Capítulo 447
Irene se encontraba en una situación complicada, como si estuviera atrapada entre la espada y la pared. Nunca imaginó que Iván llegara a tales extremos.
En su mundo, no había nada que él no pudiera obtener, y desde pequeño nunca había experimentado grandes fracasos.
Respiró hondo antes de dirigirse a Alicia, quien estaba afuera: -Mamá, ¿podemos hablar de esto mañana? Estoy un poco cansada, me voy a dar un baño y luego a dormir.
Alicia suspiró, consciente de que el tema de mudarse había creado una barrera entre ellas.
Sin embargo, no había alternativa. Si tuviera que hacerlo de nuevo, ella y la familia Moreno tomarían la misma decisión. Irene era obediente, pero no era de la sangre de los Moreno.
-Está bien, Irene. Tu papá y yo nos encargaremos de tu boda con tu novio. Una vez que te cases, la gente dejará de hacer comentarios malintencionados sobre ti. Ya hemos elegido una fecha, mañana la discutimos. Si estás de acuerdo, nos encargaremos de todo.
Irene se aferró a la cintura de Iván para no caer. Al escuchar esas palabras, apretó los labios. Había vivido suficientes experiencias para entender el mensaje oculto: la familia Moreno temía los rumores y quería evitar que se hablara de ella y Iván, por lo que debía casarse pronto.
Apoyando una mano a un lado, sintió un dolor agudo en su corazón.
-Yo…
Antes de que pudiera responder, Iván se movió de repente, casi haciendo que perdiera la
compostura.
La situación la hacía sentir avergonzada, atrapada entre la gratitud hacia sus padres adoptivos y el vínculo con Iván, a quien consideraba un hermano menor.
Iván se inclinó hacia su oído y susurró suavemente:
-Irene, ¿perdiste la paciencia? ¿Por qué no abrimos esa puerta?
Estaba claramente amenazándola.
Irene apretó la mano y rápidamente respondió hacia afuera: -Mamá, hablemos otro día, de verdad estoy cansada.
Alicia frunció el ceño, pero finalmente se retiró y cerró la puerta tras de sí.
Tan pronto como la puerta se cerró, Iván la tomó por la barbilla para besarla y con impaciencia abrió la puerta del baño.
La llevó hacia la cama, y ella, con el rostro serio, desvió la mirada. -Cierra la puerta.
Iván, mientras la besaba, retrocedió unos pasos para cerrar la puerta con seguro, y luego la arrojó a la cama, inclinándose sobre ella.
Era un joven impulsivo, y no se detenía a medir su fuerza, haciendo que la cama crujiera bajo su
peso.
Irene, temerosa de que el ruido se escuchara abajo, susurró: -Con cuidado.
-¿Tienes tanto miedo?
Iván sabía que ella no estaba completamente presente, su mente parecía estar en otra parte, lo que le molestaba.
Se detuvo y la miró fijamente, recordando a la orgullosa Irene de sus años de adolescencia.
A los dieciséis, cuando sus padres viajaron al extranjero por trabajo, la familia Moreno se encargó de ellos.
Sin embargo, a los otros miembros de la familia Moreno nunca les agradó Irene porque siempre buscaba ser la mejor, y aunque eso enorgullecía a sus padres, también hería a otros.
Una chica que había aparecido de la nada y que resultaba más sobresaliente que sus propios hijos era una fuente de vergüenza para ellos.
Durante los seis meses que sus padres estuvieron fuera, esos parientes decidieron no darle dinero a Irene.
Iván no estaba al tanto de esto, pero un día, al buscar a Irene en la escuela, notó que se juntaba mucho con algunos compañeros varones.
Se rumoraba que ella era coqueta y que pedía a esos chicos que le llevaran comida, pero ella no respondía a esos comentarios.
A pesar de todo, su rendimiento académico era impecable, siempre ocupaba el primer lugar.
Caminaba entre sus compañeros como un majestuoso pavo real, siempre erguida y orgullosa.