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Capítulo 463
Luego, un cigarrillo encendido apareció en la escena.
Anaís pateó la puerta del asiento del copiloto con fuerza, cayendo hacia atrás, su cabeza golpeó el suelo y el dolor la hizo querer vomitar.
La lengua de fuego pasó tan cerca de su oído que el ruido despertó a Raúl, quien estaba dentro de la casa.
Corrió hacia afuera, con el miedo haciendo temblar sus manos y pies.
-¡Anaís!
Anaís temía que esas personas atacaran a Raúl, y justo cuando iba a pedirle que entrara, ya se habían esfumado, todo ocurrió demasiado rápido.
Cuando Raúl la ayudó a levantarse, aún podía oler la gasolina en sus pantalones.
Las manos de Raúl temblaban. -¿Qué diablos pasó?
Anaís había estacionado el auto no muy lejos de la casa de Raúl, y si debía sospechar de alguien, el primer nombre que vino a su mente fue Lucía.
Para Lucía, ahora que Raúl se había recuperado, debía ser él quien dirigiera la empresa, y Anaís
era un obstáculo en su camino.
Sin embargo, Anaís pensaba que Lucía no actuaría de manera tan descarada.
Su celular aún estaba en su mano, y del otro lado, Fabiana exclamaba preocupada: -Anaís, di algo, ¿qué pasó?
Ya más tranquila, Anaís respondió: -No te preocupes, estoy bien. Tengo algunas cosas que resolver, hablamos luego.
Fabiana había intuido lo que había sucedido. Furiosa, llamó a Sofía Lobos.
Este tipo de tonterías, ¿quién más podría estar detrás sino Sofía?
Cuando Sofía recibió la llamada, soltó una risita fría.
-Me acusas injustamente. Solo le dije unas palabras provocativas a Adrián y ella sola decidió
ir tras Anaís. Incluso si Anaís investiga, solo encontrará a Adrián, porque el asunto del novio de Adrián está muy relacionado con Anaís.
Adrián había logrado acercarse a Simón, estaba a un paso del éxito, pero Anaís lo había derribado.
Adrián, en su desesperación y estupidez, pensó que Anaís le había arrebatado su vida, y en su impulso, era capaz de hacer cualquier cosa.
Fabiana respiró hondo, apretando su celular con fuerza. -Señorita Lobos, no quiero verme involucrada en esto, controla a tu gente.
Capitulo 463
Sofía soltó una carcajada desde el otro lado.
-Fabiana, de verdad eres una cobarde patética. En el fondo, odias a Anaís, ¿verdad? Pero siempre le sonríes. ¿No estás cansada? ¿Realmente crees que Anaís quiere ser tu amiga? En su corazón, te menosprecia. Solo eres una ratona en un rincón oscuro. Además, déjame decirte algo, Efraín, él siempre ha amado a Anaís. Por ella, puede engañar a todo el mundo. Nunca tuviste una oportunidad, siempre serás quien lo vea desde lejos, sin atreverte a presentarte
ante él.
Esas palabras tocaron la fibra más sensible de Fabiana, su rostro cambió de color, deseando poder aplastar el celular.
Sofía, acostumbrada a menospreciar a los demás, no veía nada malo en sus palabras. Para ella, Fabiana no era más que una simple plebeya que se atrevía a codiciar a Efraín, como una rana soñando con comerse un cisne.
Después de colgar, Fabiana miró la pantalla con una expresión sombría, su rostro reflejaba un terror escalofriante.
De repente, esbozó una sonrisa, fría y calculadora, levantando ligeramente la comisura de sus
labios.
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