Capítulo 437
Anaís subió al auto que conducía Lucas con la cabeza gacha, algo desanimada.
-Señorita Villagra, ¿la llevo a su casa?
Ella no contestó. Volvió a llamar a Z, pero él no respondió.
“¿Se habrá enterado por alguien más de lo que pasó? ¿Estará solo en la casa, mortificándose?”
-¿Señorita Villagra?
Lucas detuvo el coche a un lado del camino. Esperó diez minutos, hasta que la vio cerrar los ojos con resignación.
-Martínez, tú llevas años con el señor Lobos, ¿sabes si tiene algún gusto aparte del trabajo?
“Si le gustara el golf, podría conseguirle unos palos de edición limitada.”
“Si le gustaran los caballos, haría lo imposible por conseguirle uno bueno.”
“Tiene que gustarle algo así, ¿no?”
Lucas la miró de reojo por el retrovisor.
-Al señor Lobos no le gusta trabajar.
-Entonces dime, ¿qué le puedo regalar que le guste?
Lucas no respondió. Apretó el volante con ambas manos y guardó silencio un momento antes de preguntar de nuevo:
-¿La llevo a su casa, señorita Villagra?
Anaís le dio la dirección de la pequeña casa y fijó la vista con calma en el exterior a través de la ventanilla.
Lucas condujo despacio; tardaron media hora más de lo normal en llegar.
Al bajar del auto, Anaís sintió el fresco de la noche y se dio cuenta de que solo llevaba puesto el camisón, sin nada debajo.
Rápidamente se sujetó el borde de la prenda y se inclinó hacia Lucas.
-Gracias, Martínez.
Lucas se alejó sin más, como si no le importara en absoluto por qué iba ella a un lugar tan apartado.
Anaís respiró hondo, sacó el celular y llamó a Z otra vez. Siguió sin contestar.
Se apresuró hacia la puerta, marcó el código de acceso y…
Código incorrecto.
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Capitulo 437
“Había cambiado el código.”
Temblando ligeramente, golpeó la puerta.
-Z, ¿estás ahí?
Justo cuando iba a darse por vencida, la puerta se entreabrió. La voz de él sonó algo ronca:
-¿Tú qué haces aquí?
Anaís comprendió que él realmente sabía; por eso había cambiado el código en un arranque.
Empujó rápido la puerta para entrar, pero antes de poder decir nada, él la alzó y la sentó sobre el mueble del recibidor.
Las manos de Anaís le tocaron el rostro. Estaba a punto de darle un beso de disculpa cuando se detuvo, sorprendida.
“Sus dedos…”
-¿Vienes a cortarme?
-Z, claro que no.
Se apoyó en su hombro. Sintió de nuevo el efecto de la sustancia, intensificado por su cercanía. La temperatura de su cuerpo subía, y gotas de sudor perlaron su frente.
Sus manos se aferraron a él como enredaderas.
En el coche, la preocupación había eclipsado el efecto de la sustancia, pero ahora se sentía insoportable.
-Z…
Apenas consciente, vio cómo él se arrodillaba.
-No hagas eso…
Pero la intención del hombre era evidente; actuaba con una urgencia desesperada.
Una sensación efímera la atravesó mientras sus dedos se enredaban en el cabello de él.
El pecho de Anaís subía y bajaba agitadamente; no le quedaba ni un ápice de razón.
Z le pasó un dedo por los labios y le sujetó la mandíbula.
-Desde la fiesta quería hacerte esto… cuando me mirabas así…
La mente de Anaís estaba confusa, sin poder procesar sus palabras, completamente vulnerable.
Él le dio unas palmaditas suaves en la espalda. Ella susurró:
-No te enojes… haz lo que quieras conmigo, ¿sí?
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Capítulo 437
Él se detuvo, su garganta se movió.
-¿Lo que yo quiera?
-Sí.
Al instante siguiente, la bajó del mueble.
Sus piernas flaqueaban; la mano de él la sostenía firmemente por la cintura.
-Z…
Se sentía intranquila y mareada.
Él parecía poseído por una urgencia salvaje, a punto de perder el control.
-Te ves muy bien así.
-¿Qué?
Anaís sentía que flotaba en un mar embravecido; todo a su alrededor era caótico.
Se inclinó hacia ella, su voz baja.
-Verte caminar así… me prendió.
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