Capítulo 370
La voz al otro lado del teléfono resonó con serenidad calculada.
-Le hice un chequeo antes. El golpe en la cabeza fue bastante fuerte y la muerte de esa persona le provocó un trauma considerable. Su subconsciente está bloqueando todo lo relacionado con él. Por lo menos durante los próximos seis meses, su memoria seguirá muy confusa.
Z finalmente logró sosegar su tormenta interior, recostándose contra el tronco de un árbol cercano. Su imponente altura proyectaba una sombra alargada bajo la luz del farol, tan extensa que parecía devorar la calle entera. Su silueta se integraba con tal naturalidad al paisaje nocturno que una mujer ebria que deambulaba por allí se detuvo deslumbrada ante su presencia.
-Oye, guapo, ¿vienes conmigo un rato? Te puedo pagar muy bien.
La indumentaria de la mujer delataba su posición acomodada. Contemplaba a Z con evidente fascinación mientras extendía su mano para rozar aquel rostro que la cautivaba.
En una fracción de segundo, un dolor punzante la paralizó cuando su muñeca fue bruscamente
retorcida.
-¿Con qué quieres jugar? ¿Con tu vida? -la mirada de Z se transformó instantáneamente en un abismo de amenaza.
La mujer recuperó la sobriedad de golpe, dejando escapar un alarido mientras retrocedía varios pasos, deseando fervientemente desaparecer en la seguridad de su habitación, lejos de aquella presencia aterradora.
A la mañana siguiente, Anaís, recién aseada, aguardaba en el ascensor. Este se detuvo en el piso inferior para dar paso a dos jóvenes; una de ellas llevaba un vendaje en la muñeca.
-¿Qué te pasó en la mano? -inquirió su compañera.
El rostro de la joven reflejaba malestar mientras respondía con voz afectada por la resaca:
-Ni me preguntes. Anoche estaba con unos amigos tomando y al regresar me encontré con un loco ahí abajo. Como soy bonita, le hablé tantito, le pregunté si quería subir a mi depa, y en un segundo me torció la muñeca, preguntándome con qué iba a jugar. Por un momento creí que estaba viendo al mismo diablo.
-¿Te lastimó la muñeca? ¿Está loco o qué? ¿Quién le hace eso a una chica?
-Tuve mala suerte, però aunque estaba medio borracha, me acuerdo que tenía una cara increíble, sin duda el hombre más guapo que he visto. Buen cuerpo, pero un carácter del demonio. Si no fuera por eso, le pediría que fuera mi novio unos días, sin importar cuánto me
costara.
Anaís escuchaba la conversación pensando inicialmente que hablaban de Z, pero inmediatamente descartó la idea. Z jamás haría algo así. Solo era un mesero común, ni
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siquiera tan atractivo; de lo contrario, no mostraría tanta inseguridad.
Salió del ascensor mientras las jóvenes continuaban su plática.
-Pero esa cara, siento que la he visto en algún lado antes.
-Tu familia tiene tanto dinero que seguro lo viste en alguna fiesta. A lo mejor es el amante de alguna señora rica. Tus ex eran actores y decías que eran guapos, así que este tipo debe ser impresionante.
-¿Cómo explicarlo? Es tan guapo que, aunque me lastimó la muñeca, si viniera a buscarme, todavía podría ser su novia.
Anaís no pudo contener una sonrisa burlona ante semejante declaración.
La joven, percibiendo la mofa, enrojeció de furia.
-Ríete lo que quieras, pero mi familia tiene dinero. Este departamento me lo regaló mi prima, jella se casó con los Córdoba! ¿Conoces a Samuel, mi cuñado? ¡Tampoco está nada mal!
¿Samuel?
El nombre sorprendió a Anaís. Había oído hablar de él; años atrás se marchó al extranjero para evadir un matrimonio concertado. Recientemente había regresado para deshacer ese compromiso, y para liberarse de su esposa, corría el rumor de que mantenía un intenso romance con una mujer desconocida. En cierta ocasión incluso apareció con marcas de besos, y cada vez que mencionaba a esa misteriosa mujer, sus ojos delataban un genuino interés. Aparentemente, aunque fuera un simple juego, había involucrado sus sentimientos.
Cualquiera compadecería a la esposa que aguardaba en casa.
A pesar de las indiscreciones de Samuel, parecía que su esposa nunca se presentaba en público, demostrando una tolerancia admirable.
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Anaís examinó a la joven detenidamente y sonrió con sutileza.
-¿El que viste anoche era más guapo que tu cuñado?
Samuel ya resultaba bastante impresionante. En todo San Fernando del Sol, pocos podían superarlo en atractivo.
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