Capítulo 418
Anaís caminó con una nueva ligereza al alejarse de allí.
Al llegar a casa, se dejó caer en el sofá. Incapaz de dormir, abrió su laptop y decidió trabajar.
El timbre volvió a sonar, inesperadamente. Contrariada, fue a abrir y se encontró, sorprendida, con Sergio.
Sergio, de facciones finas, estaba claramente lastimado. Levantó la mirada hacia ella; un destello de sorpresa cruzó sus ojos antes de que recuperara la compostura.
-Señorita Villagra, tuve un accidente aquí abajo con mi coche.
Anaís retrocedió un paso, sorprendida, y lo dejó entrar.
Tenía un botiquín en casa. Después de todo, Sergio era ahora uno de sus artistas. Si quedaba marcado, ¿quién le generaría ingresos?
El rostro de Sergio mostraba varios raspones; su brazo sangraba profusamente.
Anaís trajo el botiquín y le indicó el sofá.
Para sorpresa de Anaís, él prefirió sentarse en el suelo y rasgó la tela que cubría la herida del brazo.
-No, mejor aquí en el piso. Vengo sucio, no quisiera mancharte el sofá.
Anaís abrió el botiquín, desinfectó la herida y luego contuvo la hemorragia.
Aun así, seguía intrigada.
-¿Cómo supiste dónde vivo? ¿Quedó muy mal el coche? ¿Y tu hermano?
-Él no venía conmigo. La grúa ya se llevó el coche, no fue gran cosa. Esto no es nada. Pregunté tu dirección y preferí venir.
Anaís terminó de curarle el brazo y pasó a revisarle los dedos.
El aspecto de Sergio era singular, pero sus yemas mostraban callosidades marcadas, como de quien ha manejado armas… o herramientas, quizá. Ella dudaba; venía de las montañas, ¿cómo habría tenido acceso a armas de fuego?
Le tomó diez minutos vendarlo todo. Al terminar, Anaís suspiró, más tranquila.
Sergio no se marchó, sino que se apoyó contra la pared.
-¿Habría forma de que me quede aquí esta noche?
Aunque la situación era incómoda, un hombre y una mujer solos, Anaís no tuvo corazón para negarse al verlo tan desvalido.
-Está bien, quédate en el sofá.
17:05
Recogió su laptop de la barra y se fue a su habitación.
Sergio, solo en la sala, se frotó los ojos, el cansancio evidente en su rostro.
Su celular sonó. Era Ismael.
-¿Estás bien?
-Sí, no te preocupes.
-Sergio, te dije que no la buscaras. No tienes idea de lo peligroso que es ese hombre. ¿De verdad crees que le temblaría la mano para matarte?
Sergio sintió una punzada de rabia. Apretó la mano con fuerza.
-¿Y tú piensas seguir dejándote pisotear por él? Ese tipo está loco. Yo solo quería ver a Anaís, no sé por qué se pone así.
Ismael respiró aliviado al saber que Sergio estaba a salvo.
-No te pongas a discutir con un loco. Y cuidado con lo que dices delante de Anaís. Ahorita que no recuerda nada, estamos muy vulnerables. Si ese tipo decide ir en serio contra nosotros, no la contamos.
Sergio tuvo el impulso de encender un cigarrillo, pero recordó que estaba en casa de Anaís y se contuvo.
-Tranquilo. Ya estoy con Anaís, y los tipos que me venían siguiendo ya se fueron. Aquí estoy
seguro.
Después de todo, ese demente no querría que Anaís sospechara nada.
Ismael guardó silencio un momento antes de advertir:
-No vuelvas a hacer una locura así. No vale la pena que te juegues la vida. Si se detuvo, fue solo por Anaís.
Sergio sintió una opresión amarga en el pecho. Esos tipos no habían tenido piedad; querían dejarlo fuera de combate por meses.
-Ismael, cuando Anaís recupere la memoria… ese tipo me las va a pagar.
“Anaís no le pertenece.”
Al otro lado de la línea, Ismael suspiró y se masajeó la sien.
-Ya bájale a tu tono, Sergio. Por lo que sé, Anaís y él se llevan bastante bien desde que perdió la memoria.
-Todo es una ilusión.
El rencor endureció la mirada de Sergio mientras observaba la herida en su brazo.
-Todo esto que me ha hecho últimamente… me las va a pagar.
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17:05
Capítulo 418
Anaís se acostó y durmió profundamente, pero tuvo un sueño. En él, apareció una finca con un marcado aire antiguo.
Había puentes rústicos y cascadas artificiales; todo era hermoso.
Al despertar, aún recordaba cómo lucía la finca y se preguntaba si estaría relacionada con alguna memoria pasada.
Su intuición le decía que ese lugar era muy importante.
A la mañana siguiente, fue primero a la oficina a ocuparse de algunos asuntos, trabajando sin parar hasta la hora del almuerzo. De repente, apareció una ventana emergente en su computadora: un correo electrónico.
Era un correo programado, que se había enviado a sí misma hacía muchos años.
El correo contenía solo una breve imagen y una frase.
[¿Ahora estás bien con tu maestro?]
La imagen era precisamente de la Finca San Isidro, que había visto en su sueño la noche anterior. Aunque no era muy clara, la reconoció al instante.
“Otra vez, ese término de ‘maestro‘.”
Este correo se lo había enviado ella misma, y venía de hacía muchos años.
Se frotó las sienes con una mano y subió la imagen a Internet, con la esperanza de descubrir dónde estaba esa finca.
Pero no pudo encontrar ningún lugar similar en toda la red.
Finalmente, decidió enviarle la imagen a Z. Después de todo, Z había trabajado en Nocturnia durante mucho tiempo y debía tener un amplio conocimiento.
Sin embargo, él no respondió.