Capítulo 458
Mientras caminaban en silencio, él la seguía como una pequeña sombra pegada a su lado.
Aunque esa noche nevaba y hacía frío, Anaís no podía evitar recordar aquel momento en el agujero.
Dos personas pequeñas, acurrucadas, sin saber cuántas noches habían pasado así. No podía creer que, ya de adultos, pudieran volver a contemplar las flores de invierno como en aquel
entonces.
Su corazón se ablandó de repente y no pudo evitar preguntar:
-¿Te duele?
En la oscuridad, él sonrió ligeramente.
-¿Te preocupas demasiado?
Anaís se dio cuenta de que él siempre buscaba confirmar de alguna manera que ella se preocupaba y lo quería.
Tragó saliva y le tomó de la manga. Pensó en las flores que había recogido para Efraín y sintió una punzada de remordimiento en su interior.
Era como si un esposo infiel se encontrara de repente con su esposa al regresar a casa, sintiéndose muy culpable.
Entrecruzó silenciosamente sus dedos con los de él.
-Más tarde iré a tu casa para curarte las heridas.
-Está bien.
-Mañana te llevaré algo rico.
-Está bien.
-Para Año Nuevo, cenaré contigo. ¿Tienes tiempo la noche del 31?
Él detuvo sus pasos, su tono era tranquilo.
-¿Hiciste algo para sentirte culpable?
Las mejillas de Anaís se sonrojaron de inmediato, pero afortunadamente la oscuridad de la noche lo ocultaba.
-Eres mi novio, obviamente quiero tratarte bien. ¿En serio quieres pasar la noche del 31 solo en esa casa oscura? Yo no tengo planes.
Él extendió sus dedos, apartó un mechón de cabello suelto detrás de su oreja y se acercó.
-¿Estarás dispuesta a hacer lo que yo quiera?
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Capitulo 458
Todos sabían lo que eso significaba.
Y justo cuando Anaís se sentía más culpable, él hizo esa pregunta.
Apretó los dientes, sintiendo que la vida estaba llena de trampas.
-Está bien.
Agarró su mano con fuerza y escuchó cuando él dijo de repente:
-Anaís, me hace muy feliz.
Anais se sintió aún más culpable. No entendía por qué él estaba tan contento, era un tonto.
Respiró hondo.
-La Navidad es el cumpleaños de mi hermano. Si es posible, ¿te gustaría conocerlo?
Él se detuvo de repente.
No sabía si era su imaginación, pero parecía que incluso los copos de nieve a su alrededor se habían detenido.
Él retiró su mano y miró las ramas de flores que llevaba.
Anaís pensó que él rechazaría su propuesta. ¿Acaso creía que su aspecto era tan terrible?
-Cuando recuerdes el pasado, si todavía quieres…
Su voz sonaba ronca y apresuró el paso.
Anaís también aceleró el ritmo, hablando con urgencia:
-Z, sé que siempre estás inquieto, que piensas que mis sentimientos hacia ti son inexplicables. Lo he pensado bien, me gusta tu vulnerabilidad, esa sensación de que sin mí no puedes seguir. Me gusta sentirme necesitada, quizás antes no estaba acostumbrada a depender de otros. Me gusta que alguien dependa de mí, me da una sensación de satisfacción que no encuentro en nadie más.
Dijo todo de un tirón y lo agarró del brazo.
-Así que, incluso si recupero la memoria, seguiré gustando de ti.
Pero él retiró su mano con firmeza.
-¿Vulnerabilidad?
-Sí.
Anaís dio un paso más cerca, sacudió la nieve de las flores que llevaba.
-Me preguntaste qué sentía por Efraín. Te dije que no somos del mismo mundo. Él es fuerte, no necesita a nadie, siempre tan reservado. Desde el principio supe que no podía gustarme, pero tú y él son opuestos. Siento que debo estar a tu lado.
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Al terminar, lo escuchó murmurar:
-Ya veo.
Entonces entendió dónde había perdido.
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