Capítulo 455
Sin embargo, al pensar en Z, Anais se sintió un poco culpable y rápidamente revisó su historial de mensajes con él. Desde la última vez que lo había calmado, parecia haber estado bastante tranquilo.
Respiró hondo, lista para dirigir el auto hacia el rancho, cuando de repente recibió una llamada de Raúl Villagra. Su tono estaba lleno de preocupación.
-Anais, ¿podrias ir a la casa y ver qué está pasando? La empleada dice que Lucía comió algo que le cayó mal anoche, ha estado vomitando todo el día y se niega a ir al hospital.
Anais apretó el volante con ambas manos. Al final, su hermano había dejado que Lucía se quedara en su casa.
Se frotó la frente con una mano. -Iré más tarde, tengo algo importante que hacer ahora.
Raúl no dijo nada, pero su respiración se hizo más pesada.
Anais solo pudo apretar los labios y girar el volante en otra dirección. -Voy para allá ahora mismo.
Dentro de la casa, Lucia estaba sentada con las piernas cruzadas, con una actitud arrogante.
-Esta fruta no es importada, no la voy a comer. Estoy esperando un hijo de Raúl, el futuro heredero del Grupo Villagra. Más les vale que me traten bien.
Lucia llevaba una semana instalada allí, y las empleadas ya estaban hartas, pero no tenían otra opción más que soportarla, ya que tenía razón en lo que decía.
Justo cuando Lucía iba a recostarse, vio el auto de Anais acercarse a través de la ventana.
Rápidamente se cubrió el abdomen, fingiendo estar débil.
Cuando Anais entró, vio a Lucía sudando profusamente.
Lucía habló con desdén, recostada a un lado. -He estado sintiéndome mal todo el día, ¿por qué no esperas a que me muera para venir?
La mirada de Anaís recorrió a Lucía con frialdad. -Haré que alguien te lleve al hospital.
Lucía rápidamente abrazó un cojín, llena de miedo.
-No puedo ir al hospital. ¿Quién sabe si planeas deshacerte de mi bebé allí?
Anaís mostró signos de impaciencia y le preguntó a la empleada al lado. -¿Cómo está ella?
La empleada quería decir que Lucía había estado perfectamente bien, pero ahora Lucía era la dueña de la casa, y una vez que Anaís se fuera, ellas serían las que sufrirían.
Solo pudo bajar la cabeza, sumisa. -La señorita Santana solo comió algo que le cayó mal, vomitó un par de veces y está un poco débil.
20:45
Al escuchar esto, Lucía se agarró el abdomen dramáticamente. -No puedo más, me duele muchísimo. Anaís, será mejor que vengas a menudo por aquí y esperemos juntas a Raúl, porque si algo le pasa a mi bebé, el abuelo del niño también se sentiría destrozado desde el más allá, ¿no crees?
Anaís se estremeció, una memoria emergió en su mente; recordaba que en su cumpleaños, Héctor había dicho que su mayor deseo era ver a Anaís y Raúl casados y formando una familia. Quizás todos los padres desean lo mismo.
Lucía había tocado un punto sensible mencionando a Héctor.
Anaís no dijo nada más y llamó a un médico para que viniera a revisar a Lucía.
Durante el tiempo que el médico tardó en llegar, Lucía no dejó de quejarse, ora diciendo que le dolía la cabeza, ora que le dolía el estómago.
Ya había recibido instrucciones de Fabiana Illanes de usar al bebé en su vientre para complicarle la vida a Anaís, distrayéndola de Efraín.
El médico llegó una hora después. Anaís estaba a punto de irse, ansiosa por recoger flores de ciruelo en el rancho, pero apenas dio un paso hacia la puerta, Lucía se desmayó de repente.
20.45