Capítulo 518
El rostro de Sofía se puso pálido de repente, mirando a Efraín con incredulidad. Sentía que su mundo se resquebrajaba, lleno de pánico, terror y miedo.
Se apresuró a forcejear con más fuerza para bajarse de la cama, su voz comenzando a temblar. -Efraín, ¿qué significa eso? ¿Qué piensas hacer?
Nadie se atrevía a enfurecer así a Efraín.
Sofía cayó al suelo, mientras las lágrimas caían a raudales.
-Antes solías consentirme tanto. ¿Qué significa esto? ¿Acaso ya no me quieres?
Sin embargo, Efraín no respondió y simplemente se fue.
Sofía se quedó sentada en el suelo frío, sin sentir el dolor físico, con la sensación de haber sido abandonada por el mundo entero.
Pero al recordar lo bien que Efraín la había tratado antes, se aferraba a la idea de que no la dejaría. Efraín debía estar aún enojado. Seguramente volvería por ella.
Solo tenía que recuperarse.
Se apoyó en la cama para intentar subir de nuevo, pero en ese momento la puerta de la habitación se abrió, y entró Roberto.
Al ver a su hermano, las lágrimas de Sofía comenzaron a fluir con más fuerza, y su voz se quebró.
-Hermano, mírame ahora, ¿quién querría estar conmigo así?
Roberto cerró la puerta lentamente, con paciencia sirvió un vaso de agua y habló con un tono algo lamentable.
-¿Cómo te has puesto así? Escuché que fue Anaís quien te hizo esto. Realmente no tiene límites. Pensé que esta vez no lo lograría.
Lo dijo para consolar a Sofía, para mostrarle que estaban en el mismo barco y compartían el mismo rencor hacia Anaís. El enemigo de mi enemigo es mi amigo, como solían decir.
El ánimo de Sofía mejoró un poco, aunque todavía temblaba al hablar.
-Efraín debe haber perdido la cabeza para gustarle una mujer tan despreciable.
Roberto colocó el vaso de agua frente a ella, con un tono casi de consuelo.
-Pero escuché que mencionaste a un niño. ¿De qué niño hablas?
Había oído rumores, pero nunca había encontrado una pista en el lado de Efraín. Efraín era hábil en ocultarse y no mostraba debilidades.
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Al escuchar esto, Sofía se estremeció, como si algo la hubiera asustado.
Roberto le dio un golpecito en la cabeza con suavidad.
-Voy a traerte al mejor doctor. Tus manos y piernas se recuperarán. También me encargaré de Anaís. Sofía, sabes que la odio más que a nadie. Esa mujer se metió con un modelo, humillándome frente a todos. He pasado vergüenza una y otra vez por su culpa. Estoy harto.
Tras decir esto, su mirada se suavizó al posarse en el rostro de Sofía.
-Entonces, ¿qué pasa con ese niño? Quizás pueda ser el punto de quiebre entre Anaís y Efraín. Así no podrían estar juntos, ¿no es eso lo que deseas?
Pero, sorprendentemente, Sofía, a menudo ingenua, se mostró cautelosa en este asunto.
-Hermano, no preguntes más. Necesito descansar.
El rostro de Roberto se ensombreció. Ella sabía algo, pero no quería hablar. Tendría que
encontrar otro momento.
-Está bien, no te presionaré. Siempre estoy de tu lado. Si te sientes mal, llámame cuando quieras para platicar, ¿vale?
A las mujeres les encantan esas palabras suaves.
Los ojos de Sofía se humedecieron más, asintió y se acostó en la cama.
Por ahora, no revelaría el secreto, porque era su última carta. Mientras Efraín no la abandonara
por completo, todavía tenía la esperanza de cambiar el rumbo con el niño.