Capítulo 512
Lucía fue incinerada y enterrada en una noche, junto con su diente de perro. Raúl pensó que tal vez así aliviaría un poco la culpa que sentía en su corazón.
Anaís llegó al lugar, dio una vuelta y dejó unas flores sobre la lápida que solo tenía una fotografía, luego se dispuso a irse.
Raúl, sentado a un lado fumando, pensó unos segundos antes de hablar.
-Anaís, quiero decirte algo.
Aquella llamada de Miguel le había dado un breve impulso de valentía, pero frente a la tumbal de Lucía y bajo la mirada de Anaís, ese coraje desapareció.
En ese momento, era el tipo de persona que Anaís más despreciaba y menospreciaba. Si le contaba que sospechaba de Fabiana, ¿pensaría ella que estaba inventando historias?
Ella ya no confiaba en él, y esa pequeña chispa de confianza podría extinguirse por completo.
Bajó la mirada y aspiró profundamente el cigarro.
-Tú no eres de la familia Villagra. Cuando fui a ver al viejo doctor, vi la verdadera tumba de mi Anaís. Ese año, cuando mi padre te llevó al campo, fue cuando tú regresaste. No sé qué pasó en el medio. Mi padre ya falleció, y cuando intenté sondear a mi madre, ella no sabía nada de esto. Lo he ocultado de ella. Quiero ayudarte a recuperar tu memoria, que sepas quién eres.
Anaís continuó caminando, y al escuchar esto, solo respondió con un “Mm“.
Raúl sintió un nudo en el pecho al ver su indiferencia.
Se confirmó lo que temía: ella lo odiaba.
Finalmente, no mencionó nada sobre Fabiana, temiendo que incluso el último rastro de simpatía que ella pudiera tener por él se desvaneciera.
Porque, después de todo, era solo una suposición suya.
Cuando Anaís se fue, Raúl se quedó en silencio mirando la tumba de Lucía.
Los colillas de cigarro se amontonaban a su alrededor. A sus veinte años, sentía que ya estaba en la vejez, şin interés ni pasión por la vida.
Anaís subió al carro y se marchó sin dudarlo.
La idea de no ser parte de la familia Villagra había cruzado su mente tiempo atrás. Después de todo, la actitud de Victoria hacia ella era extremadamente hostil, mientras que la de Héctor era compleja.
Él no era completamente indiferente hacia ella; era contradictorio, como si quisiera que le fueral bien, pero no demasiado bien.
Ese interés no era falso, pero estaba mezclado con emociones aún más complicadas.
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Ahora, con las palabras de Raúl, lo entendía: realmente no era parte de la familia Villagra. Entonces, ¿quién era en realidad?
Se dirigió al Grupo Villagra, primero llamando a Miguel para hacerle algunas preguntas.
-¿Sabías que no soy parte de la familia Villagra?
-Presidenta Villagra, en realidad, su apellido no importa. La compañía ya ha sido reformada por usted, y todos la apoyan. A nadie le importa quién es realmente.
La implicación era clara: si ella lo deseaba, la empresa podría ser suya.
Anaís miró a Miguel unos segundos.
-¿Realmente mi padre nunca te confió nada?
Si Héctor había planeado todo esto, ¿no le habría mencionado nada a su mano derecha?
Miguel bajó la cabeza en silencio.
-No, el viejo presidente Villagra siempre la trató como a su hija. Usted puede sentir su cariño, ¿verdad?
Cada palabra era cuidada, sin dejar lugar a error.
Anaís frunció el ceño, considerando si debía visitar al viejo doctor en el campo nuevamente, pero esa noche había asuntos pendientes en el barrio marginal.
Por la noche, fue a la casa de Fabiana.
Fabiana no esperaba su visita, su corazón dio un salto, aunque su rostro se mantuvo sereno.
-Anaís, ¿por qué viniste de repente? Ni siquiera llamaste.
Anaís la ignoró, entrando directamente en la casa.
-Quiero ocuparme de algo aquí; este lugar es el más tranquilo.
Fabiana forzó una sonrisa y fue a la cocina a preparar dos tazas de agua, colocándolas frente a Anaís.
-¿De qué se trata exactamente?
-Lo sabrás en un momento.
El área donde vivía Fabiana era realmente tranquila. La mayoría de las personas que tenían algo de dinero se habían mudado, prefiriendo compartir un lugar antes que quedarse en el barrio marginal.
Anaís recorrió la habitación con la mirada, no pudiendo evitar preguntar.
-Recuerdo que rentaste un lugar cerca de La Luna. ¿Por qué pasas la mayor parte del tiempo aquí?
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Capitulo 512
Fabiana mostró una leve incomodidad, sosteniendo su taza con ambas manos.
-Allá es demasiado lujoso, no es mi mundo. Crecí por aquí, y aunque sé que el ambiente no es el mejor, muchas personas están aquí por necesidad. Además, mis vecinos ya se han mudado, es seguro, no hay gente sospechosa.
Anaís recordó que por la tarde había notado varias casas vacías y deterioradas cerca de la casa de Fabiana.
Su celular sonó en ese instante; era Sergio llamando para decir que había traído a alguien.
Se levantó para salir, pero Fabiana parecía preocupada.
-¿Viniste por algún otro asunto?
No podría dormir tranquila si no lo sabía.
-Tengo algo que hacer, pero no te involucra. No quiero que veas lo que está por pasar.
Dicho esto, se trasladó a una casa cercana.
La puerta estaba rota, y el interior estaba lleno de basura, sin que nadie se ocupara de ello.
Yeray estaba arrodillado en el suelo, sin saber quién lo había secuestrado. Jamás había enfrentado a alguien con tanta habilidad.
Cuando Anaís llegó, Fabiana la siguió. Al ver a Yeray, su mirada se congeló ligeramente, aunque pronto aparentó normalidad.
Anaís se acercó y le quitó el vendaje negro de los ojos a Yeray.
Yeray la miró sorprendido, y al notar a Fabiana, sus pupilas se contrajeron.
Anaís arqueó una ceja, mirando a Fabiana con sospecha.
-¿Se conocen ustedes dos?
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