Capítulo 502
Anaís se encontraba ahora en otro carro, con una tela negra cubriéndole los ojos. El líder del grupo le habló con tono amenazante.
-Señorita Villagra, le conviene cooperar con nosotros. De lo contrario, si nos vemos obligados a usar la fuerza, la que saldrá perdiendo será usted.
Ella no se movió, permitiendo que la tela permaneciera sobre sus ojos.
Podía sentir cómo el carro daba vueltas y cambiaba de dirección. Las personas dentro del vehículo permanecieron en silencio todo el tiempo.
A diferencia de otras veces cuando intentaron atacarla, estos sujetos parecían mucho más profesionales.
Después de una hora de viaje, Anaís fue cargada sobre un hombro y, tras caminar una corta distancia, fue arrojada al suelo.
La puerta se cerró de golpe con un “pum“, y el mundo quedó en completo silencio.
Con las manos atadas a la espalda, Anaís intentó levantarse, buscando un punto de apoyo hasta lograr ponerse de pie. Se quitó la tela negra de los ojos con ayuda de una pared.
El lugar estaba completamente oscuro, solo una pequeña ventana en lo alto dejaba pasar un poco de luz de los faros de un carro, indicando que los secuestradores aún estaban afuera vigilando.
Miró a su alrededor, pero al tener los pies también atados, su movilidad era limitada. Tropezó y casi se golpea contra una piedra.
Rápidamente cambió de dirección y comenzó a frotar sus manos contra la piedra, con la esperanza de romper las cuerdas.
Los secuestradores parecían tener mucha paciencia, evidentemente esperando órdenes de alguien. Al no recibir ninguna llamada, se mantenían quietos.
Anaís sabía que debía aprovechar ese tiempo para intentar escapar.
Una vez que las cuerdas de sus manos se aflojaron, se agachó para liberar sus pies. Luego se
acercó a la ventana.
La ventana estaba a tres metros del suelo, y dentro del lugar solo había un montón de piedras desordenadas, sin nada más que pudiera usar para alcanzarla.
Buscó entre las piedras hasta encontrar una lo suficientemente afilada. En un rincón, halló dos palos rotos. Usó las cuerdas para atar los palos juntos y luego sujetó la piedra afilada al extremo, improvisando un arma rudimentaria.
-No está tan mal–murmuró mientras lo probaba en el aire.
Se posicionó detrás de la puerta, esperando a que los secuestradores la abrieran.
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Capítulo 502
Pasó una hora y no se escucharon pasos afuera.
Lo que Anaís no sabía era que los hombres afuera también empezaban a impacientarse, hablando entre ellos.
-¿Qué rayos está haciendo esa mujer? Aún no nos dan instrucciones se quejó uno de ellos.
El líder, con un cigarro entre los dedos, soltó una risa sarcástica.
-Tranquilos, todavía están negociando. ¿Para qué tanta prisa? Cuando tengamos el dinero, nos largamos.
-No entiendo por qué tanto rollo con una mujer. Si quieren matarla, la estrangulamos. Si quieren otra cosa, nosotros nos encargamos. No es complicado..
El líder sacudió la ceniza del cigarro, su expresión cínica se acentuó.
-Los que de verdad saben lo que hacen no se preocupan por vidas humanas. Para ellos, la vida es insignificante. Lo que buscan es obtener lo que más desean y jugar con el destino de los demás. No como nosotros, que solo somos músculo -dijo con desprecio.
Los otros hombres escupieron al suelo, uno de ellos se volvió hacia el líder.
-Yeray, parece que sabes mucho sobre los ricos. ¿Tu familia era adinerada? Recuerdo que decían que tenían un casino.
El hombre llamado Yeray se detuvo un momento, sacudió la ceniza de su cigarro nuevamente.
-Solo he visto muchas cosas, nada más -respondió, mirando su celular, esperando una
llamada.
Mientras tanto, Fabiana y Roberto se encontraron en un lugar muy discreto, solo ellos dos estaban presentes en el espacio algo oscuro.
Fabiana, sin rodeos, comenzó la conversación.
-Señor Lobos, ¿tiene manera de atraer al novio de Anaís?