Capítulo 511
Anaís llevaba una hora esperando afuera, pero Yeray no salía. En cambio, otras personas iban y venían de su casa, y ella no tenía idea de qué estaban tramando.
-¿Sabes algo de lo que está pasando ahí dentro? -preguntó Anaís a Sergio, que estaba a su lado.
Sergio negó con la cabeza lentamente, soltando un bostezo.
-No tengo mucha idea, pero ninguno de ellos es rival para mí.
En un enfrentamiento a muerte, los asesinos entrenados como Sergio eran sin duda más letales que esos simples matones.
Anaís entrecerró los ojos y esbozó una sonrisa.
-Perfecto, entonces ve y átalo.
Sergio se animó de inmediato. Después del incidente con Adrián, pensó que Anais ya no confiaría en él. Su error había causado problemas, pero ahora sentía su sangre hirviendo de emoción.
Abrió la puerta del carro dispuesto a bajar cuando ella lo detuvo.
-Espera hasta que caiga la noche. Una vez lo captures, llévalo a este lugar. Sergio, no cometas el mismo error que con Adrián. No les des oportunidades a los demás.
Sergio sintió que sus mejillas se calentaban, recordando lo que Ismael le decía sobre su falta de paciencia, lo cual le traía problemas constantemente.
Regresó al carro, jugueteando con su trenza y bajando la mirada, visiblemente desanimado.
-Entendido.
Anais levantó el mentón, indicándole que bajara del carro. Una vez capturara a Yeray, debía llevarlo directamente al punto de encuentro.
Sergio salió del carro a regañadientes. Solo cuando el carro se alejó, soltó un suspiro. Se escondió rápidamente, y aunque los hombres de Yeray pensaban que Anaís se había retirado, no se dieron cuenta de que Sergio aún estaba allí.
Al regresar a casa, Anais se encontró con Raúl, que lucía agotado. Sin ganas de hablar con él, abrió la puerta para entrar, pero Raúl dijo algo que la detuvo.
-Lucia ha muerto, Anaís. Fue una doble tragedia. Antes de morir, me dijo que tú eras la responsable. Anaís, yo no quiero hacerte daño.
Raúl estaba sentado en el suelo, completamente abatido.
-Sueño con papá regañándome. Todo está hecho un lío en mi cabeza. Lucía me pidió sopa de cebolla, y al momento siguiente se lanzó al vacío frente a mí. Antes de morir, dijo que todo era
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Captulo 511
culpa tuya. Anaís, no puedo confiar en ti. Ella quería a ese bebé más que a nada en el mundo. No me dañaría, y menos usaría al niño para atraparte. Lo siento en mi corazón.
Anaís se detuvo en seco. No podía creer que Lucía estuviera muerta. ¿Cómo había pasado? Frunció el ceño, recordando lo extraño que había actuado Raúl en su cumpleaños.
Raúl se levantó del suelo, con una sonrisa torcida.
-El día que cumplí veinte años, dijiste que lo celebraríamos juntos. No pensé que me darías un regalo tan macabro: dos vidas perdidas. ¿Cómo se supone que debo reaccionar?
Su voz se fue apagando mientras se abrazaba la cabeza.
-Fallé a Lucía, al bebé, a mi padre. Y también a mamá. Le mentí. En el fondo, quería entregarte la familia Villagra. Quería escapar…
Anaís pensó en los padres vampíricos de Lucía y finalmente preguntó.
-¿Dónde la enterraron?
Parecía que Raúl no había dormido toda la noche, ocupado con el funeral.
Las pestañas de Raúl temblaron.
-En el mismo cementerio que papá,
-Llévame a verla. Dijiste algo cierto: Lucía tenía sus fallas, pero te amaba sinceramente.
Raúl no pudo evitar llorar. Desde la noche anterior, su mundo se había derrumbado una y otra
vez.
Se levantó tambaleándose, apoyándose en la pared.
-Está bien.
Una vez en el carro, Anais permaneció en silencio. Raúl percibía la distancia que ella imponía.
Miguel tenía razón. Tal vez ya no seria el hermano a quien Anaís consentiría.
Habia cometido un error.
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