Capítulo 449
Irene apartó la mano de Iván y justo cuando iba a decir algo, el teléfono sonó. Era una llamada de Anaís.
Su corazón se tensó por un momento, pero al ver el nombre que parpadeaba en la pantalla, suspiró aliviada y levantó la mano para contestar la llamada.
Iván le arrebató el celular y lo lanzó a un lado, girando su rostro para besarla de nuevo.
-¿Para qué contestar? Pon toda tu atención en mí.
Anaís, al ver que su llamada no era respondida, se preocupó un poco. Recordó los problemas que Irene e Iván habían tenido y sintió que algo no andaba bien, así que decidió enviarle un mensaje.
[¿Estás bien?]
Pero Irene no respondió hasta el día siguiente, y solo con dos palabras: [Estoy bien.]
Anaís realmente creyó que no había ningún problema.
Cuando Miguel llegó a su casa, ella le dio dos cajas de fruta.
Él dejó algunos documentos en la mesa de bebidas preparadas. -Presidenta Villagra, Simón y Adrián son pareja. Adrián está completamente enamorado de él.
Anaís sonrió ligeramente. A veces entendía por qué las familias ricas se preocupaban tanto por encontrar un buen partido.
Al menos las jóvenes de familias influyentes no eran tan ingenuas como para hacer lo que Adrián, que quería exponer los secretos de la familia Moratalla.
Ese día, Anaís había planeado una cena con Efraín para disculparse y la había organizado en el hotel donde Fausto se reuniría con un socio comercial.
Reveló la ubicación del hotel a Adrián, confiando en que no la decepcionaría.
Anaís tomó el regalo que Miguel había traído, un broche que ella misma le había pedido
comprar.
Aunque Efraín nunca usaba broches, su intención era disculparse y, mientras el regalo fuera lo suficientemente caro, estaría bien.
Desde la noche anterior, había estado pensando en qué regalar. Lo primero que descartó fue un reloj. Efraín no usaba un reloj que costara menos de un millón, lo cual excedía su presupuesto para el obsequio.
Anaís tenía un presupuesto de doscientos mil. Con eso, podía comprar un buen broche, pero un reloj por esa cantidad sería motivo de burla.
Abrió el regalo y, satisfecha con el broche de color azul zafiro, se preparó para salir. Sin
embargo, Miguel habló.
-¿Presidenta Villagra, fue anoche cuando decidió reunirse con el presidente Lobos?
-Sí, ¿por qué?
Miguel dudó. Había estado en el mundo de los negocios junto a Héctor durante muchos años y sabía que Efraín no era fácil de encontrar.
Especialmente después de que se fue al extranjero, incluso la familia Lobos tenía dificultades para verlo. Sus citas probablemente estaban programadas con años de anticipación, pero Anaís lo había logrado con un aviso tan corto.
Había algo que no podía describir.
Anaís seguía en la puerta, cambiándose los zapatos al ver que Miguel no decía nada. -Si tienes algo que decir, dilo de una vez.
Miguel, mientras organizaba algunos documentos en el sofá, finalmente habló. -Presidenta Villagra, ¿cómo va su relación con su novio? Escuché que el presidente Lobos estuvo en citas arregladas recientemente. La familia Lobos probablemente ya tiene a alguien en mente para él. Anaís finalmente entendió lo que quería decir y sonrió.
-¿Piensas que es demasiado fácil para mí reunirme con Efraín?
Miguel permaneció en silencio.
Anaís ya había abierto la puerta, su tono era tranquilo. -¿No podría ser que lo avergoncé tanto en el evento que está esperando mi disculpa?
Siempre había pensado que Efraín era incapaz de tener emociones humanas comunes, pero en aquella isla había reaccionado. Además, con lo del asunto de las flores, se dio cuenta de que no era que no tuviera emociones, sino que las reprimía.
-Presidenta Villagra, mientras lo sepa…
Miguel dejó los documentos y se quitó las gafas para limpiarlas. -Usted no recuerda bien las cosas del pasado, pero yo vagamente recuerdo que estaba buscando a alguien.
Anaís se detuvo y miró a Miguel con una nueva perspectiva.
Había estado al lado de Héctor durante tantos años sin cometer errores. Era una persona extremadamente meticulosa y hábil.
Además, había ganado la confianza de Héctor. Quizás su capacidad superaba con creces la de Héctor, pero siempre se había mantenido discreto.
A veces, su presencia era casi imperceptible, lo que en sí mismo era una habilidad.
-¿A quién estoy buscando?
-Una vez, por la noche, vi a la presidenta Villagra. Era muy diferente a la que conocemos en la
familia Villagra, era fría. Quizás había bebido demasiado, su mirada estaba distante, y todo su ser emanaba un aura misteriosa. Si no la conociera, no la habría reconocido. Así que, cuando las cosas en la empresa se calmen, debería pensar en cómo recuperar su memoria.
Miguel bajó las pestañas, sin decirle que en ese momento había dicho que quería matar a Efraín.
No sabía si fue una borrachera o la verdad.