Capítulo 415
Lucia llegó a la capilla y se dirigió con premura hacia la vivienda de Victoria. A esa hora avanzada, ella permanecía sola en el patio lavando ropa. Al observarla, Lucía no pudo evitar sorprenderse; aquella mujer distaba mucho de la imagen de alguien acostumbrada a las comodidades. Ahora vivía con genuina sencillez; en el patio apenas colgaban unas cuantas prendas grises suspendidas de una delgada cuerda. Sin embargo, las fotografías que Fabiana le habia mostrado no dejaban lugar a dudas: definitivamente era Victoria.
Lucía corrió hacia ella y se desplomó de rodillas frente a Victoria.
-Señora Larrain, soy la novia de Raúl. Estoy esperando un hijo suyo. Anaís quiere obligarme a abortar llevándome al hospital. Por favor, ayúdeme, de verdad amo a Raúl y quiero tener a este
bebé.
Victoria, quien había permanecido alejada de los asuntos de San Fernando del Sol durante largo tiempo, detuvo lentamente sus manos al escuchar aquellas palabras. Lucía lloraba con tal intensidad que sus ojos se habían hinchado, proyectando la imagen de una mujer genuinamente enamorada de Raúl.
Victoria tardó varios segundos antes de dirigir su mirada hacia el vientre de la joven.
-¿Qué dijiste?
Lucía se frotó los ojos con fuerza.
-Estoy embarazada de Raúl. Va a ser abuela.
A la edad de Victoria, lo que más anhelaba era tener nietos, pero rápidamente recapacitó. ¿Qué edad tenía Raúl? Sin añadir palabra, bajó la cabeza y continuó lavando la ropa.
Lucía sintió una punzada de nerviosismo. Si Victoria no respondía, su visita resultaría
infructuosa.
-Señora Larrain, Raúl y yo somos jóvenes. Después de tomar unas copas, sin darnos cuenta… Y cuando no me bajó, me di cuenta que estaba embarazada. Le prometo alejarme de Raúl después de que nazca el bebé. Mi familia es un desastre, mis papás no me quieren, y tanto Raúl como este bebé son mi único consuelo. Se lo suplico.
Su frente golpeó con fuerza el suelo mientras temblaba entre sollozos.
-Le rogué a Anaís, pero es demasiado cruel. Cuando desperté ya estaba en el hospital.
Victoria interrumpió sus acciones y, al notar las manchas de sangre en el suelo, finalmente no pudo permanecer indiferente.
-¿Raúl te quiere?
-¡Claro que me quiere! Es su hijo, seguro lo conoce bien. Es responsable, pero le importa mucho lo
que Anaís piensa. Tengo miedo de que Anaís lo convenza. Señora Larrain, ayúdeme por favor. Solo necesita decirle a Anaís que me deje tener al bebé, y le prometo no molestarla
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más. Ya no sé qué hacer.
Lucía dominaba el arte de la actuación, especialmente en papeles dramáticos.
Victoria se secó las manos y volvió a examinar el vientre de Lucía. Finalmente, se levantó.
-Vamos a ver a Raúl.
Los ojos de Lucía resplandecieron y una lenta sonrisa se dibujó en sus labios. Ella misma condujo a Victoria hacia el lugar donde se encontraba Raúl.
Ya eran las nueve de la noche. Los guardias no reconocieron a Victoria y, además, Anaís había ordenado no permitir el acceso a nadie, por lo que dudaron en dejarlas pasar.
Lucía, enfurecida, les gritó.
-¡Es la mamá de Raúl! ¡Abre bien los ojos y mírala! ¡0 llama a Anaís inmediatamente!
Los guardias efectivamente llamaron a Anaís.
Anaís no esperaba que Lucía trajera a Victoria. No deseaba encontrarse con ella, pero temía que algo ocurriera allí, así que se levantó y condujo hasta el lugar.
Cuando Raúl supo que Victoria había llegado, sus ojos se inundaron instantáneamente de lágrimas. Con voz ronca, llamó a través del cristal.
-Mamá.
Victoria no lo había visto en mucho tiempo. Al encontrarlo tan demacrado y deteriorado, también comenzó a llorar.
-Raúl, ¿qué te pasó?
Raúl bajó la mirada y aferró con ambas manos los barrotes de la ventana.
-Cometí un error y estoy aquí reflexionando. No tiene nada que ver con Anaís. No la trates
como antes.
Lucía, a su lado, temblaba de rabia.
-Raúl, ¿sabes que me llevaron al hospital? Si no hubiera escapado a tiempo, nuestro hijo ya no estaría. No tuve opción más que buscar a la señora Larrain. ¡Anaís es una desalmada!
Raúl mostró incredulidad; los guardias habían mencionado que solo llevaron a Lucía para atender la herida en su frente.
Victoria entró en la habitación y observó que carecía de cualquier instalación para entretenimiento; apenas un espacio de unos cien metros cuadrados. Parecía como si mantuvieran recluido a un prisionero.
Raúl rápidamente le sirvió un vaso de agua, mostrando una actitud mucho más sumisa que
antes.
-Mamá, toma un poco de agua.
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Victoria contempló el vaso frente a ella, sintiéndose ligeramente reconfortada.
Raúl realmente no sabía qué decirle, así que simplemente confesó:
-Bárbara quedó en estado vegetativo. Nunca va a despertar.
-¡Crash!
El vaso en las manos de Victoria cayó al suelo, fragmentándose en innumerables pedazos.
Raúl esbozó una sonrisa amarga.
-¿No querías saber qué me pasó? Me volví adicto a esa porquería, todo gracias a Bárbara.
Victoria casi se desvanece, el mundo a su alrededor comenzaba a distorsionarse.
Raúl se agachó lentamente para recoger los fragmentos esparcidos por el suelo.
-Mamá, me preocupa que cuando Anaís llegue, vuelvan a pelear. Papá ya no está, y ahora ustedes dos son lo único que me importa. No quiero que discutan. Si Anaís me deja, voy a estar muy mal.
Victoria comenzó a temblar, apoyándose en Lucía que permanecía a su lado.
Lucía intervino precipitadamente.
-Raúl, ¿entonces yo no te importo?
Raúl la ignoró y continuó desahogándose con Victoria.
-Cada día aquí es difícil. Me duele ver cómo nuestra familia terminó así, pero todo esto es consecuencia de lo que sembraste hace tiempo, mamá.
Victoria elevó una mano hacia su frente, aparentando estar al borde del desmayo, justo cuando Anaís abrió la puerta y entró.
Raúl la miró, sus ojos se iluminaron por un instante, pero luego se apagaron al recordar algo.
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