Capítulo 450
-Vale, cuando discutamos el próximo negocio, aprovecharé para recuperar la memoria.
Anaís aceptó con estas palabras y salió con la caja de regalo.
Al llegar al hotel, justo al doblar la esquina, se encontró con Fausto en la puerta del salón privado.
Fausto parecía haber salido del salón, su mirada recorrió a Anaís por un segundo y luego se apartó, levantando el pie para irse.
Anaís se sintió un poco extrañada. Ese salón lo había reservado ella, ¿cómo es que Fausto salió de ahí? ¿Será que Efraín ya está adentro?
Empujó la puerta del salón y, efectivamente, había alguien sentado adentro.
Efraín sostenía el menú, aparentemente concentrado en decidir qué comer.
Anaís había llegado media hora antes, pero Efraín se le había adelantado.
Ella, quien debía disculparse, había llegado tarde.
Con una expresión de disculpa en el rostro, dijo: -Presidente Lobos, ¿llegaste tan temprano? ¿Tenías algo que discutir aquí con el presidente Moratalla?
De lo contrario, ¿por qué Fausto habría salido de ese salón?
Antes de que él pudiera contestar, Anaís se sentó enfrente y sacó la caja de regalo.
-Pasé por el centro comercial y vi este prendedor, creo que te quedará muy bien, presidente Lobos.
La última vez, para disculparse por lo de Lucía, le había regalado un par de gemelos plateados y azules, pero Efraín nunca los había usado.
La mirada de Efraín se posó en el prendedor por menos de medio segundo antes de volver al menú. -Pide la comida.
Parecía no tener el menor interés en el prendedor.
Anaís no se sintió incómoda; después de todo, ya lo había regalado y no esperaba que gustara. Efraín había visto de todo desde que era pequeño.
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-Bueno, le pedí al chef que recomendara algunos de los platos estrella de aquí, deberían estar por llegar.
Mientras esperaban que la comida llegara, la mirada de Efraín finalmente se posó en su rostro.
-¿Tú elegiste el regalo?
En realidad, lo había elegido Miguel, a quien Anaís le había pedido ayuda.
-Sí, fui yo.
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Capitulo 450
Efraín tomó un sorbo de la bebida de la casa, una infusión de hierba mate. -En el camino, me encontré a tu asistente en el centro comercial.
Anaís estaba a punto de servirle más de la infusión cuando su mano se detuvo. Justo cuando pensaba negarlo, él continuó: -Tenía la misma caja en la mano, doscientos mil pesos, un gasto considerable.
La conversación casi había terminado en ese punto.
La disculpa de Anaís era como echar leña al fuego.
Se sentó lentamente, dándose cuenta de que Efraín realmente estaba enojado.
Si no estuviera enojado, no la habría puesto en evidencia de esa manera.
Trató de pensar en algo que decir, pero vio que el camarero traía los ocho platos estrella, y cuando notó que casi la mitad eran de mariscos, sintió que el mundo se le venía encima.
¡Efraín es alérgico a los mariscos!
Estaba a punto de pedirle al camarero que retirara los platos de mariscos cuando vio que Efraín tomaba el cuchillo y tenedor.
Con rapidez, levantó la mano y le sujetó la muñeca, su tono se volvió urgente. -Presidente Lobos, ¿olvidaste que eres alérgico a los mariscos?
Las pestañas de Efraín temblaron, y lentamente dejó el tenedor. -Lo olvidé.
Anaís inhaló profundamente y pidió al camarero que retirara todos los platos de mariscos, ordenando otros platos estrella.
-Olvidar algo tan importante no es bueno, la alergia puede ser peligrosa.
Los labios de Efraín se curvaron ligeramente mientras bajaba la mirada.
Anaís sintió de repente que su humor no era tan malo como antes, así que aprovechó para sacar el prendedor y colocárselo con cuidado.
-Aunque Miguel fue quien compró el regalo, yo lo elegí personalmente desde el celular, igual que los gemelos plateados y azules la última vez. Creo que el azul, con su toque de misterio, te va muy bien.