Capítulo 496
Una voz aguda cortó el aire, y los médicos se apresuraron a ver qué sucedía, pero solo dijeron
una cosa.
-No hay necesidad de intentar reanimarla.
Raúl sintió cómo el frío le invadía por completo. No fue hasta que el cuerpo de Lucía fue llevado a la morgue que logró volver en sí, sacudiéndose del caos que lo envolvía.
El teléfono sonó; era la niñera de la casa, preguntando cuándo volvería. Respondió la llamada, pero era como si algo le oprimiera la garganta, incapaz de articular palabra alguna.
No sabía cómo había logrado conducir de regreso a casa. Sentía su cuerpo helado y agotado.
Al entrar por la puerta, se inclinó en silencio para cambiarse los zapatos, cuando escuchó la voz de Anaís.
-¿Por qué llegas tan tarde?
Anaís estaba sentada en la sala, con una bebida caliente sobre la mesa y un regalo envuelto, probablemente su obsequio de cumpleaños. Anaís había decidido volver para entregar el regalo en persona, considerando que el cumpleaños número veinte de Raúl merecía un gesto especial.
Sin embargo, no esperaba que llegara tan tarde; faltaba apenas una hora para que su cumpleaños terminara. Pensó que Raúl estaba con Lucía disfrutando de un momento juntos, así que no preguntó más. Empujó el regalo hacia él.
-Es para ti. Hay pastel en el refrigerador. ¿Comiste algo afuera?
Sin esperar respuesta, se levantó para sacar el pastel del refrigerador, quitando el plástico con cuidado y colocando la vela con el número veinte.
Raúl permaneció de pie junto a la mesa, observando las velas encendidas, sin ganas de apagarlas.
Anaís apagó las luces de la sala, sonriendo levemente.
-¿Qué te pasa? ¿No la pasaste bien afuera?
Abrió el regalo, revelando un par de anillos de compromiso con piedras preciosas que brillaban bajo la luz de las velas. Los dejó sobre la mesa, admirando la escena.
-Raúl, lo he estado pensando. Aunque Lucía no me soporta, sé que te quiere de verdad. Es probable que pronto pienses en comprometerte. Te compré estos anillos de compromiso como un gesto de buena voluntad.
A pesar de su aversión personal hacia Lucía, Anaís deseaba lo mejor para su hermano.
Raúl miraba el pastel y los anillos en silencio. Observaba los labios de Anaís moverse, pero no escuchaba nada de lo que decía.
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Capítulo 496
Anaís continuó hablando, pero al notar su falta de reacción, se detuvo intrigada.
-¿Qué te pasa?
Raúl logró captar esas palabras, pero un dolor agudo le atravesó el oído, extendiéndose hasta su cabeza. Se frotó las sienes, su voz era un susurro quebrado.
-Anaís, en mi cumpleaños, ¿me acompañarías a un lugar?
Anaís se levantó sin dudarlo.
-¿A dónde?
Y, ¿por qué no llevar a Lucía?
Raúl se dirigió hacia la puerta sin mirar atrás al pastel ni a los anillos, que ahora parecían una burla silenciosa.
Una vez en el carro, sus manos apretaban el volante con fuerza. Anaís, en el asiento del copiloto, intentó romper el silencio.
-¿Vamos a ver a la señora Larrain?
Raúl ya había pisado el acelerador, ignorando la pregunta.
Anaís percibía en él una inquietud sombría, una mezcla de rabia y desesperación que invadía el ambiente. Optó por quedarse callada, observando cómo el paisaje nocturno pasaba a toda velocidad. Después de cuarenta minutos, el carro se detuvo en un lugar oscuro, sin iluminación en los alrededores.
Anaís frunció el ceño, finalmente sintiendo que algo andaba mal.
-¿Qué estás haciendo?
Raúl miraba hacia adelante, su tono era distante.
-Afuera hay gente que quiere hablar contigo.
Anaís abrió los ojos incrédula, soltando una risa sarcástica.
-¿Raúl, quieres secuestrarme por Lucía?
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