Capítulo 477
Cuando se acercó, Anaís le soltó una bofetada a Raúl. La ropa de Raúl seguía colgada al lado, secándose, y su cuerpo mostraba varias marcas moradas y azules. Era evidente que el
accidente de carro lo había golpeado, pero no lo suficiente como para poner su vida en peligro. Su rostro, aunque había salido ileso del accidente, ahora estaba hinchado por la bofetada que le había dado Anaís, quien claramente no se había contenido.
Anaís estaba furiosa. Agarró la camiseta ligera de Raúl y lo atrajo hacia ella.
-He venido desde lejos a buscarte, y ¿ahora me pones esa cara? ¡Habla! ¿Qué te pasa?
Raúl desvió la mirada, fijándola en un punto de la pared del refugio, mientras las lágrimas caían silenciosamente por su rostro.
Anaís conocía a su hermano. Cuando Raúl se sentía herido, solía armar un escándalo para llamar su atención, como cuando quería que ella dejara a su exnovio, Z, tras una discusión. Incluso le informaba de inmediato cuando se concentraba en sus estudios, solo para recibir unas palabras de aliento.
Aunque a veces podía ser un poco tonto, Raúl era transparente, y por eso Anaís lo consentía.
Respiró hondo, recordando que su hermano había venido hasta aquí para recoger hierbas medicinales para ella. Pensó en cómo había partido de noche, pasando una noche solo en una cueva, seguramente aterrado. Se arrepintió de haberlo golpeado.
-Está bien, Raúl, lamento haberte pegado. Cuéntame, ¿qué te pasó? ¿No conseguiste las hierbas? Me encontré con el doctor anciano en mi camino aquí, y me dio un frasco de hierbas. Parecía un abuelo muy amable, no creo que te haya causado problemas. Además, viniste por este camino, que es opuesto a la dirección de regreso. Si ya tenías las hierbas, ¿no deberías estar de vuelta?
Raúl se abrazó a sí mismo y escondió la cabeza entre sus brazos, sollozando sin decir una palabra.
Anaís no podía soportar verlo tan abatido. Pensó que había madurado un poco.
¿Cómo podía alguien llegar a ser tan desdichado?
Pensó en Z, quien al menos siempre decía lo que pensaba.
Anaís iba a empujar su hombro cuando Raúl, de repente, se levantó y salió corriendo de la cueva, como si no quisiera verla.
Anaís quedó atónita, incluso comenzó a preguntarse si estaba poseído.
Pasaron unos segundos antes de que se recuperara y saliera tras él.
-Estás vestido muy ligero, ¿quieres congelarte? Raúl, ¿qué te pasa? ¡No me hagas enojar!
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Capitulo 477
Pero él corría rápido, adentrándose en el bosque.
Anaís sintió que su paciencia se agotaba, deseaba atraparlo y darle otra lección.
Pensó que la bofetada había herido su orgullo, y ahora él estaba de mal humor.
Siguió sus huellas en la nieve, subiendo por la ladera.
Raúl, con su cuerpo lleno de golpes, se movía con dificultad, sus heridas se resentían con cada paso, haciéndolo gruñir de dolor.
Lloraba mientras cojeaba, sin rumbo, solo quería alejarse de Anaís.
Anaís lo seguía a una distancia prudente, notando que Raúl ya estaba agotado, probablemente impulsado solo por la adrenalina para llegar tan lejos.
No dijo una palabra, simplemente lo siguió.
Después de un kilómetro, la pierna de Raúl comenzó a fallarle, ya no podía más. Sintió el frío calar en sus huesos, y al darse la vuelta, vio que Anaís aún estaba detrás de él.
Intentó seguir avanzando, pero cayó al suelo al tropezar, rodando hasta los pies de Anaís.
Anaís abrió la boca para soltar un comentario sarcástico, pero al no conocer la razón de su enojo, decidió mejor ayudarlo a levantarse.
Raúl se apoyó en ella para ponerse de pie y regresaron por donde habían venido.
Anaís lo sostuvo en silencio.
Después de cuarenta minutos, llegaron de nuevo a la cueva con el fuego aún encendido.
Anaís avivó las llamas y le lanzó su abrigo seco a Raúl.
El calor del abrigo lo reconfortó. Se lo puso rápidamente, sorbiendo por la nariz mientras se acercaba más al fuego.
Después de tanto ajetreo, la noche estaba cayendo, y la nieve seguía cubriendo el camino.
Con Raúl herido, no podían arriesgarse a caminar una hora y media en la oscuridad hasta su
carro.
-Mañana pediré ayuda local -dijo ella bostezando-. Aún tenemos leña para mantenernos esta noche. Mejor esperemos a que vengan a rescatarnos.
Raúl no dijo nada, solo se dedicó a alimentar el fuego.
Anaís apoyó su barbilla en su mano, observándolo fijamente.
Él se ponía cada vez más nervioso bajo su mirada, sin saber qué hacer.
Anaís se relajó al ver que él aún respondía a su presencia. Temía que algo lo hubiera cambiado para siempre.
Con esa tranquilidad en mente, se acomodó y se quedó dormida.
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Capitulo 477
Solo cuando Raúl se aseguró de que Anaís dormía profundamente, se atrevió a mirarla.
Dormía sin ninguna preocupación, un mechón de cabello caía sobre su mejilla, iluminada suavemente por el fuego.
Raúl se perdió en sus pensamientos, recordando cómo era su relación con Anaís años atrás.
De niño, Anaís era muy enfermiza, pasaba mucho tiempo en tratamiento. A menudo, solo podía verla a través del vidrio del hospital, y el resto del tiempo lo dedicaba a rezar por su
recuperación.
Finalmente, ella se mejoró, y su vida se volvió normal.
Raúl se golpeó suavemente la cabeza, todavía no podía entender en qué momento todo se había torcido.
Respiró profundamente y se acercó a Anaís.
Quizás debería hacer algo más, confrontarla o destruirla, como Lucía le había sugerido, para que entregara todo de la familia Villagra.
¿Estaba actuando Anaís o realmente le importaba?
Raúl no lo sabía, se sentía perdido y confundido, como si el mundo se desmoronara a su alrededor. Sentía ganas de escapar.
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