene sabía perfectamente qué tipo de recompensa buscaba. No tenía caso fingir ignorancia en ese momento. Se llevó una mano a las sienes y comenzó a masajearlas con suavidad.
-¿Qué es lo que quieres exactamente?
Iván, sin disimular sus intenciones, respondió con voz grave y pausada.
-Quiero que pases la noche conmigo.
La mano de Irene se detuvo por un instante. A veces le resultaba imposible comprender cómo Iván había cambiado tanto. Habían crecido juntos, siempre lo había visto como su hermanito. ¿En qué momento había comenzado a desearla? Lo más desconcertante era la naturalidad con que asumía este cambio en su relación, hablándole con semejante descaro.
Pensando en Anaís y en el favor que necesitaba, no le quedaba alternativa. Después de todo, no sería la primera vez que compartieran una cama.
-Iré a tu casa esta noche.
Desde que Irene había cortado unilateralmente lazos con los Moreno, jamás había vuelto a visitarlos. Incluso cuando Iván se independizó de la residencia familiar y adquirió su propia mansión, ella nunca había puesto un pie allí.
Los ojos de Iván se encendieron al instante. Aunque desconocía el motivo por el cual Irene había cedido tan repentinamente, su corazón se inundó de calidez. Rápidamente le envió su dirección, consciente de que, dado el empeño de Irene por evitarlo, probablemente ni siquiera sabía dónde vivía ahora. Este pensamiento hizo que apretara los dientes con rabia. Al principio, había sido ella quien tomó la iniciativa; ¿por qué ahora lo esquivaba como si fuera una amenaza?
Al recibir la dirección, Irene confirmó sus sospechas sobre la nueva residencia de Iván. Durante todos estos años, había decidido mantenerse alejada de cualquier asunto relacionado con él. Además, desde que dejó de ser la hija adoptiva de los Moreno, sus caminos raramente se cruzaban. Solo ocasionalmente escuchaba sobre sus logros a través de conversaciones
ajenas.
Respiró profundamente y condujo hasta allí. Al llegar frente a la mansión, le envió un mensaje
a Anaís.
[No tienes idea del sacrificio que estoy haciendo por ti.]
Anaís no comprendió el significado de esas palabras y estaba a punto de preguntar cuando recibió otro mensaje,
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[En el futuro, cuando te pida algo, no podrás negarte.]
Como siempre, Anaís admiraba profundamente el carácter de Irene.
[Señorita Moreno, a partir de ahora, si me dices que vaya al este, jamás me atreveré a ir al oeste.]
Irene esbozó una sutil sonrisa y tocó el timbre con determinación. Pronto se escucharon pasos aproximándose, e Iván abrió la puerta personalmente.
Cuando recibió la llamada de Irene, estaba en plena reunión empresarial. Sin embargo, al colgar, abandonó todo y se apresuró a llegar. Al verla, sus ojos brillaron intensamente. La atrajo hacia el interior con un movimiento firme y comenzó a besarla con urgencia.
Irene, con su belleza madura y elegante, giró ligeramente la cabeza, incómoda.
-Primero llama a la comisaría.
Iván, visiblemente excitado y con el rostro enrojecido, desabotonaba su camisa con una mano mientras sacaba el celular con la otra para hacer la llamada. Tras concluir y dar las instrucciones necesarias, arrojó el teléfono a un lado y levantó a Irene en brazos.
La depositó en la cama, y ella observó cómo él terminaba de quitarse la camisa, aproximándose paso a paso. La primera vez que estuvo con Iván había estado ebria, pronunciando el nombre de otro hombre. Desde entonces, no habían vuelto a tener contacto físico. Ahora, al ver a quien siempre consideró su hermanito en un estado tan apasionado, no podía evitar sentirse nerviosa.
Irene, decidida y eficaz en el mundo empresarial, capaz de manejar a cualquier hombre con destreza, se sentía completamente vulnerable frente a Iván. Él, demasiado impaciente, simplemente se lanzó sobre ella.
Irene respiró hondo y se entregó.
-Tápame los ojos.
Apenas pronunció estas palabras, él le sujetó la barbilla.
-¿Tanto te desagrada verme?
Ella frunció el ceño.
-¡lván!
Iván la penetró de una sola vez, inclinándose para besarla.
-No te cubras, mírame a los ojos.
El rostro de Irene alternaba entre el rojo intenso y la palidez. Aunque solía coquetear con hombres más jóvenes, nunca hablaba con tal franqueza, y mucho menos con Iván. Giró el rostro, resistiéndose a mirarlo, pero él volvió a sujetarle la barbilla.
-Irene, mírame.
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Irene simplemente cerró los ojos, adoptando una actitud de resignación. Sin embargo, Iván parecía haber perfeccionado su técnica. La primera vez, cuando ambos estaban ebrios, Irene conservaba un vago recuerdo de aquella noche, en la que aparentemente ella había llevado el control. En aquel entonces, Iván ni siquiera sabía cómo reaccionar, pero ahora se movía con seguridad.
Iván la observaba cuidadosamente, consciente de que fingía, y solo entonces su frustración interior comenzó a disiparse.
-Di mi nombre.
Irene seguía mordiendo sus labios, negándose a complacerlo, así que él continuó. Pensaba que ella cedería rápidamente, pero Irene también tenía su orgullo, y se mantuvo firme hasta el final. Un destello peligroso cruzó la mirada de Iván, quien intensificó su ritmo. Sin embargo, cuando Irene realmente perdió el conocimiento, él se sintió abrumado por la culpa, recostándose sobre su cuello con expresión confundida.
¿Qué hacer? Simplemente no quería dejarla ir. ¿Por qué su mundo había caído en el caos desde aquella noche, mientras ella podía alejarse en silencio, creando un abismo infranqueable entre ellos? No estaba dispuesto a aceptarlo.
