Despertar del Olvido 402

Capítulo 402 

Lucas no pudo contenerse más e intervino. 

-Señorita Villagra, su automóvil realmente no fue vandalizado por quien usted cree. 

El día anterior, la furia había cegado a Anais hasta el punto de omitir revisar las grabaciones de seguridad. Su vehículo efectivamente no había sido rayado por Sofía, pero ella había interpretado la situación como un intento de Efraín por encubrir a su protegida. Sumado al incidente de hoy, Anaís no tenía la menor disposición para conversar amablemente con nadie. 

-Estoy al tanto de que no fue Sofía quien lo rayó -interrumpió Anaís antes de que Lucas pudiera completar su explicación-. ¿Algo más que necesite aclarar? No responderé a ninguna otra pregunta hasta que mi abogado esté presente. 

Una presión opresiva se instaló en el pecho de Lucas. Buscó con la mirada a Efraín, quien simplemente contemplaba a Anaís con intensidad desconcertante. 

Anaís percibía en esa mirada algo profundo y enigmático que no lograba descifrar, así que optó por esquivarla. Efraín agachó la cabeza y tosió durante algunos segundos; parecía sufrir una jaqueca y su semblante había empeorado notablemente. 

Lucas rápidamente empujó la silla de ruedas hacia la salida mientras Sofía, visiblemente alarmada, exclamaba: 

-¡Efraín! ¿Te encuentras bien? ¡No me asustes así! 

En el universo particular de Sofía, Efraín representaba el centro absoluto. Tan preocupada estaba que ignoró sus propias heridas y lo siguió apresuradamente hasta el exterior. Efraín fue trasladado con premura al automóvil, con Sofía sentándose a su lado. 

—Efraín, dime dónde te duele. Vamos al hospital ahora mismo -suplicó con voz temblorosa. 

Efraín miraba distraídamente por la ventanilla, con los labios descoloridos. Desde el asiento del conductor, Lucas no resistió la tentación de intervenir: 

-Señorita Lobos, deje de provocar problemas; el presidente no estaría en esta condición si no fuera por sus acciones. 

El llanto de Sofía se intensificó. 

-Pero odio a Anaís. ¿Con qué derecho te habla así? Eres demasiado bueno, por eso no quieres discutir con ella. De lo contrario, con esa actitud, ya habría desaparecido hace mucho tiempo. Además, mató a alguien esta noche y se atrevió a golpearme… 

Su voz se quebraba cada vez más mientras se hundía en un profundo sentimiento de injusticia. Efraín continuaba mirando por la ventana, aparentemente ajeno a sus quejas. 

-Efraín, ¿de verdad sientes algo por ella? ¿Estás tomando su partido? -sollozó Sofía. 

1/3 

16:30 

Capitulo 402 

Se disponía a continuar con sus lamentos cuando lo escuchó decir: 

-No sigas con este asunto. 

Sofia abrió los ojos desmesuradamente, incrédula ante lo que acababa de oír. Señaló su frente 

herida. 

-¡Fue Anaís quien me golpeó! Casi me desmayo. ¿Cómo puedes pedirme que lo deje pasar? ¡Quiero que pague por lo que hizo! 

Finalmente, Efraín apartó la mirada de la ventana, bajó los párpados y observó su propia muñeca, tensa y pálida. Parecía haber adelgazado considerablemente. 

El llanto de Sofía cesó abruptamente al notar su evidente pérdida de peso. ¿Estaba enfermo? 

-Efraín, ¿estás enfermo de verdad? ¿Es por mi culpa? ¿Mis acciones te están afectando demasiado? No te enojes, ya no insistiré con esto. Tu salud es lo que más importa. 

Sofía sollozaba con los ojos hinchados y enrojecidos. Efraín había sido su salvador. Sin él, ya no existiría. Había tenido la fortuna de vivir sin preocupaciones durante estos años en San Fernando del Sol; aunque se comportaba con arrogancia, siempre contó con su respaldo. Sabía que él la necesitaba y la consentía. 

Pero un miedo la atormentaba, el temor de que otra mujer pudiera capturar por completo su atención y ella dejara de ser relevante en su vida. Una intuición poderosa y aterradora le indicaba que esa mujer ya había aparecido. 

Después de tantos años junto a Efraín, lo conocía perfectamente. Su naturaleza era reservada; cuanto más deseaba algo, más fingía desinterés. Cuanto más lo anhelaba, más impasible se mostraba. Quizás solo en la soledad nocturna se enfrentaba a sus verdaderos sentimientos. 

Sofía se cubrió el rostro, llorando desconsoladamente. Lo amaba sin remedio, y solo podía intentar captar su atención de formas despreciables. Mientras él continuara protegiéndola, significaba que aún le importaba. 

El interior del vehículo resonaba con su llanto desgarrador, como si fuera a desprender el techo. Efraín permanecía indiferente, frotándose maquinalmente la muñeca, como si ese gesto aliviara parcialmente su ansiedad. 

El automóvil se detuvo frente a la residencia de Sofía, pero ella se resistía a descender. 

-Lucas, ¿no dijiste que íbamos al hospital? ¿Por qué me traes a casa? Quiero acompañar a Efraín, ¿no ves lo pálido que está? 

Lucas salió inmediatamente y abrió la puerta del lado de Sofía. 

-Señorita Lobos, yo llevaré al presidente al hospital. Él no desea su compañía en este 

momento. 

Los labios de Sofía temblaron incontrolablemente mientras las lágrimas brotaban con mayor intensidad; un dolor agudo en su pecho casi le impedía respirar. 

2/3 

16:30 

Capitulo 402 

Lucas la obligó a descender sin consideraciones; en ciertas circunstancias, no mostraba la menor compasión. 

La puerta se cerró con firmeza y Lucas, desde el exterior, le hizo un gesto de súplica. 

Sofía todavía intentaba justificarse cuando escuchó: 

-Señorita Lobos, si está sufriendo, puede llorar y desahogarse. Pero hay quienes sufren en silencio, sin saber qué hacer, obligados a ocultar sus emociones. El presidente también es 

humano. 

Las lágrimas de Sofía disminuyeron ligeramente, aunque continuaban fluyendo mientras preguntaba con voz ronca: 

-¿Es por Anaís? Es por ella, ¿verdad? 

Lo presentía desde hace tiempo. Anaís era diferente, por eso la detestaba tanto. 

3/3