Capítulo 440
Anaís se dio cuenta de que Simón realmente no tenía criterio propio, ya que se dejaba influenciar fácilmente por unas cuantas palabras de Adrián.
Si había llegado a esa posición, claramente alguien lo estaba respaldando.
Anaís sonrió ligeramente mientras se recostaba en su silla. -¿Por qué no llaman al presidente Lobos y le preguntan directamente si estoy mintiendo?
El rostro de Adrián se puso rojo de ira al instante, apretando los dientes mientras agarraba con
más fuerza el brazo de Simón.
-Simón, vámonos. No deberías discutir proyectos con esta mujer, si no, la gente empezará a hablar de ti, y tú odias que hablen de ti, ¿verdad?
Simón, que hasta ese momento había tratado de mantener la compostura, cambió de expresión al escuchar esas palabras. Se puso visiblemente incómodo y de inmediato se levantó.
-Señorita Villagra, dejemos esto para otro día.
Antes de que Anaís pudiera responder, Simón tomó su saco y salió apresuradamente.
Adrián se quedó en el lugar, y le hizo una mueca burlona a Anaís. -Te lo mereces, Anaís. No conseguirás cerrar ningún proyecto, ya verás.
Anaís frunció el ceño. Una vez que el salón quedó solo con ella y Miguel, habló.
-¿Cómo es que Simón parece tan indeciso? ¿Qué relación tiene con la familia Moratalla?
Miguel ajustó sus gafas sobre el puente de su nariz.
-Presidenta Villagra, usted sabe que la familia Moratalla es muy estricta, la mayoría de ellos están en el ámbito político, así que no pueden permitirse tener hijos ilegítimos. Es muy probable que Simón sea un hijo ilegítimo de alguno de los miembros de la familia Moratalla, pero por las reglas, no se atreverían a dejar que nadie lo sepa.
En las familias de alta sociedad, estas cuestiones sucias son bastante comunes. La posición actual de Simón no es muy alta, probablemente es solo un puesto que su supuesto padre le permitió tener.
Además, Simón parece estar muy reprimido, tímido y vacilante, tanto que trae a una mujer como Adrián a una negociación, lo cual es realmente estúpido.
Anaís respiró hondo y miró a Miguel con melancolía.
-¿Podría ser que él y Fausto, el heredero de la familia Moratalla, sean…?
Miguel se llevó un dedo a los labios, sugiriendo que era mejor no hablar de eso.
Fausto tiene una posición muy alta en la familia Moratalla; si él quiere que alguien se vaya,
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simplemente se va.
Viviendo bajo la sombra de un heredero así, no es sorprendente que Simón haya desarrollado una personalidad tan sumisa.
Fausto es como una cuchilla afilada; su presencia es tan penetrante que incluso a través de gruesas paredes de cristal, su filo puede herir.
Anaís acarició el borde de su copa con un tono despreocupado.
-Miguel, ¿crees que Fausto sabe de la existencia de este hijo ilegítimo?
Miguel, que había trabajado muchos años junto a Héctor, había oído algunos rumores, pero siempre había sido discreto, evitando causar problemas a Héctor.
-Presidenta Villagra, no deberíamos meternos con él. El presidente Lobos podría ser comprensivo con las mujeres, pero Fausto…
Aunque la familia Moratalla es estricta, se dice que de niño Fausto fue enviado a la frontera, una zona poco desarrollada donde hombres y mujeres sufrían abusos.
Este proyecto es importante para la familia Villagra. Han perdido muchos socios y la reputación no es buena; solo mediante la colaboración con el gobierno podrían recuperar algo de prestigio y asegurar un camino más fluido en el futuro.
El proyecto no es ni muy grande ni muy pequeño, al menos no requiere competir con grandes
empresas.
Pero asociarse con alguien tan voluble como Simón podría ser un riesgo. Podría detener el proyecto al escuchar cualquier rumor, lo cual sería una pérdida total.
Anaís tamborileó con los dedos sobre la mesa y luego sonrió.
-Vámonos, regresemos.
Miguel, al ver su sonrisa, supo que ya tenía un plan en mente.
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