Capítulo 475
Anaís se dio la vuelta rápidamente y se dirigió al interior de la casa.
Para su sorpresa, Z permanecía quieto en la entrada, sin moverse, aparentemente ajeno al hecho de que alguien había muerto afuera.
Respiró hondo, tomó su rostro entre las manos y le dijo con suavidad: –Afuera ocurrió algo, así que por ahora no salgas. Tu amigo el doctor, ¿él es de Nocturnia?
Las pestañas de Z temblaron ligeramente y su rostro se acurrucó instintivamente en sus palmas, mostrando un poco de dependencia. -Sí.
-Llámalos, necesito que me ayuden con algo.
Si eran de Nocturnia, deberían estar muy acostumbrados a manejar situaciones como esta.
Z rápidamente hizo una llamada, pidiendo a su amigo que viniera.
-Anaís, siento un olor a sangre.
Anaís lo tomó de la mano y lo guió hasta el sofá en la oscuridad de la sala. -Me corté el brazo por accidente, pero no es nada grave.
Z no dijo nada, simplemente acariciaba suavemente sus dedos, perdido en sus pensamientos.
El doctor llegó pronto; solo pasaron veinte minutos afuera.
tes de que Anaís escuchara ruidos
Se levantó, pero presionó suavemente el hombro de Z. -Quédate aquí, espera en silencio y no salgas.
Él asintió.
Anaís sonrió satisfecha con su comportamiento obediente y salió de la habitación.
El médico ya esperaba afuera, su expresión era una mezcla de resignación y sorpresa. No podía creer que lo hubieran hecho venir en helicóptero a tan corta distancia, algo que consideraba un desperdicio.
Respiró hondo y ajustó las gafas en su nariz.
-Señorita Villagra, ¿qué necesita?
Anaís señaló dos cuerpos que yacían cerca y explicó: -Encárgate de esto. Z mencionó que eres de Nocturnia, así que deberías saber cómo manejarlo. Además, no le digas nada a él. En sus ojos, yo no podría matar una mosca. Si sabe que maté a alguien, podría asustarse.
Apenas terminó de hablar, el hombre tosió varias veces, el sonido resonando en la noche
silenciosa.
Anaís lo miró, sintiendo que su expresión era extraña, y frunció el ceño, preocupada. -¿Estás bien?
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El hombre ajustó de nuevo sus gafas, como si estuviera reprimiendo alguna emoción. -No es nada, me encargaré de los cuerpos. No te preocupes, no le diré nada, no lo asustaré.
Anaís asintió y lo apresuró: -Hazlo rápido, él sigue adentro.
El hombre hizo una llamada.
En menos de diez minutos, alguien vino para llevarse los cuerpos, todo se hizo de manera tan limpia y rápida que era imposible saber que algo había ocurrido allí.
Cuando el hombre estaba por irse, miró a Anaís y dijo: -Todo está listo. Puedes regresar con tu
muchacho.
Anaís sintió que sus palabras tenían un tono de burla, como si estuviera disfrutando de un espectáculo.
Sin entender completamente, regresó a la habitación.
Z seguía sentado en el sofá, y al verla, inmediatamente preguntó con preocupación: -¿Ya está todo listo? ¿Por qué puedes hablar de ciertas cosas con él y no conmigo?
Anaís levantó la mano y sostuvo su rostro.
-Mi hermano en casa tuvo un problema y necesito ir a verlo. Gracias por lo de esta noche. Cuando regrese, vendré a verte, ¿de acuerdo?
Antes de que terminara de hablar, él se inclinó para besarla.
Ella retrocedió, quedando atrapada entre el sofá y él.
Con determinación, él la sostuvo firmemente, sus manos en su cara.
En medio del beso, ella pudo sentir la felicidad que emanaba de él.
Una felicidad palpable, como si su ánimo hubiera mejorado notablemente esa noche.